martes, 30 de noviembre de 2021

Novena de San Andrés, llamada novena de la Navidad

 



Esta es la novena de San Andrés aunque no va dirigida directamente a el , a esta oración se le conoce como la novena de la Navidad y se le atribuyen muchos milagros.




 



Novena de Navidad para obtener un favor.

 


Bendita y alabada sea la hora y el momento en que el Hijo de Dios nació de María la Virgen Purísima , a medianoche, en Belén, en el frío penetrante. En esa hora, dígnate, Oh Dios mío! escuchar mi plegaria y conceder mis deseos (mencionar la intención ), por los méritos de Nuestro Salvador Jesucristo, y por su bendita Madre Amen .



Rezar con fervor esta oración quince veces cada día desde la fiesta de San Andrés (30 de noviembre) hasta Navidad (25 de diciembre).
[Imprimatur: +MICHAEL AUGUSTINE, Archbishop of New York, New York, February 6, 1897.]

sábado, 27 de noviembre de 2021

Súplica de la Medalla Milagrosa

 

Se reza a las 5 de la tarde del 27 de noviembre, Fiesta de la Medalla Milagrosa, y en las necesidades urgentes, cualquier día, a esa hora.

Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados en este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias. Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti elegida para la manifestación de tu Medalla.
Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti tan querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto y prenda de protección. Te prometemos, que según tu deseo, la santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros, será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu Divino Hijo. Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el tuyo. Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada día la cruz detrás de Él.
Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar, por medio de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra. Haz, oh Madre, que esta hora que te recuerda la dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.
Tú, que has prometido justamente en esta hora afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas. Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces piedad de nosotros. Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y por el amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla. Oh Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras miserias, mira los males que nos oprimen.

Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos, dé la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro. Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a todos. Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos. Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado. Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo. Amén.

Oración de Consagración a la Milagrosa


Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios. Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor. Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.

jueves, 25 de noviembre de 2021

Letanía de Acción de Gracias del Papa Pío VI

 

Señor, ten piedad de mí.

Cristo, ten piedad de mí.

Señor, ten piedad de mí.

Dios, Padre celestial, ten piedad de mí.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de mí.

Espíritu Santo, Dios verdadero, ten piedad de mí.

Santísima Trinidad, un solo Dios, ten piedad de mí.



Tú, que desde toda la eternidad has decretado el bien que me has hecho,

ten piedad de mi. *


Tú, que para mi beneficio individual has mostrado tu omnipotencia, sabiduría y bondad, *

Tú, que a cada instante me cargas con nuevos favores, *

Tú, que aun cuando te ofendí, no apartaste de mí tu generosa mano, *


Por crearme en preferencia a tantos otros y hacerme a Tu imagen,

Te doy gracias, Dios mío. **



Por llevarme a un final sobrenatural y darme un alma inmortal, **


Por hacerme capaz de conocerte, amarte y poseerme para siempre. **


Por brindarme un cuerpo sano, extremidades no deformadas y sentidos tranquilos, **


Por nombrar a tantas criaturas para servirme **


Por darme un ángel como mi guía y protector, **


Por haberme conservado y nutrido, como un buen padre, hasta el día de hoy, **


Por haberme redimido del infierno con la pasión y muerte de tu Hijo, **


Por haberme llamado a la Iglesia Católica; por haber instituido los siete sacramentos para mi salvación, y por haberme proporcionado tantos otros medios de salvación, **


Por no haberme rechazado ni condenado aún después de haber cometido tantas ofensas, **


Por haberme preservado de innumerables males, tanto espirituales como corporales, por haber bendecido tan abundantemente mis asuntos, mis labores y empresas, **


Por toda Tu gracia y todos tus beneficios, naturales y sobrenaturales, **


Por los dolores, exteriores e interiores, con los que me has probado, por los castigos y correcciones paternos con que me has advertido, **


Por todos los beneficios que todavía no he considerado bien; por todas las gracias de las que, ay, he abusado; por todas las gracias y beneficios que me hubieras concedido si mi malicia no hubiera impedido, **


Por todas las gracias y todos los beneficios que has concedido a los santos ángeles y a todos tus elegidos, por todas las gracias y todos los beneficios que has concedido a todos los demás hombres, tus criaturas, **


En unión con la acción de gracias que la Iglesia militante en la tierra te ha rendido y te dará en el más allá, **


En unión con la acción de gracias que la Iglesia triunfante en el cielo te ha rendido y te rendirá eternamente, **




Oremos:


Oh Dios, que te has encomendado mostrar en mí, la más indigna de tus criaturas, tu admirable generosidad, te ruego, por tu tierna bondad, que agregues a tus innumerables beneficios esta gracia, para que en el futuro pueda estar verdaderamente agradecido por ellos. y emplearlos para mi salvación y el bien de mi prójimo, a fin de que por su buen uso, y por el amor agradecido y recíproco, pueda merecer llegar donde, con todos tus santos, gozaré de tu amor y te alabaré por siempre. Amén. 






Tito, ut sup (Catena Aurea)
Le dio confianza para aproximarse la curación obtenida. Por esto sigue: "Y se postró en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias", manifestando así con su postración y sus ruegos su fe y su gratitud.


Colosenses 1:12
Dando gracias a Dios Padre, que nos ha hecho dignos de participar en la suerte y herencia de los santos, iluminándonos con la luz del Evangelio. 

lunes, 1 de noviembre de 2021

Devoción a las almas del purgatorio

                                        


Oración.- Oh Dios, que nos perdonáis y deseáis la salvación de todos los hombres, imploramos vuestra clemencia, para que, por la intercesión de María Santísima y de todos los Santos, concedáis a las almas de los hermanos, parientes y bienhechores nuestros que han salido de este mundo, la gracia de llegar a la reunión de la eterna felicidad.

Oh Santísima Virgen María, Reina del Purgatorio: vengo a depositar en vuestro Corazón Inmaculado una plegaria a favor de las benditas almas que sufren en el lugar de expiación. Dignaos escucharla, benignísima Señora, si es ésta vuestra voluntad y la de vuestro Santísimo Hijo. Amén

 

  1.  ¡Oh María, Reina del Purgatorio!, os ruego por las almas por las cuales tengo o pueda tener alguna obligación, sea de caridad o de justicia. AVEMARÍA.- Réquiem aeternam dona is Dómine; et lux perpétua lúceat eis.
  2.  ¡Oh María, Reina del Purgatorio!, os ruego por las almas más abandonadas y olvidadas por las cuales nadie ruega; Vos, oh Madre, que os acordáis de ellas, aplicadles los méritos de la Pasión de Jesús, vuestros méritos y los de los Santos, y encontrarán saludable refrigerio. AVEMARÍA.- Réquiem aeternam…
  3.  ¡Oh María, Reina del Purgatorio!, os ruego por aquellas almas que han de salir más pronto de aquel lugar de penas, para que cuanto antes vayan a cantar en vuestra compañía las eternas misericordias del Señor. AVEMARÍA.- Réquiem aeternam…
  4.  ¡Oh María, Reina del Purgatorio!, os ruego de una manera especial por aquellas almas que han de estar más tiempo padeciendo y satisfaciendo a la divina Justicia. Tened compasión de ellas, ya que no pueden merecer sino sólo padecer; abreviad sus penas y derramad sobre las mismas el bálsamo de vuestro consuelo. AVEMARÍA.-Réquiem aeternam…
  5.  ¡Oh María, Reina del Purgatorio!, os ruego de un modo especial por aquellas almas que más padecen. Es verdad que todas sufren con resignación, pero sus penas son atroces y no podemos imaginarlas siquiera. Interceded por ellas, y Dios escuchará vuestra plegaria. AVEMARÍA.- Réquiem aeternam…

 

Oración Final.- ¡Oh Virgen! Os pido que, así como me acuerdo yo de las almas del Purgatorio, se acuerden de mí los demás, si he de ir allá a satisfacer por mis pecados. En Vos, oh Madre, pongo toda mi confianza de hijo, y sé que no he de quedar defraudado. Amén.

San Rafael Arcángel y San Juan de Dios

 San Juan de Dios (1495-1550) era muy devoto de san Rafael. Una noche faltó el agua en la fuente para el servicio y fue de madrugada a la plaza de Vivarrambla con dos cántaros y tardó en volver por hallarse bastante lejos. Cuando regresó al hospital, halló en la cocina fregados los platos; el pan y todo preparado, las camas hechas, las salas barridas y todo en orden. Preguntó, extrañado, a los enfermos quién había hecho en su ausencia los trabajos y todos le respondieron que él mismo.





- No puede ser que sea yo, cuando he estado lejos de aquí. Insistieron en que había sido él, pues le vieron como todos los días, realizando

los servicios.


Entonces, lleno de alegría, exclamó:


- En verdad, hermanos, mucho quiere Dios a sus pobres, pues envía ángeles quelos sirvan. Y pensó que el arcángel san Rafael, tomando su figura, había

realizado los trabajos.


   Una noche muy fría y lluviosa, encontró el siervo de Dios, al salir de la calle

Zacatín, un pobre aterido que pedía socorro. Juan le dijo: - Venid conmigo, hermano, a nuestro hospital y pasaréis la noche al abrigo. El pobre le dijo que estaba inválido y sin fuerzas para sostenerse en pie. Y cargándolo sobre un hombro y sobre el otro la capacha y las ollas con las viandas recogidas, empezó a caminar con prisa, llevado de las fuerzas del espíritu más que de las de su cuerpo, debilitado por ayunos y trabajos. La carga era superior a su humanas fuerzas y Juan cayó con sus limosnas y su pobre a la entrada de la calle de los Gomérez… Al tratar de colocar de nuevo sobre su hombro al pobre, un joven muy hermoso le ayudó y tomándole de la mano, en ademán de acompañarle, le dijo:


- Hermano Juan, Dios me envía para que te ayude en tu ministerio y para que sepas cuán acepto le es; sabe que todo lo que haces por Él tengo a mi cargo

escribirlo en un libro.


Juan le preguntó quién era y respondió:


- Soy el arcángel Rafael, destinado por Dios para ser tu compañero, guarda tuya y de todos tus hermanos.

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   Una tarde, en su hospital de Granada, a la hora de cenar, se dio cuenta san Juan de Dios que iba a faltar el pan. Rezó a Dios y, a los pocos minutos, se presentó un joven en la puerta de la enfermería. Nuestro santo reconoció a su amigo y protector san Rafael y dijo a los enfermos: “Ánimo, hermanos, que los ángeles de Dios vienen a servirlos”. El arcángel se acercó a Juan y con una gran familiaridad dijo: “Hermano mío, nosotros formamos una sola Orden, porque hay hombres que bajo un pobre vestido son iguales a los ángeles. Tomad el pan que el cielo os envía”. Y desapareció dejando a Juan y a los pobres, llenos de consolación y de alegría espiritual.

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   Otro día, llegaba la hora de la comida, no tenía ni un pedazo de pan que dar a sus pobres. Sin embargo, cogió la cesta y salió muy confiado en que había de encontrar lo necesario. Al atravesar una calle, vio venir hacia él un hombre a caballo, que le ofreció mayor cantidad de pan de la que precisaba, desapareciendo en seguida. Juan de Dios, regresó bendiciendo al Señor y él y cuantos presenciaron el hecho, juzgaron que esta generosidad fue debida a un ángel aparecido en figura humana.

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   Una víspera de Navidad se le informó que no quedaba combustible para la cocina. En compañía de dos hermanos, fue al bosque y comenzó a cortar leña. Aunque se esforzaban mucho, era larga la tarea y se echaba encima la noche. Entonces, se  presentaron dos hombres vigorosos que, en menos de una hora, derribaron árboles y cortaron en trozos las ramas, formando haces en cantidad para varias carretas. Los dos religiosos dijeron a Juan: “Si hubiera aquí un carro, podríamos llevar leña para mucho tiempo”. El santo no contestó, pero sonreía misteriosamente. - Hijos, no tengáis pena, nosotros que la hemos cortado la llevaremos, contestaron los leñadores celestes.


   Se hizo la noche muy oscura y para que no se extraviaran o rodaran por algún precipicio, dos luminosos hachones, llevados por manos invisibles, iluminaron el camino a Juan y sus discípulos. Pero su admiración llegó al colmo, cuando, al entrar en el patio del hospital, encontraron colocada toda la leña que vieron cortada en el monte.

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   Estando gravemente enfermo en su última enfermedad, recibió una noche la visita del arcángel san Rafael, que le animó y le reveló el día de su muerte. Estando moribundo, dijo a los que estaban a su lado: Esta noche pasada el arcángel san Rafael me ha visitado, dándome la seguridad de que el Señor me hará la misericordia de llamarme a su lado. Después que me dieron la comunión, la Santísima Virgen, san Rafael y san Juan Evangelista, me han favorecido con su presencia, prometiéndome que serían los protectores de la Obra que yo he comenzado.