sábado, 27 de agosto de 2022

Súplica a San Agustín

 




Año  Litúrgico – Dom Prospero Gueranger
Súplica
— Por fin, después de doce siglos, se ha vuelto a ver la Cruz en Africa, tan querida, en donde había perecido hasta el nombre de muchas iglesias en otro tiempo florecientes. ¡Quiera Dios que la libertad de que ahora disfruta, la alcance pronto su triunfo sobre el Corán! ¡Ojala que la nación que hoy protege tu suelo natal, Pueda sentirse orgullosa de este nuevo honor y comprender las obligaciones que para ella de él se derivan!


Tu acción, con todo, no se había amortiguado a lo largo de esta noche prolongada. Tus obras inmortales iluminaban las inteligencias y despertaban el amor a través del mundo entero. En las basílicas atendidas por tus hijos e imitadores, el esplendor del culto divino, la perfección de las melodías santas, mantenían en el corazón de los pueblos el gozo sobrenatural que se apoderó del tuyo al resonar por primera vez en nuestro Occidente el canto alterno de los Salmos y de los Himnos litúrgicos, bajo de la dirección de Ambrosio. En todas las épocas la vida perfecta renovó su juventud con las mil formas que la exige revestir el doble mandamiento de la caridad, bebiendo en las aguas que corren del tus fuentes.


Ilumina continuamente a la Iglesia con tus incomparables luces. Bendice a las muchas familias religiosas que se amparan en tu insigne patrocinio. Ayúdanos a todos alcanzándonos el espíritu de amor y de penitencia, de confianza y de humildad, que tan bien dice en un alma rescatada; enséñanos lo débil e indigna que es la naturaleza después de la caída, pero danos también a conocer la bondad sin límites de nuestro Dios, la superabundancia de su redención, la omnipotencia de su gracia. Y que todos contigo sepamos, no sólo reconocer la verdad, sino también decir a Dios de modo leal y práctico: “Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.

Ruega por nosotros Santa Mónica para que Dios responda favorablemente a nuestras peticiones

 



Quizá no tenga pan con que socorrer al necesitado; pero quien tiene lengua dispone de un bien mayor que puede distribuir; pues vale más el reanimar con el alimento de la palabra al alma que ha de vivir para siempre, que saciar con el pan terreno el cuerpo que ha de morir. Por lo tanto, hermanos, no neguéis al prójimo la limosna de vuestra palabra. 
(San Gregorio Magno, Hom. 4 sobre los Evangelios).


OBRAS ESPIRITUALES DE MISERICORDIA
1. Enseñar al que no sabe
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que está en error.
4. Perdonar a los que nos ofenden.
5. Consolar al triste
6. Tener paciencia con los defectos ajenos.
7. Rogar a Dios por vivos y difuntos



(El Señor) nos estimuló firmemente a buscar, a pedir y a llamar, hasta que recibamos lo que pedimos. 
—(San Agustín, Sobre el Sermón de la Montaña, 29).


ORACIÓN PARA PEDIR POR LOS HIJOS

A ti recurro por ayuda e instrucciones, Santa Mónica, maravilloso ejemplo de firme oración por los niños. En tus amorosos brazos yo deposito mi hijo(a) (mencionar aquí los nombres), para que por medio de tu poderosa intercesión puedan alcanzar una genuina conversión a Cristo Nuestro Señor. A ti también apelo, madre de las madres, para que pidas a Nuestro Señor me conceda el mismo espíritu de oración incesante que a ti te concedió. Todo esto te lo pido por medio del mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.



PARA PEDIR POR LA PAZ EN LA FAMILIA

¡Oh Santa Mónica!, que por medio de tu paciencia y plegarias obtuviste de Dios la conversión de tu marido y la gracia de vivir en paz con él; obtén para nosotros, te suplicamos, la bendición de Dios omnipotente, para que la verdadera armonía y paz reinen en nuestras casas, y que todos los miembros de nuestra familia puedan alcanzar la vida eterna. Amén.



POR LAS MADRES

Madre ejemplar del gran San Agustín, durante 30 años perseguiste a tu hijo rebelde de modo perseverante, con amor, afección, perdón, consejo y rezos que clamaban al cielo. Intercede por todas las madres en este nuestro día para que puedan aprender a conducir a sus hijos a Dios y su Santa Iglesia. Enséñalas cómo permanecer cerca de sus hijos, incluso de aquellos hijos e hijas pródigos que tristemente se han extraviado. Amén



Vete al Señor mismo, al mismo con quien la familia descansa, y llama con tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir. No será El como el amigo de la parábola: se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar. Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido; que suele no apreciarse lo aprisa concedido. 
—(San Agustín, Sobre el Sermón 105).

Hablar mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras superfinas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque con frecuencia la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales —(San Agustín, Carta 130, a Proba).



ORACIÓN DE SÚPLICA

¡Oh Dios!, que observaste las devotas lágrimas y ruegos de Santa Mónica y le concediste por escuchar sus rezos la conversión de su marido y el regreso penitente de su hijo, Agustín, concédenos la gracia de implorarte también con verdadero celo, para que así podamos obtener como ella, la salvación de nuestra alma y la de nuestros allegados. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Triduo a Santa Mónica Para alcanzar la conversión de un ser querido

 



(PATRONA DE ESPOSAS Y MADRES CRISTIANAS)

SANTA MÓNICA,

Viuda

Argelia;

† 387 en Ostia, Italia.

Patrona de viudas; esposas; madres; amas de casa; víctimas de abusos; víctimas de adulterio; víctimas de abusos verbales; alcohólicos; madres con hijos problemáticos. Protectora contra el alcoholismo; dificultades en el matrimonio.



ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo.

DÍA 1º
DE LAS “CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN”, SU HIJO.

“Educada en honestidad y templanza, y sujeta más por ti (Dios) a sus padres que por sus padres a ti, llegada a la plenitud de los años de la nubilidad, entregada a su marido, le sirvió como a su señor y se afanó en ganarlo para ti predicándole de ti con sus costumbres, con las que la alimentabas y hermoseabas, haciéndola reverenciable y ejemplar para su marido.

Y de tal manera soportó las injurias del tálamo, que nunca tuvo contienda por ello con el marido desleal. Esperaba ella que vuestra misericordia descendiese sobre él, dándole a la vez la fe y la fidelidad.

Era él, por una parte, extraordinariamente afectuoso y, por otra, sumamente fulminante y enojadizo. Mas ella sabía no resistir al marido encolerizado, no sólo con hechos, pero ni siquiera con palabras. Pero después que se le había pasado el enojo, viéndole ella quieto y sosegado, buscaba el momento favorable para explicarle lo que había hecho, si acaso se había irritado más de lo justo.

Al principio de su casamiento, su suegra, por los chismes de unas malas criadas, se mostró irritada con ella; pero luego, con su perseverante y obsequiosa afabilidad, con su paciencia y con su mansedumbre, la desarmó hasta tal punto que la suegra espontáneamente denunció a su hijo la lengua de las intrigantes que perturbaron la paz doméstica entre ella y su nuera, y exigió que las castigase… Y no osando ya ninguna acercarse a ella con chismes, vivieron suegra y nuera en buena amistad mutua y contento ejemplares” (Confesiones 9, 9).

ORACIÓN FINAL

Gloriosa Santa Mónica, que soportasteis con resignación y paciencia a los malos tratos de vuestro esposo y los desórdenes de vuestro hijo, que no quería escuchar vuestros consejos, alcanzadme esta paciencia para la conversión de…

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.





ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo.

DÍA 2º
DE LAS “CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN”, SU HIJO.

CONVERSIÓN DE SAN AGUSTÍN.

Agustín se rinde a la gracia en el huerto, al leer las palabras de san Pablo: Nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos, más bien, del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.

“Acto seguido nos dirigimos los dos (Alipio y yo) hacia mi madre. Se lo contamos todo. Se llena de alegría. Le contamos cómo ha ocurrido todo: salta de gozo, celebra el triunfo, bendiciéndote a ti, (Dios mío), que eres poderoso para hacer más de lo que pedimos y comprendemos.

Estaba viendo con sus propios ojos que le habías concedido más de lo que ella solía pedirte con sollozos y lágrimas piadosas.

Me convertiste a ti de tal modo que ya no me preocupaba de buscar esposa, ni me retenía esperanza alguna de este mundo.

Por fin, ya estaba situado en aquella regla de fe en que, hacía tantos años, le habías revelado que yo estaría.

Cambiaste su luto en gozo, en un gozo mucho más pleno de lo que ella había deseado, en un gozo mucho más íntimo y casto que el que ella esperaba de los nietos de mi carne” (Confesiones 8, 12).

ORACIÓN FINAL

Gloriosa Santa Mónica, que soportasteis con resignación y paciencia a los malos tratos de vuestro esposo y los desórdenes de vuestro hijo, que no quería escuchar vuestros consejos, alcanzadme esta paciencia para la conversión de…

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.



ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo.

DÍA 3º
DE LAS “CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN”.

“Estando ya cercano el día de su partida de esta vida, aconteció, por tus disposiciones misteriosas, según creo, (Dios mío), que ella y yo nos hallábamos asomados a una ventana que daba al jardín de la casa donde nos hospedábamos. Era en las cercanías de Ostia Tiberina. Allí, apartados de la gente, tras las fatigas de un viaje pesado, reponíamos fuerzas para la navegación.

Conversábamos, pues, solos los dos, con gran dulzura. Olvidándonos de lo pasado y proyectándonos hasta las realidades que teníamos delante, buscábamos juntos, en presencia de la verdad que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó ni llegó al corazón del hombre.

Abríamos con avidez la boca del corazón al elevado chorro de tu fuente, de la fuente de la vida que hay en ti, para que, rociados por ella según nuestra capacidad, pudiéramos en cierto modo imaginarnos una realidad tan maravillosa.

Y cuando nuestra reflexión llegó a la conclusión de que, frente al gozo de aquella vida, el placer de los sentidos carnales, por grande que sea y aunque esté revestido del máximo brillo corporal, no tiene punto de comparación y ni siquiera es digno de que se le mencione, tras elevarnos con afecto amoroso, más ardiente hacia él mismo, recorrimos gradualmente todas las realidades corporales, incluyendo el cielo desde donde el sol, la luna y las estrellas mandan sus destellos sobre la tierra.

Tú sabes, Señor, que aquel día, mientras hablábamos de estas cosas y, mientras al filo de nuestra conversación sobre estos temas, nos parecía más vil este mundo con todos sus atractivos, ella añadió: Hijo, por lo que a mi respecta, nada en esta vida tiene ya atractivo para mí. No sé qué hago aquí ni por qué estoy aquí, agotadas ya mis expectativas en este mundo. Una sola razón y deseo me retenían un poco en esta vida, y era verte cristiano católico antes de morir. Dios me lo ha dado con creces, puesto que, tras decir adiós a la felicidad terrena, te veo siervo suyo. ¿Qué hago aquí?” (Confesiones 9, 10).

ORACIÓN FINAL

Gloriosa Santa Mónica, pedid por mí a Dios la conversión de… por quien tanto os ruego, a fin de tener la alegría de verlo apartado del camino de su perdición, y tener con él la misma gloria en el cielo.

En Vos confío, Amen.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Fuente: Radio Cristiandad 

jueves, 25 de agosto de 2022

Oración Novena a San Pío X para implorar una gracia urgente


SAN PIO X


Por la señal ✠ de la santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

  

San Pío X, que naciste en una casa humilde, en un país humilde y en la misma pobreza de tu nacimiento, aunque elevado Pontífice del mundo, quisiste vivir y morir tras las huellas de Jesús humilde y pobre, apaga ese desmedido deseo en nosotros de las cosas terrenales y grandeza, y consigue que encontremos en la pobreza y en la sencillez esa bienaventuranza de los pobres de espíritu que sólo anhelan el reino de los cielos. Gloria al Padre.


San Pío X, que, proclamado Pastor de la catolicidad, defendiste con dulce firmeza los derechos de la Iglesia y la ortodoxia de la doctrina, y te dispusiste a realizar en el mundo una restauración universal en Cristo, conserva en nosotros, acosados ​​por el error, ese valor en la profesión de fe y en la adhesión a la Sana doctrina de la Iglesia que garantiza nuestra santificación y restaura el reino de Dios a toda la humanidad, Gloria al Padre.


San Pío X, todo amor y mansedumbre para los hombres, por cuya salvación diste tu múltiple ministerio y por cuya paz ofreciste tu vida, haz que la humanidad se convierta y prospere en la verdadera unidad cristiana implorada por Cristo y enciende en el mundo la verdadera paz que es fruto de la fraternidad y de la justicia y que es preludio beatificante en el cielo. Y a nosotros, suplicando tu protección, concédenos las gracias que esperamos: asístenos en la vida, ayúdanos en la muerte y haznos partícipes contigo en la visión de Dios por los siglos de los siglos. Que así sea. Gloria al Padre.

lunes, 22 de agosto de 2022

Octava de la Asunción y Fiesta del Inmaculado Corazón de María (22 de Agosto)

 

LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN INMACULADO. — La devoción al Corazón Inmaculado de María es tan antigua como el cristianismo. El Espíritu Santo nos lo enseñó por San Lucas, el evangelista de la infancia del Salvador: “María guardaba todas estas palabras, y las meditaba en su Corazón… Y la Madre de Jesús guardaba todas estas cosas en su corazón”. Tal es el origen de esta devoción que, andando el tiempo, excitaría a los fieles a dar a María el honor y el amor que se la deben. Las perfecciones de éste Corazón las han cantado los mayores Doctores de la Iglesia: San Ambrosio, San Agustín, San Juan Crisóstomo, San León, San Bernardo, San Buenaventura, San Bernardino de Sena, las dos grandes monjas Santa Gertrudis y Santa Mectildis… pero en el siglo XVII, San Juan Eudes, “padre, doctor y apóstol del culto del Sagrado Corazón”, antes lo fué del purísimo Corazón de María, y del dominio de la piedad privada, lo introdujo en la Liturgia católica.

OBJETO DE ESTA DEVOCIÓN. — El objeto de esta devoción él mismo nos lo ha dicho: “En el corazón santísimo de la predilecta Madre de Dios, pretendemos y deseamos sobre todo reverenciar y honrar la facultad y capacidad de amor, tanto natural como sobrenatural, que existe en esa Madre de amor y que ella empleó toda en amar a Dios y al prójimo. La palabra corazón significa el corazón material y corporal que llevamos en nuestro pecho, órgano y símbolo del amor; también se toma por la memoria y por el entendimiento, con el cual hacemos la medisino también para ser nuestro corazón, de modo que, siendo miembros de Jesús e hijos de María no tengamos más que un corazón con nuestra Cabeza y nuestra divina Madre y que hagamos todas nuestras acciones con el Corazón de Jesús y de María”.

Y ¡cómo pueden los hombres, al darse más y más cuenta de lo que deben a su Madre, no creerse obligados a mostrarla su agradecimiento y su amor! Si Nuestra Señóra nos dió su Corazón, ¿no es justo que nosotros la demos el nuestro para que ella le purifique, le santifique y en él establezca el reino de Dios y se le entregue a Jesús, y que se le demos por una consagración completa y perfecta de nosotros mismos, como aconsejan los Santos y especialmente San Griñón de Monfort?

CONSAGRACIÓN AL CORAZÓN INMACULADO.—Pero, si la consagración de un alma individual a María, la acarrea las más grandes gracias, ¿qué frutos deberemos esperar de una consagración de todo el género humano hecha por el Sumo Pontífice? La Virgen misma se dignó anunciar que esto la agradaría. Y, por eso, el 8 de diciembre de 1942, Su Santidad Pío XII, respondiendo con júbilo al deseo de Nuestra Señora de Fátima, lleno de confianza en la mediación universal de la Reina de la Paz, consagró solemnemente al género humano al Inmaculado Corazón de María. Todas las naciones católicas se unieron al supremo Pastor.

MISA

La fiesta del Corazón Inmaculado de María se concedió a muchas diócesis y a casi todas las Congregaciones religiosas y se celebraba en fechas distintas. Su Santidad Pío XII la extendió a la Iglesia universal y la fijó en el día de la Octava de la Asunción, cuyo dogma definió después en 1950. El Introito es una invitación a acercarse a este Corazón como a un trono donde seremos enriquecidos con la gracia, que la Santísima Virgen recibió en abundancia colmada no sólo para ella sino para todo el género humano.

INTROITO

Lleguémonos confiadamente al trono de la gracia, a fln de alcanzar misericordia y hallar gracia para auxilio oportuno. — Salmo: Brota de mi corazón una palabra buena: dedico mis obras al Rey. f. Gloria al Padre… Lleguémonos.

La Liturgia celebra a María como al “Santuario del Espíritu Santo, Sacrarium Spiritus Sancti.” Su Concepción inmaculada preparaba a María para ser la morada más digna del Espíritu Santo. Este Espíritu, al habitar en ella, la colmó de la gracia santificante, de las virtudes teologales y morales y de sus siete dones. Tal santidad hacía vivir a María según el Coratación, y por la voluntad, que es la raíz del bien y del mal, y por la cima más alta del alma por la cual practicamos la contemplación; en una palabra, por todo lo interior del hombre. No excluímos ninguno de estos sentidos; mas hablando del Corazón de la Madre de Dios, lo qué principalmente queremos y deseamos, es reverenciar y honrar todo el amor y toda la caridad que ella tuvo para con Dios y para con nosotros.

Ahora bien, nada hay más dulce para un niño que honrar a su madre y pensar en el amor de que ha sido objeto. San Bernardo, al hablar del Corazón de Jesús, nos ha dicho: “Su corazón está conmigo. Cristo es mi cabeza; y ¿cómo no va a ser mío todo lo que pertenece a mi cabeza? Los ojos de mi cabeza corporal me pertenecen en sentido propio; de igual modo, este corazón espiritual es mi corazón. Con razón puedo llamarle mío. Y yo poseo mi corazón con Jesús”. Otro tanto podemos decir del Corazón de María. Una madre es toda para su hijo; sus bienes, su amor, hasta su vida le pertenecen: un hijo puede siempre contar con el corazón de su madre.

Todos somos hijos de la Santísima Virgen. Nos acogió en su seno a una con Jesús el día de la Encarnación. Nos dió a luz en el dolor del Calvario, y nos ama en proporción con lo que la hemos costado. Lo que más quiere es Jesús, y a ése le ofreció por nosotros al Padre, dando su fiat para la inmolación y entregándole para nosotros; ¿cómo no le iba a imitar dándose ella también?

CONFIANZA EN EL CORAZÓN INMACULADO. — La Virgen nos repite las palabras de Jesús: “Venid a mí todos y yo os aliviaré…” Nos sonríe y nos llama como en Lourdes, y no hay nadie que pueda pretextar su indignidad para quedarse a distancia. El Corazón de María que fué Sede de la Sabiduría y durante nueve meses morada del Verbo encarnado, ese corazón que formó al mismo Corazón de Jesús y le enseñó la misericordia para con los hombres, ese corazón que siempre latió al unísono del Corazón de Jesús y que fué adornado por El de los dones más preciosos de la gracia, ese Corazón maternal es por excelencia el refugio de los pobres pecadores. Y por esto precisamente fué hecho inmaculado. Nunca corrió por él sino sangre purísima, la sangre que tenía que dar a Jesús para derramarla por nuestra salvación. Este Corazón es el depositario y el custodio de las gracias que el Señor conquistó con su muerte, y sabemos que Dios nunca dispensó una gracia a nadie ni la dispensará sin que pase por las manos y el Corazón de la que es tesorera y dispensadora de todos sus dones. Finalmente, este Corazón se nos dió con el de Jesús, “no sólo para ser nuestro modelo.

El Corazón de María, por no ser más que reza y santidad, continuamente unido al foco de la divina caridad que es Dios, estaba también todo ardiendo en amor. Este Corazón está siempre lleno de vida, siempre ardiendo en el mismo amor: mereceremos abrasarnos en el mismo fuego acercándonos a él imitando sus virtudes.

SECRETA

Al ofrecer, oh Señor, a tu Majestad el Cordero inmaculado, te suplicamos que encienda en nuestros corazones aquel fuego divino que inflamó el Corazón de la bienaventurada Virgen María. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

La Antífona de la Comunión vuelve a tomar las palabras del Evangelio. Ahora que hemos recibido el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, ¡ojalá tengamos también “con nosotros”, como el Apóstol, es decir, en nuestro pensamiento, en nuestro corazón, en nuestra vida, a la que’ nos dió Jesús por Madre!

COMUNION

Dijo Jesús a su Madre: ¡Mujer, he ahí a tu hijo! Luego dijo al discípulo: ¡He ahí a tu madre! Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya.

La Poscomunión contiene lo que tenemos que pedir al terminar la Octava de la Asunción: hemos festejadó con veneración al Corazón vivo y amante de nuestra gloriosa Madre subida al cielo. Sabemos que es poderosa para con el Corazón de Dios y que ama a todos sus hijos; confiemos en su mediación, en su intercesión, y Dios, a ruegos suyos, nos librará de los peligros de la vida presente y nos guiará al cielo para alabar allí eternamente a la que con Jesús nos mereció la salvación.

POSCOMUNION

Alimentados con los divinos dones, te rogamos, Señor, humildemente que, por la intercesión de la bienaventurada Virgen María, de cuyo inmaculado Corazón hemos celebrado devotamente la fiesta, libres de los peligros presentes, consigamos los goces de la vida eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.

SÚPLICA AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA. — “¡Oh Madre admirable, qué cosas tan grandes y gloriosas tenemos que pensar y decir de ti y de tu bondadoso corazón! Si los oráculos del Espíritu Santo dicen tan alto que eres un abismo de milagros, de seguro que no se equivoca el que diga que tu Corazón es un mundo de maravillas. Porque ¿no ha sido la humildad de tu Corazón la que te ha levantado al trono más alto de gloria y de grandeza a que una pura criatura puede llegar? ¿No es la humildad, la pureza y el amor de tu Corazón la que te ha hecho digna de ser Madre de Dios y la que te ha enriquecido con todas las perfecciones, prerrogativas y grandezón de Dios: ojalá podamos participar de su santidad para vivir según su corazón y también conforme al Corazón de Dios.

COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, que preparaste en el Corazón de la bienaventurada Virgen María una morada digna del Espíritu Santo: concédenos propicio, que los que celebramos devotamente la festividad de este mismo inmaculado Corazón, podamos vivir según el tuyo. Por Nuestro Señor Jesucristo.

La Epístola es la misma que la de la Vigilia de la Asunción. Los versículos del Gradual y del Aleluya, como también los del Ofertorio, son la acción de gracias de María al Señor, que la colmó de tantos beneficios.

GRADUAL

Se alegrará mi corazón con tu socorro: cantaré al Señor que me ha dado tantos bienes y entonaré salmos al nombre del Señor Altísimo. V. Se acordarán de tu nombre, Señor, de generación en generación; por lo cual los pueblos te alabarán eternamente.

Aleluya, aleluya. V. Mi alma engrandece al Señor: y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador. Aleluya.

EVANGELIO Continuación del santo Evangelio según San Juan (Jn. XIX, 25-27). En aquel tiempo: Estaban junto a la Cruz de Jesús su Madre, María de Cleofás y María Magdalena. Viendo, pues, Jesús a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: ¡Mujer, he hí a tu hijo! Luego dijo al discípulo: ¡He ahí a tu j^iadre! V desde aquella hora el discípulo la recibió por suya.

La maternidad de Nuestra Señora data de la Encarnación, pero en el Calvario es donde fué solemnemente proclamada por Jesús agonizante. Darnos su Madre, vale tanto como darnos la mayor prueba de su amor; además, aceptar María ser nuestra Madre, era lo mismo que manifestarnos toda la ternura y misericordia que encerraba su corazón. Nunca se sintió María tan Madre como en el momento en que vió sufrir y morir a su Hijo, y le oyó que nos confiaba, que nos entregaba a ella. La Virgen aceptó entonces sin ninguna dificultad el profesar el afecto que tuvo a Jesús durante su vida, no sólo a San Juan, sino a todos nosotros, a los verdugos de su Hijo, a todos aquellos que fueron causa de su muerte. Y, cuando el centurión se acercó a traspasar el Corazón de Jesús, ya difunto, la espada que antaño predijo el anciano Simeón penetró en el alma, en el Corazón de María y abrió una herida que, como la del Salvador, no se cerraría ya…

OFERTORIO

Mi espíritu se regocijó en Dios, mi Salvador: porgue ha hecho en mí grandes cosas el Todopoderoso, cüyo nombre es santo.

“Abre, abre, oh Madre de misericordia, la puerta de tu Corazón benignísimo a las oraciones que te dirigimos con suspiros y gemidos. No rechazas ni tienes asco al pecador, por muy corrompido que se halle en pecados, si suspira hacia ti y si implora tu intercesión con un corazón contrito y penitente”.

“Sea siempre bendito, oh María, tu nobilísimo Corazón, adornado de todos los dones de la Sabiduría divina, e inflamado en ardores de caridad. Sea bendito ese Corazón en el que meditaste y guardaste con tanta fidelidad y cuidado los sagrados misterios de Nuestra Redención, para revelárnoslos en el momento oportuno. Para ti la alabanza, para ti el amor, oh Corazón amantísimo; a ti el honor, a ti la gloria de parte de todas las criaturas, por los siglos de los siglos. Amén”.

EL MISMO DÍA CONMEMORACIÓN DE LOS SANTOS TIMOTEO, HIPOLITO Y SINFORIANO, MÁRTIRES


domingo, 21 de agosto de 2022

Novena en Honor a San Agustín

                   

Esta novena a San Agustín se puede rezar en cualquier momento. Para celebrar su fiesta, esta Novena se reza entre los días diecinueve y veintisiete de agosto, fiesta de nuestro Padre San Agustín; o se puede rezar nueve días antes del veinticuatro de abril, fiesta de su conversión y de su bautismo; o antes del veintiocho de febrero, cuando sus reliquias fueron trasladadas de la isla de Cerdeña a la ciudad de Pavía; o antes del once de octubre, el primer traslado de sus Reliquias de Hipona a Cerdeña.

“Las ardientes súplicas y cotidianas oraciones de mi buena madre […] evitaron mi perdición”


Fuente de la Novena: Agustinos recoletos

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Primer Día

Lectura
«Jesús, sabiendo que el Padre le había puesto todo en su mano, y sabiendo que había venido de Dios y que a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ciñó una toalla; echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que llevaba ceñida». Jn 13,23

Reflexión 
El Señor por su infinita misericordia, ha querido que yo ocupara este lugar y me dedicara al ministerio pastoral; por. ello debo tener presente dos cosas, distinguiéndolas bien, a saber:
que por una parte soy cristiano y por otra soy obispo. El ser cristiano se me ha dado como don propio; el ser obispo, en cambio, lo he recibido pará vuestro bien. Consiguientemente, por mi condición dé cristiano debo pensar en mi salvación, en cambio, por mi condición de obispo debo ocuparme de la vuestra.
En la Iglesia hay muchos que, siendo cristianos pero sin ser prelados, llegan a Dios; ellos andan, sin duda, por un camino tanto más fácil y con un proceder tanto menos peligroso cuanto su carga es más ligera. Yo, en cambio además de ser cristiano, soy obispo; por ser cristiano deberé dar cuenta a Dios de mi propia vida por ser obispo deberé dar cuenta de mi ministerio. (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Segundo día 


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Segundo Día

Lectura
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
Jn 10,14-16

Reflexión 
No recogéis a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas. En este mundo andamos siempre entre las manos de los ladrones y los dientes de los lobos feroces y, a causa de estos peligros nuestros, os rogamos que oréis. Además, las ovejas son obstinadas. Cuando se extravían y las buscamos, nos dicen, para su error y perdición, que no tienen nada que ver con nosotros: «¿Para qué nos queréis? ¿Para qué nos buscáis?» Como si el hecho de que anden errantes y en peligro de perdición no fuera precisamente la causa de que vayamos tras de ellas y las busquemos. «Si ando errante –dicen–, si estoy perdida, ¿para qué me quieres? ¿Para qué me buscas?» Te quiero hacer volver precisamente porque andas extraviada; quiero encontrarte porque te has perdido. (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.





Tercer día   


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Tercer Día

Lectura 
Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Mc 2, 1-5

Reflexión 
En tal disposición interior se encontraba aquel paralítico al que, como sus portadores no podían introducirle ante la presencia del Señor, hicieron un agujero en el techo, y por allí lo descolgaron. Es decir, para conseguir lo mismo en lo espiritual, tienes que abrir efectivamente el techo y poner en la presencia del Señor el alma paralítica, privada de la movilidad de sus miembros y desprovista de cualquier obra buena, gravada además por sus pecados y languideciendo a causa del morbo de su concupiscencia. Si, efectivamente, se ha alterado el uso de todos sus miembros y hay una auténtica parálisis interior, si es que quieres llegar hasta el médico –quizás el médico se halla oculto, dentro de ti: este sentido verdadero se halla oculto en la Escritura–, tienes que abrir el techo y depositar en presencia del Señor al paralítico, dejando a la vista lo que está oculto. (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.





Cuarto Día


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Cuarto Día

Lectura
En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador;
pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Jn 10, 1-3

Reflexión 
El Señor nos ayudará a decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?» Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo. (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.




Quinto Día


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Quinto Día

Lectura
Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto.
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Jn 10, 7-10

Reflexión
El pastor negligente, cuando recibe en la fe a alguna de estas ovejas débiles, no le dice: Hijo mío, cuando te acerques al temor de Dios, prepárate para las pruebas; mantén el corazón firme, sé valiente. Porque quien dice tales cosas, ya está confortando al débil, ya está fortaleciéndole, de forma que, al abrazar la fe, dejará de esperar en las prosperidades de este siglo. Ya que, si se le induce a esperar en la prosperidad, esta misma prosperidad será la que le corrompa; y, cuando sobrevengan las adversidades, lo derribarán y hasta acabarán con él. (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Sexto


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Sexto Día

Lectura 
Todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena.
Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande».
Mt 7, 24-27

Reflexión 
Dice el Apóstol: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido. Y tú, pastor que tratas de buscar tu interés en vez del de Cristo, por más que aquél diga: Todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo será perseguido, tú insistes en decir: «Si vives piadosamente en Cristo, abundarás en toda clase de bienes. Y, si no tienes hijos, los engendrarás y sacarás adelante a todos, y ninguno se te morirá». ¿Es ésta tu manera de edificar? Mira lo que haces, y dónde construyes. Aquel a quien tú levantas está sobre arena. Cuando vengan las lluvias y los aguaceros, cuando sople el viento, harán fuerza sobre su casa, se derrumbará, y su ruina será total.
Sácalo de la arena, ponlo sobre la roca; aquel que tú deseas que sea cristiano, que se apoye en Cristo. (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Séptimo Día


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Séptimo Día

Lectura 
Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen.
Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.
El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Jn 10, 27-29

Reflexión 
De manera que seguiré llamando a las que andan errantes y buscando a las perdidas. Lo haré, quieras o no quieras. Y, aunque en mi búsqueda me desgarren las zarzas del bosque, no dejaré de introducirme en todos los escondrijos, no dejaré de indagar en todas las matas; mientras el Señor a quien temo me dé fuerzas, andaré de un lado a otro sin cesar. Llamaré mil veces a la errante, buscaré a la que se halla a punto de perecer. (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Octavo Día


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)

Octavo Día

Lectura 
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor.
El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas.
Jn 10,10-13

Reflexión
Ya habéis oído lo que los malos pastores aman. Ved ahora lo que descuidan. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas, es decir, a las que sufren; no recogéis a las descarriadas, ni buscáis a las perdidas, y maltratáis brutalmente a las fuertes, destrozándolas y llevándolas a la muerte. Decir que una oveja ha enfermado quiere significar que su corazón es débil, de tal manera que puede ceder ante las tentaciones en cuanto sobrevengan y la sorprendan desprevenida… (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Noveno


Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración inicial

Peregrino y enfermo vuelvo a ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera,
y agobiado por el peso de mis males.
He experimentado que lejos de tu presencia
no hay refugio seguro, ni satisfacción que dure, ni deseo que dé fruto, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Aquí estoy, pobre y hambriento. ¡Dios de mi salud! Ábreme las puertas de tu casa: perdóname, recíbeme, sáname de todas mis enfermedades’, úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el abrazo de paz que prometiste al pecador arrepentido. ¡Oh Verdad! ¡Oh belleza infinitamente amable! ¡Qué tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Qué tarde te conocí!
¡Qué desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí! (Confesiones X)



Noveno Día

Lectura
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos. Mc 16, 15-17

Reflexión
Oigo al Apóstol que dice: Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo. ¿A quiénes insistiré a tiempo, y a quiénes a destiempo? A tiempo, a los que quieren escuchar; a destiempo, a quienes no quieren. Soy tan inoportuno que me atrevo a decir: «Tú quieres extraviarte, quieres perderte, pero yo no quiero.» (San Agustín, Sermón 46)

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba… Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.