jueves, 21 de septiembre de 2023

Oración Novena a San Miguel

 



 
 
“En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo”. -Daniel 12:1  

“La veneración a San Miguel es el mas grande remedio en contra de la rebeldía y la desobediencia a los mandamientos de Dios, en contra del ateísmo, escepticismo y de la infidelidad.” San Francisco de Sales



Reza esta oración por nueve días consecutivos


San Miguel Arcángel, leal campeón de Dios y de su pueblo católico, me dirijo a ti con confianza y busco tu poderosa intercesión. Por el amor de Dios, que te ha hecho tan glorioso en gracia y poder, y por el amor de la Madre de Jesús, la Reina de los Ángeles, complácete escuchar mi oración.


Tú conoces el valor de mi alma a los ojos de Dios. Que ninguna mancha de mal desfigure jamás su belleza. Ayúdame a vencer al espíritu maligno que me tienta. Deseo imitar tu fidelidad a Dios y a Santa Madre Iglesia y tu gran amor a Dios y a los hombres. Y como eres el mensajero de Dios para el cuidado de Su pueblo, te encomiendo esta petición especial: (menciona aquí tu petición).


San Miguel, ya que eres, por voluntad del Creador, el poderoso intercesor de los cristianos, tengo gran confianza en tus oraciones. Confío sinceramente en que si es la santa voluntad de Dios, mi petición será concedida.


Ruega por mí, San Miguel, y también por los que amo. Protégenos de todos los peligros del cuerpo y del alma. Ayúdanos en nuestras necesidades diarias. A través de tu poderosa intercesión, que vivamos una vida santa, tengamos una muerte feliz y alcancemos el Cielo donde podamos alabar y amar a Dios contigo para siempre. Amén.


1 Padre Nuestro, Ave María y Gloria.


San Miguel, Guardián de las almas, Vencedor de los espíritus rebeldes, Ruega por nosotros.



viernes, 15 de septiembre de 2023

15 de Septiembre: Fiesta de los Dolores de la Santísima Virgen María

Con la lectura propia de la fiesta mariana que celebramos hoy del santoral del Año Litúrgico de  Dom Prospero Gueranger, Abad de Solesmes podemos confirmar una vez más que el señor Jorge Mario Bergoglio Sivori es un apóstata que no profesa la fe católica. Este archiHereje anticatólico disfrazado de Papa es un anticristo enemigo de la Ley de Dios y el peor enemigo de Jesucristo,  de la Iglesia y de la Santísima Virgen María.

                  «Una espada atravesará tu alma…» 

La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se originó en Colonia en el siglo XV como respuesta a los herejes protestantes husitas


Santoral  del Año Litúrgico de  Dom Prospero Gueranger

MARÍA LLEVADA AL TEMPLO. — Es verosímil que Ana, en compañía de Joaquín, llevase al templo a su pequeña María. Dios se la había concedido a una edad avanzada, contra toda esperanza y después de asiduas y fervorosas oraciones. Querían dar gracias al Señor, presentándola y ofreciéndosela, ya que de su misericordia la habían recibido, y al mismo tiempo pedirle realizase sus planes sobre ella. María está encantada de verse llevar al templo de Dios, el único santuario de la religión verdadera que entonces había en el mundo. Y en él, con abnegación total de sí misma, se ofrece y se consagra a Dios como víctima y esclava suya, le da cuanto es y cuanto será, todo lo que tiene y todo lo que tendrá: “Ecce ancilla Domini”.

VIDA DE MARÍA EN LA CUNA. — María niña descansa con los ojos cerrados, los dedos recogidos, entreabierta la boca y sonriente. ¡Dios mío, qué hermosa está! Ana, entregada a los quehaceres de la casa, pero sin perder de vista a su querido tesoro. Sin ella saberlo, forman los ángeles una guardia de honor alrededor de su hija, su reinecita, y llenan la casa de Joaquín como de un olor celeste que en presencia de los ancianos padres lo penetra y lo transforma todo. El balbuceo claro de la niña les enfervoriza el corazón y saca a la sencilla morada de su silencio largo y un poco triste, donde nunca se dejó oír hasta entonces voz alguna de niño. Joaquín y Ana se admiran y embelesan con todo lo de María. ¡Qué mirar tan profundo y casto el suyo! ¡Qué ternura e inteligencia posee! ¿De dónde procede esa dulzura inefable y ese fuego que los inflama para el servicio de Dios y de su misma hijita, cuando la tienen abrazada contra su corazón? Admiran a su hija y la veneran como a un tesoro que les ha confiado el cielo. Muy bajito se comunican sus sentimientos y espontáneamente les viene a los labios la pregunta admirativa de los vecinos ante la cuna de San Juan Bautista: “¿Qué será de esta criatura? Es cosa que se ve, en efecto, que la mano de Dios está con ella”. Ellos lo ignoran. Si lo supiesen, su admiración se convertiría en estupor y temblor. ¡Tan cerca se halla Dios! ¡Tan grandes cosas ha hecho el Todopoderoso por la hija que les ha dado!

“¡Cuántos favores, gracias y bendiciones derramó la divina Bondad en el corazón de la Virgen gloriosa!, prosigue diciendo San Francisco de Sales. Pero eran tan secretas e interiores, que nadie pudo conocer nada sino la que las experimentó… Este amable pimpollo tan pronto como nació empezó a emplear su lengüita en cantar las alabanzas del Señor y en servirle con todos los otros miembros. La inspiró su divina Bondad el retirarse de la casa dé sus padres e irse al templo y allí servirle de manera más perfecta. Y esta gloriosa Virgen de tal modo se conducía en esos primeros años y con tanta sabiduría y discreción vivía en la casa de sus padres, que les causaba admiración, tanto por sus discursos como por sus acciones, y no se equivocarón al pensar que esta Niña no era como ias demás, sino que gozaba ya del uso de la razón… admirable acto de sencillez el de esta niña celestial, que, aun prendida de los pechos de su madre, no deja por eso de conversar con la Majestad divina. No habló hasta llegado su tiempo, y aun entonces lo hacía como las demás niñas de su edad, pero siempre con mucha cordura. Cual manso corderino estuvo tres años en brazos de Santa Ana, y después fué destetada y llevada al Templo”.

En efecto, si María es por la edad una niña, si obra, si gorjea, si dura su niñez casi tanto como la de las demás, no debemos olvidar nunca lo que en realidad es desde el primer instante de su concepción: un instrumento preparado perfectamente por Dios con mira a la divina maternidad. Antes que sonase para ella la hora de este ministerio, que requiere no sólo la pureza del alma y de la carne, sino también la edad y el normal desarrollo del cuerpo que tenía que concebir, Dios la prepara para esta función muy por encima de las capacidades de la criatura más perfecta. Al crearla, la da el uso de la razón, la ilustra con las más amplias luces, la infunde en su voluntad el hábito de no obrar nunca sino conforme a la luz de su inteligencia iluminada por la fe. Lo que su concepción virginal obró en el que nació de ella, eso mismo lo obró la gracia en María nacida de la concepción carnal, de tal modo que en los dos resplandece una pureza semejante: pureza más gloriosa en el Hijo, porque deriva de una naturaleza libre de toda clase de pecado; pureza sólo de gracia en la Madre, que debía ser toda pura desde el primer instante de su existencia, ya que tenía que dar a luz al Purísimo; pero si Dios no hubiese intervenido, habría contraído infaliblemente por su nacimiento la mancha original.

NI IMPERFECCIÓN NI DEFECTO. — María no tuvo necesidad como nosotros de pasar de la vida purgativa a un estado de perfecta pureza. Desde el principio está ya en las alturas; a partir del primer instante el progreso de su alma sin mancha va a la par con el crecer de su cuerpo. Las luces de lo alto la iluminan cada vez más; un amor más fuerte que todo el atractivo de los bienes creados, y que se muestra cada día más invasor y dominante, la fija en Dios, a quien se ha dado por entero. En ella no cabe ningún desorden ni, sobre todo, pecado alguno. Está confirmada en gracia. El orden en ella es perfecto. Su alma totalmente unida a Dios tiene a raya las pasiones y sujetos los sentidos al servicio y al imperio amado de la voluntad de Dios. La rebelión no es en ella posible. Por su unión a un alma que así le comunica una belleza enteramente espiritual, el cuerpo no hace más que recibir la vida sin suscitar luchas ni turbaciones; es un cuerpo purísimo unido a un alma purísima y del todo sometida a ésta.

En María tampoco podemos sorprender nada, cuando estaba en la cuna, ni más tarde, de esos caprichos de niños, de esas pequeñas rebeldías, de esos aferramientos y de esas cóleras, de esos gritos y de esos lloros que con frecuencia se ven también en niños que son ya mayores. Verdaderamente la Santísima Virgen era una niña extraordinaria, niña por la edad, pero niña sobre todo en el sentido evangélico, niña, no por la ligereza, el capricho o la incostancia, sino por la docilidad tranquila, la sencillez pacífica, la total entrega a la voluntad de otro. Dueña de su inteligencia y de su querer, más ilustrada ciertamente que Joaquín y Ana en lo que es o no es conveniente, acepta de buen grado y con voluntad resuelta y alegre y, por consiguiente, con mérito, todo lo que toca a la condición natural del niño, la dependencia continua, la sujeción en todo, el puesto inferior, los mil actos de renunciamiento de que nos habló San Francisco de Sales, que se imponen a los niños sin conciencia ni mérito de parte de ellos.

La Santísima Virgen, en su infancia, sufre voluntariamente y de manera perfectísima “todas esas mortificaciones y contradicciones”; queda rebajada, según la expresión de San Francisco de Sales, porque es humilde de verdad y sólo quiere parecerse a una niña sencilla y ordinaria. “Dios, cantará más tarde, ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava”. Aunque es la primera después de Dios, y desde el primer momento la más encumbrada de las criaturas, es también la más humilde. ¡Es tan pequeño todo lo que no es Dios! Nadie lo ha comprendido aún, como esta niña, que no sabe hablar. Y nadie tampoco, ante Dios, tomó una actitud tan cabal como conviene, porque nadie, ni siquiera el serafín más encumbrado, pudo penetrar como ella en el todo de Dios y en la nada de la criatura. No obstante los inauditos dones que Dios la hizo, tiene plena conciencia de la distancia infinita que media entre Dios y ella. Y ve que en ella todo viene de Dios, que se inclinó no hacia los méritos personales, sino hacia la oscuridad, la sencillez, la pequeñez, la nada de su criatura. Por esa parte, nadie mejor que María dirije a Dios la ofrenda completa de todo lo que ha recibido; nadie como ella reconoce la soberanía absoluta de Dios, ni se entrega a su voluntad y a su beneplácito con más amor. “Heme aquí, que estoy en tus manos como un poco de cera, haz lo que quieras de mí, que a nada resistiré. Y era también tan dócil y sumisa, que la manejaba cualquiera, sin manifestar voluntad por esto o aquello, y de tal manera era condescendiente, que arrebataba en admiración. Desde entonces comenzó a imitar a su Hijo, que tan sumiso iba a estar a la voluntad de un cual quiera y que, aunque podía resistir a todos, nunca lo quiso hacer”.

DOS FIESTAS DE NUESTRA SEÑORA: LA NATIVIDAD Y LOS SIETE DOLORES. — Después de dedicar, el último recuerdo a la infancia de María y cerrar esta alegre Octava de la Natividad, he aquí que la Iglesia, sin transición, nos propone meditar hoy sobre los dolores que marcarán su vida de Madre del Mesías y de Co-Reparadora del género humano. En los días de la Octava, no venía a la mente la idea del sufrimiento, ya que entonces considerábamos la gracia, la belleza de la niña que acababa de nacer; pero, si nos hicimos la pregunta: “¿Qué será esta niña?” al instante habremos comprendido que, antes de que todas las naciones la proclamasen un día bienaventurada, María tenia que padecer con su Hijo por la salvación del mundo.

EL SUFRIMIENTO DE MARÍA. — A través de la voz de la Liturgia, Ella misma nos invita a considerar su dolor: “Oh vosotros todos los que pasáis por el camino, mirad, ved y decid si hay dolor semejante a mi dolor… Dios me ha puesto y como fijado en la desolación”. El dolor de la Santísima Virgen es obra de Dios; al predestinarla para ser la Madre de su Hijo, Dios la unió indisolublemente a la persona, a la vida, a los misterios, al sufrimiento de Jesús, para ser en la obra de la redención su fiel cooperadora. Entre el Hijo y la Madre tenía que haber comunidad perfecta de sufrimiento. Cuando ve una madre padecer a su hijo, ella padece con él y siente de rechazo todo lo que él padece; lo que lo que Jesús padeció en su cuerpo, María lo padeció en su corazón, por los mismos fines y con la misma fe y el mismo amor. “El Padre y el Hijo en la eternidad participan de la misma gloria, decía Bossuet; la Madre y el Hijo, en el tiempo participan de los mismos dolores. El Padre y el Hijo gozan de una misma fuente de felicidad; la Madre y el Hijo beben del mismo torrente de amargura. El Padre y el Hijo tienen un mismo trono; la Madre y el Hijo, una misma cruz. Si a golpes se destroza el cuerpo de Jesús, María siente todas las heridas; si se le taladra la cabeza a Jesús con espinas, María queda desgarrada con todas sus puntas; si se le ofrece hiél y vinagre, María bebe toda su amargura; si se extiende su cuerpo sobre una cruz, María sufre toda la violencia”.

CONDOLENCIA. — A esta comunidad de sufrimientos entre el Hijo y la Madre, se la da el nombre de Condolencia. Condolencia es el eco fiel y la repercusión de la Pasión. Condolerse con alguno, es padecer con él, es sentir en el corazón, como si fuesen nuestras, sus penas, sus tristezas, sus dolores. De ese modo la Condolencia fué para la Santísima Virgen la participación perfecta en los dolores y en la Pasión de su Hijo y en las disposiciones que en su sacrificio le animaban.

POR QUÉ PADECE MARÍA. — Parecería que no debía haber padecido la Santísima Virgen, ya que fué concebida sin pecado y no conoció nunca el menor mal moral. El padecer tiene que ser un gran bien, porque Dios, que tanto ama a su Hijo, se le entregó como herencia; y como, después de su Hijo, a ninguna criatura ama Dios más que a la Santísima Virgen, quiso también darla a ella el dolor como el más rico presente. Además convenía que, por la unión que tenía con su Hijo, pasase Nuestra Señora, a semejanza de él, por la muerte y por el dolor. De alguna manera era eso necesario para que aprendiésemos nosotros, de uno y de otro, cómo debemos aceptar el dolor que Dios permite para nuestro mayor bien. María se ofreció libre y voluntariamente y unió su sacrificio y su obediencia al sacrificio y a la obediencia de Jesús, para así llevar con él todo el peso de la expiación que la justicia divina exigía. Hizo bastante más que compadecerse de todos los dolores ¿e su Hijo; tomó parte realmente en la pasión con todo su ser, con su corazón y con su alma, con amor ferventísimo y con tranquilidad sencilla; padeció en su corazón todo lo que Jesús podía padecer en su carne, y hasta hay teólogos que opinaron que Nuestra Señora sintió en su cuerpo los mismos dolores que su Hijo en el suyo; podemos creer, en efecto, que María tuvo ese privilegio con el que fueron distinguidos algunos Santos.


jueves, 14 de septiembre de 2023

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

 

SENTIDO DE LA FIESTA DE LA CRUZ. —- “Hermanos, temed en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús: el cual, poseyendo la forma de Dios, no creyó que era una rapiña el ser igual a Dios, sino que se anonadó tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, y mostrándose en lo exterior como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Estas palabras del Apóstol, que leemos en la Epístola de la Misa, nos dan el sentido de la fiesta que celebramos hoy. Los términos de siervo y de cruz, cierto que son para nosotros palabras corrientes: han perdido el sentido infamante que en el mundo antiguo, antes de la era cristiana, tenían: los destinatarios de San Pablo debieron comprender, mejor que nosotros, todo su horror y en consecuencia, apreciar también mejor hasta qué abismos se había bajado Cristo en su encarnación y su muerte de Cruz.

EL SUPLICIO DE LA CRUZ. — Los antiguos ¿no consideraban a la Cruz “como el suplicio más infamante y más terrible”? Con frecuencia se veía a un ladrón o a un esclavo clavado en la cruz; lo que podemos conocer nosotros de un modo indirecto sobre ese suplicio, nos permite apreciar un poco mejor todo su horror. El crucificado agonizaba lentamente; la asfixia producida por la extensión de los brazos en alto le ahogaba, y era atormentado por las calambres de sus nervios en tensión.

EL CULTO DE LA CRUZ. — Cristo padeció este suplicio espantoso por cada uno de nosotros. Con un amor infinito ofreció al Padre el sacrificio de su cuerpo extendido en la Cruz. Este instrumento de suplicio, objeto de infamia hasta entonces, se convierte en gloria para los cristianos: San Pablo sólo se gloría en la cruz del Señor, en la que está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección, la cual nos ha hecho libres y salvos.

El culto de la Cruz, como instrumento de nuestra redención, logró una gran extensión en la Iglesia cristiana. La Cruz es adorada y recibe homenajes que ninguna otra reliquia recibe; además las fiestas de la Santa Cruz revisten especial esplendor. El acontecimiento feliz del hallazgo de la Cruz ya fué festejado el 3 de mayo (Invención de la Santa Cruz): hoy celebra la Iglesia la fiesta de la Exaltación de la Cruz, cuyo origen es bastante complejo, pero su historia nos facilitará precisar el objeto.

ORÍGENES DE LA FIESTA DE ESTE DÍA. — El 14 de septiembre es la fecha del aniversario de una dedicación que en la historia eclesiástica ha dejado un gran recuerdo.

El 14 de septiembre de 335 una multitud de curiosos, de peregrinos, de monjes, de clérigos y de prelados llegados de todas las provincias del Imperio, se juntaban en Jerusalén con motivo de la Dedicación del santuario magníficamente restaurado por el emperador Constantino, en el mismo sitio en que el Señor padeció y fué sepultado.

En años sucesivos el aniversario continuó celebrándose con no menos pompa. La peregrina española Eteria, que al fin del siglo iv fué a Jerusalén, nos refiere que más de cincuenta obispos asistían todos los años a las solemnidades del 14 de septiembre. La Dedicación tenía la husma categoría que la Pascua o la Epifanía, duraba ocho días y atraía una gran afluencia de peregrinos.

DOBLE OBJETO DE LA FIESTA. — El aniversario de la Dedicación se celebraba además con otros fines. Era el primero el recordar la antigua fiesta judía de los tabernáculos con que se ponía fin a las faenas de la vendimia. Se cree que caía en el día 14 de septiembre y la fiesta cristiana de la Dedicación debía reemplazarla. Pero hay otro recuerdo específicamente cristiano que ya desde fines del siglo iv estaba ligado a la fiesta del 14 de septiembre: la Invención del sagrado madero de la Cruz. Una ceremonia litúrgica, que lleva por nombre la Elevación o la Exaltación (hypsosis) 1 de la Cruz, conmemoraba todos los años este feliz descubrimiento. El punto mismo donde había sido fijada la Santa Cruz se consideraba como el centro del mundo. Y por eso un sacerdote levantaba el lefio sagrado de la Cruz hacia las diversas partes del mundo. Como recuerdo de la ceremonia, los peregrinos se llevaban una pequeña redoma con aceite que había tocado a la Cruz.

PROPAGACIÓN DE LA FIESTA. — Esta ceremonia fué tomando cada vez mayor importancia, de modo que en el siglo vi los recuerdos de la Invención de la Cruz y de la Dedicación del Gólgota quedaron en segundo plano.

Los fragmentos del sagrado madero se iban repartiendo por el mundo y a la vez se extendía por las Iglesias cristianas la ceremonia de la Exaltación. Constantinopla aceptó la fiesta en 612, en tiempo del emperador Heraclio. En Roma se introdujo la fiesta a lo largo del siglo VII. Por los días del Papa Sergio (t 701), el 14 de septiembre se renovaba en Letrán la adoración de la Cruz que se hacía el Viernes Santo. Para esta ceremonia, los antiguos Sacramentarlos han conservado una oración “ad crucem salutandam”. Pero este efímero rito desapareció luego de los usos romanos; la oración es lo único que se ha conservado en las colecciones de devoción privada. En nuestros días, la adoración de la Cruz del 14 de septiembre ya no se practica más que en los monasterios y en algunas Iglesias.

NUEVO ESPLENDOR DE LA FIESTA. — En el correr de los siglos, un acontecimiento realzó de modo singular el esplendor de la fiesta de la Exaltación. El 614 los Persas tomaron Jerusalén y la pasaron a sangre y fuego. A continuación de las victorias del piadoso emperador Heraclio, se restauró la Ciudad Santa y Heraclio consignó la restitución de la Santa Cruz que los invasores habían llevado a Tesifonte. El 21 de marzo de 630, la Cruz fué nuevamente erigida en la Iglesia del Santo Sepulcro 2 y el 14 de septiembre siguiente se volvió a continuar conHa ceremonia de la Exaltación.

NUEVO CARÁCTER DE LA FIESTA. — Queda uno sorprendido al ver en la restauración de la antigua ceremonia un carácter nuevo de tristeza y de penitencia. Quizá contribuyesen las desgracias del imperio a hacer de esta ceremonia de adoración, un oficio de intercesión en el que no se cesa de repetir una y otra vez el Kyrie eleison. El ayuno es de rigor este día, al menos entre los monjes.

Este carácter de intercesión se nota en los textos litúrgicos propios de la fiesta de este día. Así el Ofertorio y la Poscomunión imploran protección y ayuda, mientras que el Evangelio recuerda la Exaltación del Hijo del Hombre en la Cruz, prefigurada por la serpiente de bronce.

Ya que un rito de la fiesta de este día fué largo tiempo la adoración de la Cruz, transcribiremos la oración que San Anselmo compuso para la ceremonia del Viernes Santo:

¡Oh Cruz Santa, cuya vista nos recuerda aquella otra Cruz sobre la cual Nuestro Señor Jesucristo, con su propia muerte, nos libró de la muerte eterna, a la que miserablemente nos lanzábamos, y por la cual nos resucitó a la vida eterna que habíamos perdido por el pecado; adoro, venero y glorifico en ti aquella Cruz que representas y, en ella, al Señor misericordioso que por medio de ella realizó su obra de misericordia! ¡Oh Cruz amable, donde están nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección! ¡Oh madero precioso por quien fuimos libertados y salvados! ¡Oh símbolo con que fuimos sellados para Dios! ¡Oh Cruz gloriosa en quien únicamente debemos gloriarnos!

Y ¿cómo te alabaremos? ¿De qué modo te ensalzaremos? ¿Con qué corazón te rogaremos? ¿Con qué gusto me gloriaré en ti? Por ti se vacia el infierno; queda cerrado para todos los que fueron rescatados por ti. Los demonios por ti están amedrentados, reprimidos, vencidos, aplastados. El mundo por ti se renueva y hermosea, gracias a la verdad que brilla con esplendidez y a la justicia que en El reina. Por ti es justificada la naturaleza humana, pecadora; condenada, se salva; esclava del pecado y del infierno, consigue la libertad; muerta, vuelve a la vida. Por ti se restaura y perfecciona esta ciudad bienaventurada del cielo. Por ti Dios, el Hijo de Dios, quiso ser obediente a su Padre hasta la muerte para bien nuestro; por eso, puesto en la cruz, recibió un nombre que está por encima de todo nombre. Por ti preparó su trono y restableció su reino.

En ti esté y de ti proceda mi gloria, por ti y en ti esté mi verdadera esperanza. Por ti queden borrados mis pecados; muera por ti mi alma a la vida vieja y resucite a una nueva vida de justicia. Concédeme, te ruego, que, lavado ya en el bautismo de los pecados en que fui concebido y naci, me purifiques de nuevo de los que he contraído después de nacer a esta segunda vida; de esa manera llegaré por ti a los bienes para los que fué creado el hombre, gracias al mismo Jesucristo, Nuestro Señor, el cual sea bendito por todos los siglos. Así sea.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Natividad de la Santísima Virgen María

 


DÍA DE ALEGRÍA. — Con muchísima razón la Iglesia nos hace decir hoy en un arranque de alegría: “Tu nacimiento, oh Virgen Madre de Dios, ha sido para el mundo entero un mensaje de consuelo y de alegría, pues de ti ha nacido Jesucristo, Sol de Justicia, nuestro Dios, que nos libertó de la maldición para darnos la bendición: y El mismo, al quedar triunfador de la muerte, nos ha procurado la vida eterna”.

Si vemos que el nacimiento de un niño llena de regocijo el hogar paterno aunque ignoran éstos su porvenir; si la Iglesia nos dice el 24 de junio que ese día es un día de alegría porque el nacimiento de San Juan Bautista nos da la esperanza del nacimiento de Aquel cuyos caminos viene a preparar, ¿qué alegría traerá al corazón de todos los que esperan la salvación y la vida, el ver llegar a este mundo a la que será la Madre del Redentor?

Por el Evangelio sabemos que el nacimiento Juan Bautista fué un contento para sus padres, para el pueblecito de Ain-Karim y para las aldeas vecinas. Del nacimiento de María nada sabemos, pero, si este nacimiento para muchísimos pasó inadvertido, si Jerusalén exteriormente permaneció indiferente, no ignoramos que este día es y continuará siendo no tan sólo para una ciudad o un pueblo, sino para el mundo entero y a lo largo de todos los siglos que se irán sucediendo, un día de incomparable alegría.

ALEGRÍA EN EL CIELO. — En el cielo hay alegría en la Santísima Trinidad: alegría en el Padre eterno, que se felicita del nacimiento de su Hija carísima, a la que va a hacer participante de su paternidad; alegría en el Hijo, que contempla la belleza sobrenatural de la que va a ser su Madre, de la cual tomará El su carne para rescatar al mundo; alegría en el Espíritu Santo, pues, como cooperadora en la obra de la concepción y encarnación del Verbo, María tenía que ser el Santuario inmaculado de aquella tercera persona. Hay alegría en los ángeles: con admiración ven que esta niña es la maravilla de las maravillas del Omnipotente; en Ella desplegó Dios más sabiduría, más poder y más amor que en todas las demás criaturas: de María hizo el espejo clarísimo en que se reflejan todas sus perfecciones; comprenden que María, por sí sola, da a su Criador más honra y gloria que todas sus jerarquías juntas y la saludan ya como a su Reina, como la gloria de los cielos, ornato del mundo celeste y del mundo terrestre.

ALEGRÍA EN EL LIMBO DE LOS JUSTOS. — Opina San Juan Damasceno que las almas detenidas en ios limbos tuvieron conocimiento de este feliz nacimiento y que Adán y Eva con una alegría que no habían conocido desde su pecado en el paraíso terrenal, exclamaron: “Bendita sea la hija que Dios nos prometió después de nuestra caída: de nosotros has recibido un cuerpo mortal; tú nos devuelves la túnica de inmortalidad. Nos llamas a nuestra primitiva morada; cerramos las puertas del paraíso; y ahora dejas expedito el camino del árbol de la vida”.

Otros escritores antiguos nos señalan a los patriarcas y los profetas que de lejos anunciaron y alabaron la venida de María, saludando en ella el cumplimiento por fin realizado de sus divinos oráculos.

ALEGRÍA EN LA TIERRA. — Finalmente, hubo también alegría en la tierra. Con los Santos podemos pensar sin ser temerarios que Dios concedió a las almas “que esperaban entonces la redención de Israel” un contento extraordinario, una alegría grave y religiosa que se insinuó en sus corazones y, sin podérselo explicar ellos, les dió como una convicción íntima de que la hora de la salvación del mundo estaba ya muy cerca.

Pero esta alegría fué sobre todo para los afortunados padres San Joaquín y Santa Ana. Como arrobados contemplaron a esta hijita esclarecida, que contra toda esperanza les concedía Dios al declinar de sus días. Y tal vez se preguntaron si acaso sería ella uno de los anillos de la línea, agraciada de donde tenía que salir el Rey que restableciese el trono de David y salvase a Israel. Su acción de gracias subió fervorosa hasta Dios, a quien sentían presente en su humilde morada. “Oh pareja felicísima, exclamaba San Juan Damasceno, toda la creación es deudora vuestra; pues, por vosotros, ofreció a Dios el don más preciado entre todos los dones, la Madre admirable, la única digna de El. ¡Dichoso tu seno, oh Ana, que llevó a la que llevará en el suyo al Verbo eterno, al que no puede ser encerrado en nada y traería la regeneración a todos los hombres! ¡Oh tierra, primero infecunda y estéril, de donde nació la tierra dotada de una maravillosa fecundidad: pues ella va a producir la espiga de vida que alimentará a todos los hombres! Felices tus pechos, porque amamantaron a la que daría el pecho al Verbo de Dios, a la nodriza de Aquel que sustenta al mundo…”.

MARÍA, CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA. — Así, pues, el nacimiento de la Santísima Virgen es causa de alegría, y la alegría es el sentimiento que todo lo absorbe y penetra en esta festividad. La Iglesia quiere que nos penetremos de esta alegría desbordante y triunfal. Y a ella nos invita en todo el oficio: “Celebremos el nacimiento de María, nos hace cantar desde el Invitatorio de Maitines, adoremos a Cristo, Hijo suyo y Señor nuestro”; y un poco después: “Celebremos con tierna devoción el nacimiento de la Santísima Virgen María para que interceda por nosotros cerca de Jesucristo. Con júbilo y tierna devoción celebremos el nacimiento de María”.

Si la Iglesia nos invita a la alegría, es debido a que la Virgen es Madre de la divina gracia y ya, en el pensamiento divino, la Madre del Verbo encarnado. Las palabras gracia y alegría tienen en griego la misma raíz; gracia y alegría van siempre a la par; se mide la una por la otra; María, por estar llena de gracia, lo está también de alegría para sí y para nosotros. En esta agraciada niña, aunque acaba de nacer, nos muestra la Liturgia a la Madre de Jesús; María es inseparable de su Hijo y sólo nace para El, para ser su Madre y para ser también nuestra Madre dándonos la verdadera vida, que es la vida de la gracia. Y, por eso, todas las oraciones de la Misa proclaman la maternidad de la Virgen María, como si no pudiese separar la Iglesia su nacimiento del nacimiento del Emmanuel.

EL LUGAR DEL NACIMIENTO DE MARÍA. — Pero ¿en qué lugar nació la Santísima Virgen? Una tradición antigua e ininterrumpida señala a Jerusalén, cerca de la piscina Probática, lugar donde hoy se levanta la Iglesia de Santa Ana. Allí precisamente, nos dice San Juan Damas- ceno, “en el aprisco paterno nació aquella de quien quiso nacer el Cordero de Dios”. Allí también fueron más tarde enterrados San Joaquín y Santa Ana; los Padres Blancos descubrieron el 18 de marzo de 1889 sus sepulcros al lado de la gruta de la Natividad. Por el siglo IX se construyó allí una iglesia; monjas benedictinas se establecieron en ella después de llegar los Cruzados a Palestina y continuaron hasta el siglo XV. Por esa fecha, una escuela musulmana reemplazó al monasterio, pero a continuación de la guerra de Crimea, el sultán Abdul-Madjid entregó la iglesia y la piscina probática a Francia, que había entrado victoriosa en Sebastopol el 8 de septiembre de 1855.

ORIGEN DE LA FIESTA.—La fiesta de la Natividad tuvo su origen en Oriente. La Vida del Papa Sergio (687-701) la cuenta ya entre las cuatro fiestas de la Santísima Virgen que existían entonces; y, por otra parte, sabemos que el emperador Mauricio (582-602) había prescrito su celebración juntamente con la Anunciación, la purificación y la Asunción. En Alemania introdujo esta fiesta San Bonifacio. Una bonita leyenda atribuía al santo obispo de Angers, Maurilio, la institución de esta fiesta: y, en efecto, tal vez introdujo una fiesta en su diócesis para cumplir el deseo de la Virgen, que hacia el año 430 se le apareció en las praderas de Marillais.

Chartres, por su parte, reclama para su obispo Fulberto (t 1028) una parte importante en la difusión de esta fiesta por toda Francia. El rey Roberto el Piadoso (o sus consejeros), quiso poner en música los tres bellos Responsorios Solem justitiae, Stirps Jesse, Ad Nutum Domini, en que Fulberto celebra la aparición de la estrella misteriosa de la que tiene que nacer el sol; la rama que brota del tronco de Jessé para producir la flor divina en que reposará el Espíritu Santo; la omnipotencia, en fin, que hace que nazca de Judea María, como del espino la rosa.


En la tercera sesión del primer concilio de Lyon, en 1245, Inocencio IV estableció para toda la Iglesia la Octava de la Natividad de la Santísima Virgen; así se daba cumplimiento al voto que él y los demás cardenales hicieron durante la vacante de diecinueve meses, que, resultado de las intrigas del emperador Federico II, acareó a la Iglesia la muerte de Celestino IV, y a la cual se puso fin con la elección de Sinibaldo Fieschi, después Inocencio.

En 1377, Gregorio XI, el gran Papa que acababa de romper las cadenas de la cautividad de Avignon, quiso completar las honras tributadas a María en el misterio de su nacimiento añadiendo una vigilia a la solemnidad; pero, sea porque sólo expresó un deseo sobre este particular, sea por otra causa cualquiera,, lo cierto es que de las intenciones del Papa se hizo caso poco tiempo en aquellos años agitados que siguieron a su muerte.

LA PAZ.— Como fruto de esta fiesta tan alegre, imploremos, con la Iglesia1 la paz, ya que parece huir cada vez más de estos desdichados tiempos. Precisamente Nuestra Señora vino al mundo en el segundo de los tres períodos famosos de paz universal en tiempo de Augusto; en el último de ellos acaeció el advenimiento del mismo Príncipe de la paz.

Al cerrarse el templo de Jano, del suelo en que se tenía que construir el primer santuario de la Madre de Dios en la Ciudad eterna, brotaba el aceite misterioso; los presagios se multiplicaban; el mundo vivía a la expectativa; el poeta cantaba: “¡He aquí que al fin llega la última edad anunciada por la Sibila, he aquí que comienza a abrirse la gran serie de los siglos nuevos, he aquí a la Virgen”!

En Judea se ha quitado el cetro a Judá; pero aquel mismo que se ha hecho dueño del poder, Herodes el Idumeo, continúa de prisa la restauración espléndida que permitirá al segundo Templo recibir de un modo digno dentro de sus muros al Arca Santa del Nuevo Testamento.

Es el mes sabático, el primero del año civil y séptimo del ciclo sagrado: el Tisri, en el que empieza el descanso de cada siete años y se anuncia el Año Santo del Jubileo; el mes más alegre, con su Neomenia solemne que hacen famosa las trompetas y los cantos, su ñesta de los Tabernáculos y la conmemoración de la terminación del primer Templo en tiempo de Salomón.

Finalmente, en el cielo, el astro del día acaba de dejar el signo del León (Leo) para entrar en el de la Virgen (Virgo). En la tierra, dos descendientes oscuros de David, Joaquín y Ana, dan gracias a Dios por haber bendecido su unión tanto tiempo infecunda.

CONMEMORACION DE SAN ADRIAN, MARTIR

Vela con los ángeles junto a la cuna de la Madre de Dios un Mártir ilustre. El Oriente fué el lugar de los combates de Adrián; su cuerpo, trasladado primeramente a Bizancio, lo fué des pués a la Ciudad eterna. La ciudad imperial enriquecida con el precioso depósito, supo hermanar magníficamente el homenaje debido a María en su nacimiento con el honor que se merecía el soldado heroico que ese mismo día es huésped suyo. El Papa Sergio I, ya desde el siglo VII, quiso que la iglesia de San Adrián fuese el punto de partida de la Letanía solemne que en esta fiesta de la Natividad y luego en la de la Purificación, Anunciación y Asunción de la Santísima Virgen, llevaba al pueblo romano desde el foro a Santa María la Mayor.

MISA

Entona la Iglesia el hermoso canto de Sedulio a la Madre de Dios; en efecto, la mira ya, y también el Altísimo, como a Madre, pues lo es por la predestinación antes de todos los siglos.

María corresponde también al saludo de la Iglesia con el canto de la Esposa, el salmo del epitalamio, que nunca resonó con tan perfecto sentido para ninguna otra alma como para la suya desde este primer día.

INTROITO

Salve, Santa Madre, que diste a luz al Rey que rige el cielo y la tierra por los siglos de los siglos. — Salmo: Brota de mi corazón una palabra buena: dedico mis obras al Rey. V. Gloria al Padre.

Se pide en la Colecta que el presente misterio desarrolle en nosotros la obra de la santificación y de la paz.

COLECTA

Suplicárnoste, Señor, concedas a tus siervos el don de la gracia celestial: a fin de que aquellos para quienes el parto de la Santa Virgen fué el origen de la salud, la votiva solemnidad de su Natividad les dé aumento de la paz. Por Nuestro Señor Jesucristo.

En las misas privadas, a continuación de la Colecta, Secreta y Poscomunión de la fiesta, se hace conmemoración de San Adrián.

ORACION

Suplicárnoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que celebramos el natalicio de tu santo mártir Adrián, seamos fortalecidos por su intercesión en el amor de tu nombre. Por Nuestro Señor Jesucristo.

EPISTOLA

Lección del Libro de la Sabiduría (Prov., VIII, 22-35).

El Señor me tuvo consigo al principio de sus obras, antes que al principio hiciese él cosa alguna. Desde la eternidad fui constituida, desde el comienzo, antes que fuese hecha la tierra. No existían aún los abismos y yo estaba ya concebida: no habían brotado aún las fuentes de las aguas: no estaban asentados aún en su grandiosa mole los montes: antes que los collados, fui dada a luz: aun no había criado la tierra, ni los ríos, ni los ejes del orbe de la tierra. Cuando él preparaba los cielos, yo estaba presente: cuando con ley fija encerraba él los mares dentro de su ámbito: cuando sujetaba en lo alto las nubes y equilibraba las fuentes de las aguas: cuando circunscribía al mar en sus términos e imponía ley a las aguas para que no traspasasen sus límites: cuando asentaba los cimientos de la tierra Con él estaba yo disponiendo todas las cosas: y me deleitaba todos los días jugueteando ante él todo el tiempo: jugueteando en el orbe de la tierra: siendo mis delicias estar con los hijos de los hombres. Ahora pues, hijos míos, oídme: Bienaventurados quienes siguen mis caminos. Atended al consejo y sed sabios, y no lo menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha y vela a mis puertas cada día y guarda las jambas de mis entradas. Quien me hallare, hallará la vida y alcanzará del Señor la salvación.

LA PREDESTINACIÓN DE MARÍA. — Junto a la cuna de los príncipes se suele pronosticar su futura grandeza, tejiendo a los recién nacidos una aureola de la gloria de los abuelos. Eso mismo hace hoy la Iglesia y mucho mejor. El Evangelio tiene que recordarnos la genealogía temporal del Mesías y la de aquella que hoy nace tan sólo para darle existencia a El; pero el origen en Dios del Hijo y de la Madre, nos lo acaba de comunicar antes el pasaje de los Proverbios que ha servido de Epístola. Antes que los collados y que la tierra, fui dada a luz, dice para los dos la Sabiduría eterna; cuando él preparaba los cielos, yo estaba presente.

¡Qué diferencia entre nuestra pobre humanidad que está sujeta al tiempo y percibe las cosas conforme a la serie de su evolución sucesiva, y Dios que las considera por encima del tiempo al que domina desde la eternidad, en el orden de mutua dependencia en que las colocó con vistas a la manifestación de su gloria! El comienzo para Dios, el principio de toda obra, está determinado por la razón. Ahora bien, el Altísimo no obra fuera de sí si no es para revelarse por su Verbo hecho carne, el cual, siendo hijo del Creador, lo quiso también ser de una Madre criada. El Hombre-Dios como fln, María como medio: tal es el motivo de las decisiones eternas, el porqué del mundo, la concepción fundamental en la que todo lo demás se ve a título de dependencia y en segundo plano.

¡Oh Señora nuestra, que te dignas llamarnos también hijos tuyos: nos sentimos felices de que en ti la bondad corra parejas con la grandeza! ¡Afortunado linaje el de los hombres, que estuvo alerta esperándote y al fin te encuentra: pues en ti están la salvación y la vida!

En el Gradual la Iglesia continúa cantando la maternidad virginal y divina, que es lo que hace glorioso a este día, en que nos es dada la Madre de Dios.

GRADUAL

Bendita y venerable eres, oh Virgen María: que, sin mancha del pudor, fuiste Madre del Salvador.
V. Oh Virgen, Madre de Dios: Aquel a quien todo el orbe no puede contener, se encerró, hecho hombre en tus entrañas.

Aleluya, aleluya. V. Eres feliz, oh sagrada Virgen María, y dignísima de toda alabanza: porque de ti nació el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios. Aleluya.

EVANGELIO

Comienzo del santo Evangelio según San Mateo (Mt., I, 1-16).

Libro de la generación de Jesucristo, Hijo de David, Hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac. E Isaac engendró a Jacob. Y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Y Judá engendró a Fares y a Zaran de Tamar. Y Fares engendró a Esrón. Y Esrón engendró a Arán. Y Arán engendró a Amínadab. Y Amínadab engendró a Naasón. Y Naasón engendró a Salmón. Y Salmón engendró a Booz de Rahab. Y Booz engendró a Obed de Ruth. Y Obed engendró a Jessé. Y Jessé engendró al rey David. Y el rey David engendró a Salomón de aquella que fué de Urías. Y Salomón engendró a Roboán. Y Roboán engendró a Abías. Y Abías engendró a Asa. Y Asa engendró a Josafat. Y Josafat engendró a Jorán. Y Jorán engendró a Ozías. Y Ozías engendró a Joatán. Y Joatán engendró a Acaz. Y Acaz engendró a Ezequías. Y Ezequías engendró a Manasés. Y Manasés engendró a Amón. Y Amón engendró a Josías. Y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos en la transmigración de Babilonia. Y, después de la transmigración de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel. Y Salatiel engendró a Zorobabel. Y Zorobabel engendró a Abiud. Y Abiud engendró a Elíacim. Y Elíacim engendró a Azor. Y Azor engendró a Sadoc. Y Sadoc engendró a Aquín. Y Aquín engendró a Eliud. Y Eliud engendró a Eleazar. Y Eleazar engendró a Matán. Y Matán engendró a Jacob. Y Jacob engendró a José, esposo de María, de la cual nació Jesús, que ge llama Cristo.

EL “MISTERIO” DE MARÍA. — María, de la que nadó Jesús: en estas palabras se encierra todo el misterio de Nuestra Señora; ellas expresan a partir de este día, según hemos visto, el título constitutivo de su ser natural y sobrenatural, así como Jesús, que había de nacer de María, ser hijo de la mujer e hijo de Dios, fué desde el principio el motivo secreto de toda la creación, cuyo misterio no debía revelarse hasta la plenitud de los tiemposs. Obra única, de la que extasiado decía el Profeta: Tu obra, oh Dios, tú la darás a conocer en medio de los años; el Santo vendrá de la montaña sombreada: los polos del mundo se inclinarán a los pasos de su eternidad. La montaña de donde a su tiempo tiene que venir el Santo, el Eterno, el Dominador del mundo, es la Santísima Virgen, a quien la virtud del Altísimo cubrirá con su sombra y cuya elevación sobrepuja ya en su nacimiento a todas las alturas del cielo o de la tierra.

Los tiempos ya se cumplieron. Desde el momento en que la Trinidad eterna salió de su reposo para crear, el cielo y la tierra, todas las generaciones del cíelo y de la tierra, como dice la Escritura, sentían dolores de parto por el día en que la Madre esperada nos diese al Hijo de Dios. Paralela a la línea que va de Abraham y de David hasta el mismo Mesías, todas las genealogías humanas preparaban a María la generación de los hijos adoptivos que Jesús, nacido de María, recibiría por hermanos.

Felicitemos con la Iglesia a Nuestra Señora por esta maternidad sublime que abarca en su eterna virginidad al Creador y a las criaturas.

OFERTORIO

Bienaventurada eres tú, oh Virgen María, que llevaste al Creador de todas las cosas: engendraste al que te hizo, y permaneces Virgen eternamente.

Acérquennos cada vez más al Hijo de María, que es al mismo tiempo Hijo de Dios, la maternidad de la Virgen y su virginidad consagrada por la maternidad; únannos en una pureza mayor al Sacrificio que está preparado en el altar para festejar este día.

SECRETA

Socórranos, Señor, la humanidad de tu Unigénito: para que, el que, naciendo de la Virgen, no disminuyó, antes consagró, la integridad de la Madre: nos purifique de nuestras manchas y, en la fiesta de su Natividad, te haga acepta nuestra oblación, Jesucristo, Nuestro Señor, que vive y reina contigo.

CONMEMORACION DE SAN ADRIAN

Aceptadas nuestras ofrendas y preces, suplicárnoste, Señor, nos purifiques con estos celestes Misterios y nos escuches clemente. Por Nuestro Señor Jesucristo.

En la Comunión, no olvidemos, en posesión ya del Señor, que debemos su venida a la bendita Niña que nació en este día, hace ya veinte siglos, para hacer ese don al mundo.

COMUNION

Bienaventuradas las entrañas de la Virgen María, que llevaron al Hijo del Padre eterno.

Quiera Dios que la repetición de esta santa fiesta no sea infecunda en nuestras almas, y que los Misterios adorables, en los que hemos tenido la suerte de tomar parte, logren alejar de nosotros el mal temporal y el mal eterno, como lo pide la Poscomunión.

POSCOMUNION

Hemos recibido, Señor, los votivos Sacramentos de esta anual festividad: haz, te suplicamos, que nos den los remedios de la vida temporal y los de la eterna. Por Nuestro Señor Jesucristo.

CONMEMORACION DE SAN ADRIAN

Suplicárnoste, Señor, Dios nuestro, hagas que, así como nos regocijamos en el culto temporal con la conmemoración de tus Santos, así nos alegremos de su perpetua visión. Por Nuestro Señor Jesucristo.

PLEGARIA A MARÍA NIÑA. — Este mundo nuestro, oh María, por fin te posee. Tu nacimiento le hace conocer cuál es su destino; le revela el secreto del amor que le sacó de la nada para hacerle palacio del Dios que residía encima de los cielos. Pero, ¿qué misterio es éste, por el que el pobre género humano, inferior a los ángeles en cuanto a la naturaleza, es elegido para dar un Rey y una Reina a los coros angélicos y a toda la creación? Al Rey pronto le adorarán los ángeles recién nacido en tus brazos; la Reina hoy la veneran y la admiran en la cuna como saben ellos admirar. Luceros de la mañana, estos nobles espíritus contemplaban al principio las manifestaciones de la Omnipotencia y alababan al Altísimo; pero su mirada nunca descubrió una maravilla igual a la que ahora los estremece; ven que Dios se refleja de un modo más puro bajo dé velos corporales, en la naturaleza frágil de una niña de un día, que no en el poder y en toda la esplendidez de sus nueve coros; ven a todo un Dios cautivo de la flaqueza unida mediante la gracia a tanto amor, que la convierte en punto culminante de su obra y ha decretado, por eso, manifestar en ella a su Hijo.

Reina de los Angeles, pero también nuestra; acéptanos la fidelidad y el homenaje. En este día en que el primer suspiro de tu alma santísima fué para el Señor y el primer sonreír de tus ojos para los padres que te trajeron al mundo, dígnese admitirnos la Bienaventurada Ana a besar de rodillas tu mano bendita, siempre pronta a las divinas larguezas de que es dispensadora predestinada. Y crece ahora, dulce niña; vayan tus pies fortaleciéndose para quebrantar la cabeza de la serpiente, se hagan tus brazos robustos para poder llevar el tesoro del mundo: el ángel y el hombre, toda la naturaleza, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo están esperando el momento solemne en el que Gabriel pueda echarse a volar desde los cielos saludándote llena de gracia y trayéndote el mensaje del amor.

 

viernes, 1 de septiembre de 2023

Santoral del Mes de Septiembre dedicado a honrar a Nuestra Señora de los Dolores

 


1.° DE SEPTIEMBRE: SAN GIL, ABAD

EL MISMO DÍA MEMORIA DE LOS DOCE HERMANOS MARTIRES

2 DE SEPTIEMBRE: SAN ESTEBAN, REY DE HUNGRIA

3 DE SEPTIEMBRE: SAN PIO X, PAPA Y CONFESOR

4 DE SEPTIEMBRE

5 DE SEPTIEMBRE: SAN LORENZO JUSTINIANO, CONFESOR

6 DE SEPTIEMBRE

7 DE SEPTIEMBRE

8 DE SEPTIEMBRE: LA NATIVIDAD DE LA SANTISIMA VIRGEN

9 DE SEPTIEMBRE: SAN GORGONIO, MARTIR y SAN PEDRO CLAVER, CONFESOR

10 DE SEPTIEMBRE: SAN NICOLAS DE TOLENTINO, CONFESOR

11 DE SEPTIEMBRE: SANTOS PROTO Y JACINTO, MARTIRES y CUARTO DIA DE LA OCTAVA DE LA NATIVIDAD

12 DE SEPTIEMBRE: EL DULCISIMO NOMBRE DE MARIA

13 DE SEPTIEMTRE: SEXTO DIA DE LA OCTAVA DE LA NATIVIDAD

14 DE SEPTIEMBRE: EXALTACION DE LA SANTA CRUZ

15 DE SEPTIEMBRE: LA FIESTA DE LOS DOLORES DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA

16 DE SEPTIEMBRE: SAN CORNELIO Y SAN CIPRIANO, MARTIRES

17 DE SEPTIEMBRE: FIESTA DE LAS SAGRADAS LLAGAS DE SAN FRANCISCO

18 DE SEPTIEMBRE: SAN JOSE DE CUPERTINO, CONFESOR

19 DE SEPTIEMBRE: SAN JENARO, OBISPO Y MARTIR Y SUS COMPAÑEROS MARTIRES

20 DE SEPTIEMBRE: VIGILIA DE SAN MATEO, APOSTOL y SAN EUSTAQUIO Y SUS COMPAÑEROS MARTIRES

21 DE SEPTIEMBRE: SAN MATEO, APOSTOL Y EVANGELISTA

22 DE SEPTIEMBRE: SANTO TOMAS DE VILLANUEVA, OBISPO Y CONFESOR y SAN MAURICIO Y SUS COMPAÑEROS MARTIRES

23 DE SEPTIEMBRE: SAN LINO, PAPA Y MARTIR y SANTA TECLA, VIRGEN Y MARTIR

24 DE SEPTIEMBRE: NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

25 DE SEPTIEMBRE

26 DE SEPTIEMBRE: SAN CIPRIANO, MARTIR Y SANTA JUSTINA, VIRGEN Y MARTIR

27 DE SEPTIEMBRE: LOS SANTOS COSME Y DAMIAN, MARTIRES

28 DE SEPTIEMBRE: SAN WENCESLAO, DUQUE Y MARTIR

29 DE SEPTIEMBRE: DEDICACION DE SAN MIGUEL, ARCANGEL

30 DE SEPTIEMBRE: SAN JERONIMO, SACERDOTE, CONFESOR Y DOCTOR DE LA IGLESIA