miércoles, 30 de marzo de 2022

Oración a San José del Papa León XIII




 A vos, bienaventurado San José, acudimos en nuestra tribulación,

y después de invocar el auxilio de vuestra Santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro patrocinio. Por aquella caridad que con la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, os tuvo unido y, por el paterno amor con que abrazasteis al Niño Jesús, humildemente os suplicamos volváis benigno los ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con vuestro poder y auxilio socorráis nuestras necesidades.


Proteged, oh providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la escogida descendencia de Jesucristo; apartad de nosotros toda mancha de error y corrupción; asistidnos propicio, desde el Cielo, fortísimo libertador nuestro en esta lucha con el poder de las tinieblas y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del inminente peligro de su vida, así, ahora, defended la Iglesia Santa de Dios de las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros protegednos con perpetuo patrocinio, para que, a ejemplo vuestro y sostenidos por vuestro auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzaren el Cielo la eterna felicidad.


Amén.

lunes, 28 de marzo de 2022

Intención de oración para cada día de la semana

 



Querido hermano católico te invito a que recuperes en tu hogar una de las más antiguas tradiciones cristianas

La Iglesia católica, como reparadora universal, se apresuró a destruir los dioses y desterrar sus nombres del lenguaje, y designó todos los días de la semana con una sola palabra, el de feria, palabra llena de profundo sentido, porque equivale a fiesta o descanso, ya sabemos por qué, y descanso porque todos los días de la vida deber ser de cesación del trabajo del pecado, del trabajo de la ruina y de desorden al que se entregaba el linaje humano como un delirante después de su caída, y bajo la esclavitud de Satanás. El primer día de la semana se llamó, en la lengua de la Iglesia, día del Señor, o primera feria; el lunes, segunda feria (dedicado a honrar al Espíritu Santo “para implorar su asistencia al principiar las tareas de la semana”); el martes, el miércoles, el jueves y el viernes, tercera cuarta, quinta y sexta ferias: el séptimo día conservó el nombre de sábado, que quiere decir descanso, y recuerda las tradiciones judaicas y el descanso del Señor después de la creación.

A continuación encontrarás una oración diferente para cada día de la semana basada en las oraciones de las Misas Votivas en el actual Misal Romano.

Domingo, día del Señor o primera feria: La fiesta del Señor



Lunes o segunda feria: Dedicado a honrar al Espíritu Santo y a los fieles difuntos

Dios Padre, que has enviado al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu de santificación para revelar a los hombres tu misterio admirable, concédenos que, al profesar la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la Unidad de tu majestad omnipotente.

Martes o tercera feria: Dedicado a honrar a los ángeles, en especial al Ángel custodio.


Oh, Dios, que en tu providencia inefable te has dignado enviar a tus santos ángeles para nuestra custodia, concede, a los que te suplicamos, ser defendidos siempre por su protección y gozar eternamente de su compañía.

Oh, Señor, bajo la fiel protección de tus Ángeles, haz que avancemos con valentía a lo largo del camino de la salvación.



Miércoles o cuarta feria: Dedicado a honrar a san José


O Dios, que con inefable providencia elegiste a san José como esposo de la Madre de tu Hijo, concédenos la gracia de tener como intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra.

Renovados con este sacramento de vida, te suplicamos, Señor, que, por el ejemplo y la intercesión de san José, tu servidor fiel y obediente, vivamos siempre consagrados a ti en justicia y santidad.


Jueves o quinta feria: Dedicado a honrar la Eucaristía


O Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.

Concede, Señor, a tu Iglesia, el don de la paz y la unidad, significado en las ofrendas sacramentales que te presentamos.


Viernes o sexta feria: Dedicado a honrar la Pasión de Jesucristo


Dios todopoderoso, al celebrar la solemnidad del Corazón de tu Hijo unigénito, recordamos los beneficios de su amor para con nosotros; concédenos recibir de esta fuente divina una inagotable abundancia de gracia.

Mira, Señor, el amor del Corazón de tu Hijo, para que los dones que te ofrecemos sean agradables a tus ojos y sirvan para el perdón de nuestras culpas.


Los fieles tienen costumbre de añadir a las tres de la tarde de este día a la abstinencia la recitación de cinco Padre nuestros y cinco Ave María, en honor de las cinco llagas de Nuestro Señor.



Sábado: Dedicado a honrar a la Virgen María


 Santo Tomás: 
"Guardamos el sábado en veneración de la gloriosa Virgen en la cual en tal día permaneció toda la fe".

Dios misericordioso, que quisiste que tu Hijo unigénito proclamara desde la cruz como Madre nuestra a su propia Madre, haz que tu Iglesia, por la intercesión maternal de santa María, crezca cada día en santidad y atraiga a su seno a todas las naciones.

Convierte, Señor, en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, estos dones que te presentamos, y haz que este memorial de nuestra redención, nos inflame en el amor que te profesó santa María, Madre de la Iglesia, y nos asocie íntimamente, como ella, en la obra de la salvación de la humanidad.



Hermano católico recupera también la devoción de dedicar los Primeros días  de Cada Mes. 


viernes, 25 de marzo de 2022

Oración de Petición a la Santísima Virgen Madre del Verbo Encarnado

 


Virgen santísima, Madre del Verbo encarnado, tesoro de la gracia y refugio de nosotros miserables pecadores, con fe viva recurrimos a tu amor maternal, y te pedimos la gracia de hacer siempre la voluntad de Dios y la tuya. En tus santísimas manos ponemos nuestro corazón, y te pedimos salud del cuerpo y del alma; y como tenemos la segura esperanza de que tú, Madre nuestra amantísima, nos escucharás, te decimos con fe viva:


Ave María, tres veces 

Oremos

¡Defiende, te suplicamos, oh Señor! por intercesión de María santísima, siempre virgen, a los siervos tuyos de toda enfermedad; y dígnate misericordiosamente protegerlos, postrados en la sinceridad de sus corazones ante Ti, contra las asechanzas del enemigo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.


(Indulgencia de 100 días, una vez al día. León XII, n de agosto de 1824. 

Oración para pedir la Bendición de Nuestra Señora

 


Bendíceme oh Hija del Padre Eterno, y obtén para mí la gracia de nunca ofender a mi Dios con mis pensamientos. Bendíceme, oh Madre del Hijo Eterno, y ruega que nunca ofenda a mi Dios con mis palabras. Bendíceme, oh Esposa del Espíritu Eterno, y por tu intercesión obtén para mí que nunca ofenda a mi Dios con mis acciones u omisiones. ¡Bendíceme, oh Santuario de la Santísima Trinidad! Ora por mí para que pueda amar y servir a mi Dios con todo mi corazón y alma, y que pueda disfrutarlo para siempre en el más allá. Oh María, recíbeme como a tu hijo por amor a Jesús, quien me confió a tu cuidado en su agonía en la cruz. Amén." Dulce Corazón de María, sé mi salvación.


(Indulgencia: 300 días) 

La Anunciación de la Santísima Virgen María

 




LA IMPORTANCIA DE ESTE DÍA. — Este día es grande en los anales de la humanidad, aún en los ojos de Dios: pues es el aniversario del acontecimiento más solemne que se haya cumplido en el tiempo. El Verbo divino, por el cual el Padre creó al mundo, se hizo carne en el seno de una virgen y habitó entre nosotros ‘. Adoremos la grandeza del Hijo de Dios que se humilló; demos gracias al Padre “que amó al mundo hasta darle su Hijo único 2 y al Espíritu Santo cuya virtud todopoderosa obró tan profundo misterio.” En este tiempo tenemos aquí un preludio de las alegrías de Navidad; dentro de nueve meses el Emmanuel concebido en este día, nacerá en Belén y los conciertos de los ángeles nos convidarán a celebrar este nacimiento.

1 Juan, I, 14. 2 Ibíd., III, 16.

LA PROMESA DEL REDENTOR. — Durante la semana de Septuagésima contemplamos la caída de nuestros primeros padres y oímos la voz de Dios pronunciando la triple sentencia contra la serpiente, contra la mujer y en último lugar contra el hombre. Sin embargo de eso una esperanza se ha cobijado en nuestra alma; entre los anatemas ha brillado una promesa divina, como aurora de la salvación. ¡El Señor irritado dijo a la serpiente infernal que un día su cabeza orgullosa será aplastada por el pie de una mujer.

Su CUMPLIMIENTO. — Llegó por el momento en que el Señor va a cumplir su antigua promesa. Durante miles de años el mundo estuvo esperando y a pesar de sus crímenes y maldades, esta esperanza no se apagó nunca. En el curso de los siglos la misericordia divina multiplicó los milagros, las profecías y las figuras para recordar el contrato que se dignó hacer con el hombre. La sangre del Mesías pasó de Adán a Noé; de Sem a Abrahán, Isaac y Jacob; de David y Salomón a Joaquín; ahora corre por las venas de María, hija de Joaquín. María es la mujer por la cual debe ser levantada la maldición que pesa sobre nuestra raza. Al crearla el Señor inmaculada, constituyó con esto una enemistad irreconciliable entre ella y la serpiente y, en este día, esta hija de Eva va a reparar la caída de su madre; a levantar a su sexo de la humillación en que se ha visto hundido, y cooperar directa y eficazmente a la victoria que el Hijo de Dios ha obtenido en persona sobre el enemigo de su gloria y de todo el género humano.

LA ANUNCIACIÓN. — La tradición y luego la Iglesia, señaló el 25 de Marzo como el día en que se va a cumplir el misterio María, sola, en el recogimiento de la oración, ve aparecer delante de ella al [Arcángel bajado del cielo, que viene a recibir su consentimiento, en nombre de la Santísima Trinidad. Asistamos a la entrevista del Angel con María y retrasemos al mismo tiempo nuestro pensamiento a los primeros días del mundo. San Ireneo, obispo mártir del siglo n, fiel eco de la doctrina de los Apóstoles, nos enseñó a comparar esta tan sublime escena con la que tuvo lugar en el paraíso terrenal2.

EN EL PARAÍSO TERRENAL. — En el jardín de las delicias hay una virgen que se encuentra en presencia de un ángel y un coloquio se establece entre ellos. En Nazaret una virgen es igualmente interpelada por un ángel y se entabla entre ellos un diálogo; mas el ángel del paraíso terrenal es un ángel de las tinieblas y el de Nazaret un espíritu celestial. En los dos encuentros es el ángel el que toma la palabra. “¿Por qué, dice el espíritu maldito a la primera mujer, Dios os ha mandado no comáis de todos los árboles de este jardín?” En esta pregunta repentina se siente ya la provocación al mal, el desprecio, el odio contra la débil criatura en la cual Satanás va persiguiendo a Dios.

i S. A/justín1, La Trinidad, I. IV, c. V. 1 “contra las herejías” I. V, c. XIX.

EN NAZARET. — Ved al contrario al ángel de la luz. ¡Con qué dulzura, con qué paz se acerca a la nueva Eva! ¡Con qué respeto se inclina ante esta hija de los hombres! “Salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres.” ¡Quién no reconoce el acento celestial en estas palabras donde todo respira dignidad y paz! Mas continuemos el paralelismo.

EVA. — La mujer del Edén, imprudente, escucha la palabra del seductor y se apresura a responder. La curiosidad la mete en una conversación con aquel que la invita a escudriñar los decretos de Dios. Ella no tiene desconfianza delante de la serpiente que la está hablando; más tarde desconfiará del mismo Dios.

MARÍA. — María ha oído la palabra de Gabriel; mas esta virgen, muy prudente, como la llama la Escritura, permanece silenciosa. Se pregunta de donde pueden venir estos elogios hechos a su persona. La más pura, la más humilde de las vírgenes, tiene miedo de la alabanza; y el enviado celestial no obtendrá de ella una palabra hasta que él no haya aclarado su misión. “No temas, oh María, dice el ángel a la nueva Eva, pues has encontrado gracia delante del señor. He aquí que concebirás y darás a luz un hijo a quien llamarás Jesús. Será grande y será llamado el Hijo del Altísimo y el Señor le dará el trono de David su Padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reinado no tendrá fin.” ¡Qué magníficas promesas bajadas del cielo por parte de Dios! ¡Qué objeto más digno de la ambición de una hija de Judá, que conoce la gloria de que debe estar rodeada la madre del Mesías! Sin embargo, María no es tentada por tanto honor. Consagró su virginidad para siempre a Dios, a fin de estarle más unida con el amor. El destino, que ella no podría alcanzar más que violando este pacto sagrado, no puede conmover su alma. ¿Cómo puede suceder esto, responde ella, ya que he prometido guardar virginidad?

EVA. — La primera mujer no manifiesta por el contrario esa calma, ese desinterés; apenas el ángel perverso la aseguró que puede violar el mandato de su divino bienhechor, sin llegar con todo a morir, y que el premio de su desobediencia será entrar en posesión de la ciencia divina, cuando ella queda subyugada. El amor propio la ha hecho olvidar en un momento el deber y el reconocimiento; se siente feliz de verse libre lo más pronto posible de ese lazo que la tiene aprisionada.

MARÍA. — Tal fué el modo de obrar de la mujer que nos perdió; mas ¡cuán diferente aparece esta otra mujer que debía salvarnos! La primera, cruel para con su posteridad, no se preocupa más que de sí misma; la segunda, por el contrario, se olvida de sí misma, para no pensar más que en los derechos que Dios tiene sobre ella. El ángel, admirado de tanta fidelidad, termina por revelarla por completo el, plan divino. “El espíritu Santo, la dice, descenderá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y por eso el que de ti va a nacer será llamado Hijo de Dios. Isabel tu prima ha concebido ya un hijo a pesar de su vejez; y este es el sexto mes para ella la llamada estéril, pues para Dios no hay nada imposible.” El ángel interrumpe aquí su discurso y espera, en el silencio, la resolución de la Virgen de Nazaret.

LA DESOBEDIENCIA DE EVA. — Volvamos ahora nuestras miradas a la virgen del Edén. Apenas ha dejado de hablar el espíritu infernal, cuando ella ya ha echado una mirada codiciosa sobre el fruto prohibido; aspira a la independencia cuya posesión le va a conceder este fruto tan deleitable. Su mano desobediente se va alargando para atraparlo; lo coge, lo lleva ávidamente a su boca, y, en el mismo momento, la muerte toma posesión de ella; muerte del alma por el pecado, que apaga la luz del alma; muerte del cuerpo que, privado del don de la inmortalidad, se convierte ahora en un objeto de vergüenza y de confusión, mientras espera el momento en que se convertirá en polvo.

LA OBEDIENCIA DE MARÍA. — Retiremos los ojos de este triste espectáculo y volvamos a Nazaret. María ha recogido las últimas palabras del ángel; la voluntad del cielo es ahora bien clara para ella. Esta le asegura que le está reservada la dicha de sentirse Madre de Dios, mientras su virginidad permanece intacta. Entonces María se somete con obediencia perfecta y dice al enviado celestial: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.” De este modo la obediencia de la segunda Eva repara la desobediencia de la primera, pues tan pronto como la virgen de Nazaret dijo: que se haga en mí, FIAT, el Hijo eterno de Dios, que, según el decreto divino, esperaba esta palabra, se hace presente por obra del Espíritu Santo, en el seno de María y comienza allí una vida humana. Una virgen llega a ser madre y Madre de Dios. El consentimiento de esta virgen a la voluntad soberana la hace fecunda por la virtud del Espíritu Santo. ¡Misterio sublime que establece las relaciones de hijo y de madre entre el Verbo Eterno y una criatura, y proporciona al Todopoderoso un medio digno de asegurarla el triunfo contra el espíritu maligno cuya audacia y perfidia parecían haber prevalecido hasta entonces contra el plan divino!

LA DERROTA DE SATANÁS. — Jamás ha habido derrota tan humillante y completa como la que sufrió Satanás en este día. El pie de la mujer, de quien se creía una victoria tan fácil, pesa ahora con toda su fuerza sobre su cabeza orgullosa ya aplastada. Eva se levanta en su hija para aplastar a la serpiente. Dios no ha querido escoger al hombre para esta venganza; la humillación de Satanás no hubiera sido tan vergonzosa. Es la primera presa del infierno, su víctima más débil, la más desarmada, la que el Señor dirige contra este enemigo. Por el precio de un triunfo tan alto la mujer dominará desde ahora no solamente los ángeles rebeldes sino también sobre toda la raza humana; aún más sobre todas las jerarquías de espíritus celestiales, desde lo alto de su trono, María Madre de Dios domina sobre toda la creación. En el fondo de los infiernos Satanás rugirá con eterna desesperación, pensando en la desdicha de haber dirigido sus primeros ataques contra un ser frágil y crédulo a quien Dios vengó tan magníficamente; y en lo alto de los cielos los Serafines y Querubines levantarán sus miradas hacia María, ambicionarán una sonrisa y se sentirán felices de cumplir los menores deseos de la Madre de Dios y de los hombres.

SALVACIÓN DE LA HUMANIDAD. — Por esto nosotros, hijos de la raza humana, arrancados de los dientes de la serpiente por la obediencia de María, saludamos hoy la aurora de nuestra libertad. Tomando las palabras del cántico de Débora, donde ésta, tipo de María victoriosa, canta sus triunfos sobre los enemigos del pueblo santo, nosotros decimos: “La raza de los fuertes había desaparecido de Israel hasta el día en que se levantó Débora, hasta el día en que apareció ella, la madre de Israel. El señor inauguró un nuevo género de combate, fuerza las puertas de sus enemigos'”. Prestemos oído y escuchemos también a través de los siglos a Judit, esta otra mujer victoriosa: “Alabad al Señor, nuestro Dios que no abandona a los que esperan en El; antes por la mano de su sierva ha cumplido la misericordia prometida a Israel; por mi mano inmoló esta noche al enemigo de su pueblo. El Señor omnipotente los aniquiló por la mano de una mujer”2.

MISA

La Santa Iglesia toma la mayor parte de los cantos del santo Sacrificio del Salmo LIV que celebra la unión del Esposo con la Esposa. En el Introito saluda a María como a reina del género humano, delante de la cual debe inclinarse toda criatura. La virginidad ha preparado en María a la Madre de un Dios; esta virtud será imitada en la Iglesia y todos los siglos verán a numerosas vírgenes seguir los pasos de la que es su madre y modelo.

1 Jueces, V, 7. 8. 2 Judit, XIII, 17, 18; XVI, 7,

INTROITO Implorarán tu favor todos los ricos del pueblo: serán presentadas al Rey las vírgenes después de ella: sus compañeras serán presentadas^ con alegría y con júbilo. (T. P. Aleluya, aleluya.) —Salmo: Brota de mi corazón una palabra buena: dedico mis obras al Rey. y. Gloria al Padre.

En la Colecta la Iglesia se gloría de su fe en la maternidad divina y reclama, por este título, la intercesión todopoderosa de María cerca de Dios. Este dogma es la base de nuestras creencias, el fundamento del misterio de la Encarnación.

COLECTA Oh Dios, que, al anuncio del Angel, quisiste que tu Verbo tomase carne en el seno de la Bienaventurada Virgen María: concédenos, a los que te suplicamos, la gracia de que, ya que la creemos a ella verdadera Madre de Dios seamos ‘ayudados ante ti por su intercesión. Por el mismo Señor.

EPISTOLA Lección del Profeta Isaías. En aquellos días habló el Señor a Ácaz, diciendo: Pide para ti una señal del Señor, tu Dios, ya del profundo del infierno, ya de lo más alto de los cielos. Y respondió Acaz: No la pediré, y no tentaré al Señor. Dijo entonces (Isaías): Oíd, pues, ahora, casa de David:¿Os parece poco el ser molestos a los hombres, que también queréis serlo a mi Dios? Por eso, el mismo Señor os dará una señal: He aquí que una virgen concebirá, y parirá un hijo, y(será su nombre Emmanuel. Comerá manteca y miel, para que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno. La plenitud de los tiempos ha llegado; una antigua tradición ha dado la vuelta al mundo: que una, virgen llegaría a ser madre. En este día en que se cumplió este misterio, reverenciemos el poder del Señor y su fidelidad a sus promesas. El autor, de las leyes de la naturaleza las suspende para obrar por sí mismo; la virginidad y la maternidad se unen en una , misma criatura. Una virgen no podría dar a luz más que a un Dios: y el hijo de María se llamará Emmanuel, Dios con nosotros.

DIOS CON NOSOTROS. — Adoremos, en su debilidad ¿voluntaria, al creador del mundo visible e invisible; quiere en adelante que toda criatura confiese, no solamente su grandeza infinita sino también la verdad de esta naturaleza humana que se dignó tornar para salvarnos. A partir de este momento se le puede llamar con propiedad el Hijo del hombre; nueve meses permanece(en el Seno materno como las demás criaturas; cómo ellas ,después de su nacimiento tomará leche y miel y santificará todos los estados, <de la humanidad; pues es el hombre nuevo que se, dignó bajar del cielo para suplantar al antiguo. Sin perder nada de su dignidad viene a soportar todas las condiciones de nuestra naturaleza enferma y limita con el fin de hacernos a su vez participantes de la naturaleza divina’. En el gradual la Iglesia canta la hermosura del Emmanuel, su reino y el poder de su brazo; pues viene humilde para levantarse en la gloria: desciende para combatir y triunfar.

GRADUAL La gracia está pintada en tus labios: por eso te bendijo Dios para siempre. 7. Reina con verdad, y con mansedumbre, y con justicia: y tu diestra obrará maravillas.

La Iglesia continúa empleando el mismo cántico en el Tracto para cantar las grandezas de María Virgen y Madre. El Espíritu Santo la amó por su belleza incomparable, la cubre con su sombra y ella concibe de un modo divino. ¿Qué gloria es comparable a la de María en quien se complace la Trinidad entera? En el orden de la creación el poder de Dios no producirá nada más elevado que una Madre de Dios. David nos muestra su lejana descendencia recibiendo los homenajes de los grandes de la tierra y rodeada de una corte compuesta por entero de vírgenes, cuyo modelo y reina es ella. Este día es también el triunfo de la virginidad que se ve elevada hasta la maternidad divina; en este día María libra a su sexo de la esclavitud y le abre el camino hacia todas las grandezas.

1 S. Pedro, I, 4.

TRACTO Oye, hija, y mira, e inclina tu oído: porque el Rey se ha prendado de tu belleza. 7. Implorarán tu favor todos los ricos del pueblo: las hijas de los reyes serán tu cortejo. 7. Serán presentadas al Rey las vírgenes después de ella: sus compañeras serán presentadas a ti. 7. Serán presentadas con alegría y con júbilo: serán llevadas al palacio del Rey. 

EVANGELIO Continuación del santo Evangelio según S. Lucas. En aquel tiempo el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un varón, llamado José, de la casa de David: y el nombre de la Virgen era María. Y, entrando a ella el Angel, dijo: Salve, llena de gracia: el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le oyó, se turbó de sus palabras, y pensaba qué saludo fuese aquél. Entonces le dijo el Angel: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: he aquí que concebirás en tu seno, y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará eternamente en la casa de Jacob, y su reinado no tendrá fin. Dijo entonces María al Angel: ¿Cómo sucederá eso? Porque no conozco varón. Y, respondiendo el Angel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y, por eso, lo Santo, que nacerá de ti, se llamará Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, ha concebido también en su vejez un hijo, y, la que se llamaba estéril, está ya en el sexto mes. Porque para Dios no hay nada imposible. Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra.

ACCIÓN DE GRACIAS. — Con estas últimas palabras, oh María, nuestra suerte está determinada. Tú consentiste al deseo del cielo; y tu consentimiento asegura nuestra salvación. ¡Oh Virgen! ¡Oh Madre! Bendita entre las mujeres, recibe con los homenajes de los ángeles las acciones de gracias del género humano. Has reparado nuestra ruina, has levantado nuestra naturaleza pues eres el trofeo de la victoria del hombre sobre su enemigo. “Alégrate, padre Adán; y tú, madre Eva, salta de júbilo, porque así como fuisteis padres de todos, así fuisteis de todos homicidas, y, lo que es peor, primero homicidas que padres; consolaos con esta hija, y tal hija; pero alégrese Eva sobre todo, pues de ella primero nació el mal, pasando su oprobio a todas las mujeres. Porque ya se acerca el tiempo en que se quitará el oprobio y no podrá ya quejarse el hombre de la mujer. Aquél pretendiendo excusarse imprudentemente a sí mismo, no dudó acusarla con dureza diciendo: La mujer que me diste dióme del fruto del árbol y comí. Por tanto, corre Eva a María; corre a tu Hija. Ella responderá por ti, levantará tu oprobio, satisfará al Padre por su madre; pues ha dispuesto Dios que, ya que el hombre no cayó sino por la mujer, tampoco sea levantado sino por la mujer. ¿Qué es lo que decías, Adán? La mujer que me diste dióme del fruto del árbol y comí. Palabras maliciosas son éstas, que acrecientan tu culpa en vez de borrarla. Mas la Sabiduría ha vencido a la malicia, pues, aunque malograste la ocasión que Dios quería darte para el perdón de tu pecado cuando te preguntó, ha hallado en el tesoro de su inagotable piedad medios para borrar tu culpa. Te da otra mujer por ésa mujer, una prudente por esa fatua, una humilde por esa soberbia; la cual, en vez del árbol de la muerte, te dará el alimento de la vida; en vez de aquel venenoso y amargo bocado, te traerá la dulzura del fruto eterno. Por tanto, muda las palabras de la injusta acusación en alabanzas y acción de gracias a Dios y dile: “Señor, la mujer que me diste, dióme del fruto del árbol de la vida y comí; y ha sido más dulce que la miel para mi paladar, porque en él me has dado la vida'”. En el Ofertorio saludamos a María con las palabras del ángel unidas a las de Isabel cuando esta se inclina delante de la Madre de Dios.

OFERTORIO Salve, María, llena de gracia: el Señor es contigo: bendita tu entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. La Iglesia rinde nuevo homenaje en la Secreta al dogma de la Encarnación, confesando la realidad de las dos naturalezas, divina y humana, en Jesucristo Hijo de Dios e Hijo de María.

i San Bernardo, 2.» Homilía sobre Missus est.

SECRETA Suplicárnoste, Señor, confirmes en nuestras almas los Sacramentos de la verdadera fe: para que, los que confesamos verdadero Dios y hombre al concebido de la Virgen, por el poder de su salvadora resurrección, merezcamos conseguir la eterna alegría. Por el mismo Señor.

La solemnidad de la fiesta obliga hoy a la Iglesia a suspender el Prefacio de Cuaresma, substituyéndole por el que se emplea en las Misas de la Santísima Virgen.

PREFACIO Es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable que, siempre y en todas partes, te demos gracias a ti, Señor santo, Padre omnipotente, eterno Dios. Y que te alabemos, bendigamos y prediquemos en la (Anunciación) de la Bienaventurada siempre Virgen María. La cual concibió a tu Unigénito por virtud del Espíritu Santo: y, permaneciendo (en ella) la gloria de la virginidad, dió al mundo la Luz eterna, a Jesucristo, nuestro Señor. Por quien a tu majestad alaban los Angeles, la adoran las Dominaciones, la temen las Potestades. Los cielos, y las Virtudes de los cielos, y los santos Serafines la celebran con igual exultación. Con los cuales, te suplicamos, admitas también nuestras voces, diciendo con humilde confesión: Santo, Santo, Santo, etc.

La antífona de la Comunión reproduce las palabras del oráculo diving, ya leídas en. la Epístola. Una virgen ha concebido y dado a luz al Pan vivo descendido del cielo por el cual Dios está con nosotros y en nosotros.

COMUNION He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo: y se llamará su nombre Emmanuel. En la Poscomunión la Iglesia recuerda en acción de gracias todos los misterios que por nuestra salvación son la derivación del gran suceso de este día. Después de la Encarnación, donde tuvo lugar la unión del Hijo de Dios con la naturaleza humana, hemos celebrado la Pasión de este divino Redentor seguida a sú vez de su Resurrección, por medio de la cual triunfó de la muerte, nuestra enemiga.

POSCOMUNION Suplicárnoste, Señor, infundas tu gracia en nuestras almas: para que, los que, por el anuncio del Angel, conocimos la encarnación de tu Hijo, lleguemos, por su pasión y cruz, a la gloria de la resurrección. Por el mismo Señor.

EL ANGELUS. — No podemos terminar esta jornada sin recordar y recomendar la piadosa y saludable institución que la cristiandad solemniza cada día en todo el mundo católico, en honor del misterio de la Encarnación y de la divina Maternidad de María. Tres veces al día, por la mañana, por el mediodía y por la tarde, se oye la campana para que los fieles se unan al ángel Gabriel que saluda a María, y celebra el momento en que el propio Hijo de Dios se dignó encarnarse en ella. Desde la Encarnación del Señor, su nombre ha resonado en el mundo entero; es grande desde el Oriente hasta el Occidente; grande es también el de su Madre. De aquí se ha originado la necesidad de formar una oración que sirviera de acción de gracias ordinaria para con el misterio de la Encarnación que ha dado al Hijo de Dios a los hombres. Encontramos las huellas de esta costumbre en el siglo xrv cuando Juan XXII abre el tesoro de las .indulgencias en favor de los fieles que reciten el Ave María, por la tarde, al oír el sonido de la campana destinada a dirigir sus pensamientos hacia la Madre de Dios. En el siglo xv vemos en la SUMA de San Antonino que este toque de campana tenía ya lugar en Toscana, Hay que esperar hasta principio del siglo xvi para encontrar en un documento francés, citado por Mabillón, que el sonido de mediodía venía a unirse al que ya se hacía a la salida y puerta del sol. En esta forma aprobó León X esta devoción en 1513 para la abadía de San Germán de los Prados en París. Desde entonces la cristiandad entera la aceptó con todas sus adiciones; los papas multiplicaron las indulgencias; además de las que dieron Juan XXII y León X, el siglo XVIII vió publicar las de Benedicto XIII; y tan grande pareció la importancia de esta práctica que Roma determinó que durante el año del jubileo, en el que cesaban todas las indulgencias, excepto aquellas que se ganaban por la peregrinación a Roma, las tres salutaciones recitadas en honor de la Virgen continuasen exhortando a los fieles a seguir unidos en la glorificación del Verbo hecho carne. En cuanto a María parece como que el Espíritu Santo había ya indicado de antemano los tres términos de esta práctica invitándonos a celebrarla dulce “como la aurora”, al levantarse, resplandeciente “como el sol” por el mediodía, y bella “como la luna” al anochecer.

PLEGARIA AL EMMANUEL. — ¡ Oh Emmanuel, Dios con nosotros “Te propusiste el rescate del hombre; con este fin descendiste al seno de una virgen para tomar en él nuestra naturaleza.” El género humano saluda hoy tu advenimiento. Verbo eterno del Padre, no ha sido bastante para Ti el haber sacado al hombre de la nada por tu poder; tu inagotable bondad viene siguiéndole hasta en el abismo de la degradación donde se sumergió. Por el pecado el hombre había caído por debajo de sí mismo; y con el fin de hacerle remontar a los destinos divinos, para los cuales le habías creado, has venido en persona a revestirte de su substancia y a volver a elevar hasta Ti. En Ti, hoy y por siempre, Dios se hace hombre y el hombre Dios. Cumpliendo las promesas del cántico, te uniste a la naturaleza humana, y fué en el seno virginal de la hija de David donde celebraste tus desposorios. ¡Oh abajamiento incomprensible, oh gloria inenarrable!; el anonadamiento 1 está reservado para el Hijo de Dios; la gloria para el hijo del hombre. De este modo es como nos amas, oh Verbo Divino* y como tu amor triunfó de nuestra miseria. Dejaste a los ángeles rebeldes en el abismo abierto por su orgullo; mientras tu piedad se posó sobre nosotros. Mas no es por una de tus miradas como nos has salvado; ha sido viniendo a esta tierra manchada a tomar la naturaleza de esclavo * y comenzar una vida de humillación y de dolores. Verbo hecho carne, que descendistes del cielo para salvar y no para juzgar \ Te adoramos, Te damos gracias, Te amamos, haznos dignos de todo aquello que tu amor Te ha hecho emprender por nosotros.

1 Filipenses, II, 7. 2 Ibíd. 3 S. Juan, XII, 47.

PLEGARIA A MARÍA. — Te saludamos, oh María, llena de gracia en este día en que gozas del honor que te estaba destinado. Por tu incomparable pureza has atraído las miradas del soberano Creador de todas las cosas, y por tu humildad le has atraído a tu seno; su presencia en ti acrecienta más todavía la santidad de tu alma y la pureza de tu cuerpo. ¡Con qué delicias sentiste a este Hijo de Dios vivir de tu vida, sacar de tu substancia ese nuevo ser que El viene a tomar por nuestro amor! Ya se ha formado entre ti y El ese lazo que tú sola has conocido; El es tu Hijo y tú eres su Madre. Que toda rodilla se incline delante de ti ¡oh Madre!, pues El es el Dios del cielo y de la tierra; aún más, que toda criatura se posterne delante de ti; pues tú le llevaste en tu seno, tú le amamantaste. Sola tú entre todos los seres puedes decirle como el Padre celestial: “¡Hijo mío!” Oh mujer incomparable, eres el supremo esfuerzo del poder divino; recibe la humilde sumisión de la raza humana. Ella se glorifica aún en presencia de los ángeles: su sangre es la tuya, y tu naturaleza-la suya. ¡Nueva Eva, hija de la antigua, más inmaculada! Por tu obediencia para con los decretos divinos, has salvado a tu madre y a toda su raza; has establecido en la inocencia primitiva a nuestro padre y a toda su familia. El Salvador que llevaste nos asegura todos estos bienes; por ti El viene a nosotros; sin El permaneceríamos en la muerte, sin ti El no podía rescatarnos; El saca de ti esa sangre preciosa que será nuestra Redención. (Su poder protegió su pureza en el momento de tu Concepción inmaculada y llega a ser la sangre de un Dios por la unión que se lleva a cabo en ti de la naturaleza divina con la humana. Hoy se cumple, ¡Oh María! el oráculo del Señor que emitió con ocasión de la caída: “Estableceré enemistad entre la mujer y la serpiente.” Hasta aquí el género humano temblaba ante el demonio; en su extravío le erigía altares por doquier; pero tu brazo temible viene hoy a derribar a nuestro enemigo. Por la humildad, por la caridad, por la obediencia, le abatiste para siempre; ya no seducirá más a las naciones. Por medio de ti, libertadora de los hombres, fuimos arrancados de su poder; solamente nuestra perversidad y nuestra ingratitud podrían atarnos de nuevo a su yugo. No lo permitas, oh María, ven en nuestra ayuda; y si, en este día de reparación, prosternados a tus pies reconocemos que hemos abusado de la gracia celestial, cuyo canal fuiste, en esta fiesta de tu Anunciación, oh Madre de los vivientes, devuélvenos la vida por tu todopoderosa intercesión ante aquel que hoy se hace tu hijo para siempre. Hija de los hombres, oh hermana nuestra amada, por el saludo de Gabriel, por tu turbación virginal, por tu fidelidad al Señor, por tu prudente humildad, por tu consentimiento salvador te suplicamos que conviertas nuestros corazones, vuélvenos penitentes sinceros, y prepáranos a los grandes misterios que vamos a celebrar. ¡Qué dolorosos serán para ti! ¡Oh María! ¡Qué rápido va a ser el tránsito entre las alegrías de la Anunciación y las tristezas de la Pasión! Mas tú quieres que nuestra alma se regocije pensando en la dicha que embargó tu corazón en el momento en que el Espíritu divino te cubrió con su sombra y el .Hijo de Dios llegó a ser el tuyo; nosotros permanecemos pues todo este día cerca de ti en tu humilde morada de Nazaret. Nueve meses más tarde Belén nos verá postrados con los pastores y los Magos delante del Niño Dios que nacerá para tu alegría y nuestra salud y entonces diremos con los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas del cielo y sobre la tierra paz a los hombres de buena voluntad.” 

jueves, 24 de marzo de 2022

Oración al Arcángel Gabriel por protección y sanación en nuestra hora de necesidad

 Oración poderosa al mensajero angelical de nuestra Redención



¡Toda la raza humana está en deuda contigo, oh Gabriel! y, en este día, de buena gana te rendiremos el honor y la gratitud que te debemos. Fuiste movido a santa compasión al ver las miserias del mundo; porque toda carne había corrompido su camino, y el olvido de Dios aumentaba con cada nueva generación de hombres. Entonces el Altísimo te encargó llevar al mundo las buenas nuevas de su Salvación. ¡Qué hermosos son tus pasos, oh Príncipe de la corte celestial, al descender a esta nuestra humilde esfera! ¡Cuán tierno y fraterno es tu amor por el hombre, cuya naturaleza, aunque tan inferior a la tuya, había de ser elevada, por el misterio de la Encarnación, a la unión con Dios mismo! ¡Con caballeroso respeto reverencial te acercaste a la Virgen, que superaba en santidad a todos los ángeles!


¡Bendito Mensajero de nuestra Redención! a quien Dios escoge como su Ministro cuando quiere mostrar Su poder, te rogamos, rindas el homenaje de nuestra gratitud a Aquel que de esta manera te envió. Ayúdanos a pagar la inmensa deuda que tenemos con el Padre, que tanto amó al mundo, que le dio a su Hijo Unigénito (San Juan, iii. 16.); al Hijo, que se despojó de sí mismo, tomando forma de siervo; y al Espíritu Santo, que reposó sobre la Flor que brotó de la raíz de Jesé (Is. xi. 1).


¡Fuiste tú, oh Gabriel! que nos enseñaste el saludo con que debemos saludar a María llena de gracia. Tú fuiste el primero en pronunciar estas sublimes palabras que trajiste del cielo. Los hijos de la Iglesia están ahora, día y noche, repitiendo estas palabras tuyas; Ruega por nosotros para que podamos decirlas de tal manera que nuestra Santísima Madre las encuentre dignas de su aceptación.


¡Ángel de la fortaleza, Amigo de la Humanidad! no te arrepientas en tu ministerio de ayudarnos. Estamos rodeados de terribles enemigos; nuestra debilidad los hace audaces: ven en nuestra ayuda, danos valentía. Ruega por nosotros en estos días de conversión y penitencia. Consíguenos el conocimiento de todo lo que debemos a Dios por aquel inefable misterio de la Encarnación, del que tú fuiste el primer testigo. Nos hemos olvidado de nuestros deberes con el Hombre-Dios, y lo hemos ofendido: ilumínanos, para que de ahora en adelante seamos fieles a sus enseñanzas y ejemplos. Eleva nuestros pensamientos a la feliz morada donde habitas; ayúdanos a merecer los lugares dejados vacantes por los Ángeles caídos, ya que Dios los ha reservado para sus elegidos entre los hombres.


Ruega, oh Gabriel, por la Iglesia Militante, y defiéndela de los ataques del infierno. Los tiempos son malos; los espíritus de maldad están sueltos, y no podemos hacer frente a ellos, sino con la ayuda de Dios. Es por Sus Santos Ángeles que da la victoria a Su Esposa. ¡Sé tú, oh Fortaleza de Dios! primero en las filas. Haz retroceder la herejía, mantén bajo control el cisma, frustra la falsa sabiduría de los hombres, frustra la política del mundo, despierta de la apatía a los bienintencionados; para que así, el Cristo que Tú anunciaste, reine sobre la tierra que Él ha redimido, y podamos cantar contigo y todo el coro angélico: ¡Gloria a Dios! ¡Paz a los hombres! 





Oración implorando al Arcángel Gabriel su protección

 

Oración al Arcángel San Gabriel,

traducida


Oh capitán y líder de los ejércitos del cielo, aunque somos indignos  os rogamos sin cesar rodearnos con tu poderosa intercesión y cubrirnos bajo el amparo de la gloria de tus alas etéreas. Doblamos nuestra rodillas y gritamos con perseverancia  "Líbranos del peligro, oh Príncipe de los Poderes de lo alto!" Amén. 

Gabriel significa "fortaleza de Dios". Es el anunciador, el gran mensajero celestial.
Es patrono de las comunicaciones y de los filatelistas. El Embajador San Gabriel es también patrono de los embajadores. Protector de los niños por nacer y patrón de  las mujeres embarazadas, Embajadores argentinos, los organismos de radiodifusión,  los trabajadores medios de comunicaciones, los diplomáticos, los mensajeros, Portugal, oficinas de correos, los servicios postales, los trabajadores de correos,  trabajadores de la radio, Seattle, Washington, diócesis, de los trabajadores de telecomunicaciones,  teléfonos, televisión, etc.






24 de Marzo: San Gabriel Arcángel

 



EL AÑO LITÚRGICO – Dom Prospero Gueranger, Abad de Solesmes

LAS FIESTAS DE LOS ANGELES. — Hasta aquí no hemos encontrado ninguna fiesta consagrada a honrar a los Santos Angeles; más en medio de los resplandores de la noche de Navidad unimos ya nuestras voces a los conciertos de los espíritus celestiales sobre la cuna del Emmanuel. Este recuerdo viene a invadir con dulce alegría nuestro corazón, entristecido por la penitencia y por la aproximación de la muerte del Redentor. Hoy damos como una especie de tregua a los severos pensamientos de la Cuaresma, para festejar al Arcángel San Gabriel. Mañana, le veremos descender a la tierra como celeste embajador de la Santísima Trinidad cerca de la más pura de las Vírgenes; con toda razón los hijos de la Iglesia se recomiendan a él para aprender a celebrar dignamente aquel misterio cuyo mensajero fué.

LA DIGNIDAD DE SAN GABRIEL. •— Gabriel pertenece a las más altas jerarquías de los espíritus angélicos; está delante de la faz de Dios como él mismo se lo dijo a Zacarías ‘. A él le están reservadas las misiones que conciernen la salud de los hombres por la Encarnación del Verbo, ya que, en este misterio tan humilde en apariencia, es donde se muestra principalmente la fuerza de Dios; pues el nombre de Gabriel significa: “Fuerza de Dios.”

SU PAPEL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. Ya en el Antiguo Testamento el Arcángel se manifestó como en un preludio de su misión. Le vimos manifestarse en primer lugar a Daniel, después de la visión que este profeta tuvo sobre los dos imperios de los persas y de los griegos; y tal fué el resplandor con que brillaba, que Daniel tuvo que caer a sus pies como desmayado’. Poco después Gabriel vuelve a aparecerse al mismo profeta para anunciarle el tiempo preciso de la venida del Mesías: dentro de setenta semanas de años, le dice, la tierra verá al Cristo-Rey

1 8. Lucas, I, 19.

EN EL TEMPLO… Una vez que ha llegado la plenitud de los tiempos, y que el cielo ha resuelto que nazca el último de los profetas, aquel que, después de haber advertido a los hombres la próxima manifestación del divino Enviado, debe anunciarle al pueblo como “El Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, Gabriel baja del cielo al templo de Jerusalén y profetiza al sacerdote Zacarías el nacimiento de San Juan Bautista, preludio a su vez, del de Jesús.

EN NAZARET… — Después de seis meses el Santo Arcángel volvía a aparecer sobre la tierra, en la villa de Nazaret. Trae del cielo la grande nueva: Su naturaleza celestial se inclina delante de una hija de los hombres; viene a proponer a María de parte de Dios, el honor de ser la madre del Verbo eterno. Recibe el consentimiento de la Virgen y, al abandonar la tierra, la deja en posesión de Aquel a quien ella esperaba como “El rocío del cielo”3.

1 Dan., VIII, 19. 2 Ibíd., IX, 21. 3 Isaías. XXjV, 8.

EN BELÉN. .. — Ya ha llegado la hora en que la Madre del Emmanuel debe dar a los hombres el fruto bendito de sus entrañas. El nacimiento de Jesús se cumple en medio de un misterio de pobreza; sin embargo de eso, el cielo no permite que el Niño del pesebre carezca de adoradores. Un ángel se aparece a los pastores de las campiñas de Belén y les invita a ir a la cuna del recién nacido. Está acompañado de un inmenso número de espíritus celestiales que cantan: “Gloria a Dios y paz a los hombres.” ¿Quién es este ángel que habla a los pastores, y cuya corte parece estar formada por los otros ángeles que le acompañan? Graves doctores católicos nos enseñan que este ángel es Gabriel que así continúa su ministerio de mensajero de la buena nueva.

EN GETSEMANÍ… — Finalmente, cuando Jesús en el huerto de Getsemaní, la hora precedente a su pasión, experimenta en su humanidad una angustia terrible, un ángel aparece junto a El, no sólo como testigo de su cruel agonía, sino también para fortificar su valor. ¿Quién es este ángel cuyo nombre no nos ha dejado el Evangelio? Hombres piadosos y sabios han afirmado que aquí también se refiere al ángel Gabriel.

Su NOMBRE. — Tales son los títulos del Arcángel que reclaman los homenajes de los cristianos; tales son los rasgos por los cuales justifica su hermoso nombre de “Fuerza de Dios.” En efecto, Dios le ha asociado a” todas las fases de la gran obra en la que El ha manifestado de modo especial su poder; pues Jesucristo hasta en la Cruz, como nos dice el Apóstol, es la Fuerza de Dios ‘.

Gabriel y el Mesías. — Gabriel interviene pues, a cada instante para preparar el camino del Señor. Anuncia en primer lugar la época precisa de su venida; en la~ plenitud de los tiempos viene a revelar el nacimiento de Juan Bautista; más tarde asiste como testigo celestial en él misterio .del Verbo hecho carne; a su voz los pastores de Belén, primicias de la Iglesia, van a adorar al hijo de Dios; y cuando la humanidad de Cristo en su agonía necesita el auxilio de una mano mortal, Gabriel se encuentra en el jardín de los dolores como ya se había aparecido en Nazaret y Belén.

i Cor, I, 24.

Alabanza. — El género humano, ¡oh Gabriel te es deudor! Nosotros queremos hoy pagar su deuda de reconocimiento para contigo. De lo alto del cielo considerabas con compasión nuestras desdichas; pues toda carne había corrompido su camino y el olvido de Dios llegaba a ser cada vez más universal en toda la tierra. Entonces recibiste de lo alto la misión de traer a este mundo, que iba a parecer, la buena nueva. ¡Qué hermosos eran tus pasos, oh príncipe celestial, cuando descendías desde la mansión de la gloria hacia nosotros! ¡Qué tierno y fraternal es tu amor para con el hombre, cuya naturaleza tan inferior a la tuya, va a ser levantada al honor de estar unida con Dios! ¡Con qué respeto te acercaste a la Virgen que sobrepasa en santidad a todas las jerarquías celestiales! ¡Feliz mensajero de nuestra salud! tú a quien el Señor llama cuando quiere desplegar la fuerza de su brazo, dígnate ofrecer el homenaje de nuestra gratitud >a Aquel que te envió. Ayúdanos a pagar nuestra deuda inmensa para con el padre “que amó tanto al mundo que hasta le entregó a su Hijo único'”; para con el Hijo “que se humilló tomando la forma de un esclavo”2; para con el Espíritu Divino “que ha reposado sobre la flor salida del tronco de Jesé”3. Eres el que nos has enseñado el saludo que debemos dirigir a “María llena de gracia”. Del cielo has traído esta alabanza incomparable, la has pronunciado el primero; los hijos de la Iglesia, que de ti la han aprendido, la repiten por toda la redondez de la tierra durante el día y la noche; obtén de nuestra gran Reina que jamás la dejemos de nuestros labios.

i S. Juan, III, 16. 2′ Philipp, II, 7. 3 Isaías, XI, 1-2.

SÚPLICA.— ¡Amigo de los hombres! Continúa ayudándonos con tu ministerio. Estamos rodeados de enemigos terribles que aumentan su audacia al ver nuestra debilidad. Ven en nuestra ayuda y fortifica nuestro valor. Asiste a los cristianos en este tiempo de conversión y de penitencia: Haznos comprender lo que debemos a Dios por el misterio de la Encarnación cuyo primer testigo fuiste. Hemos olvidado nuestros deberes para con el Hombre-Dios y le hemos ofendido. Enséñanos pues a fin de que seamos fieles a sus mandatos y ejemplos. Eleva nuestros pensamientos hacia la morada que habitas. Ayúdanos a merecer en las filas de tu jerarquía las sillas que los ángeles malos dejaron vacías por su pecado y que están prometidas a los elegidos. Ruega, oh Gabriel, por la Iglesia militante y defiéndela contra el infierno. Los tiempos son malos; los espíritus malignos están desencadenados, no podemos resistir delante de ellos si el socorro del Señor no viene en nuestra ayuda, por medio de sus ángeles concede El la victoria a su Esposa. Rechaza la herejía, contén el cisma, disipa la falsa sabiduría, confunde la política vana, quita la indiferencia: a fin de que el Cristo, que has anunciado, reine sobre la tierra que El rescató y para que podamos cantar contigo y con toda la milicia celestial “¡Gloria a Dios y paz a los Hombres!”





martes, 22 de marzo de 2022

Impresionantes milagros de la Medalla de San Benito de Nursia que fortalecerán tu fe

 


Milagros de la Medalla de San Benito 

Tomados del Libro la Medalla de San Benito de Dom Prospero  Gueranger

Una joven estaba dominada por el espíritu maligno de un modo tan irresistible, que su lengua no cesaba de proferir palabras obscenas. Hubiérase dicho que el demonio había establecido su morada en los labios de aquella víctima. Para librarla de la violencia que le hacía el enemigo de toda  virtud, le dieron a beber, a su vez, agua santificada por el contacto con la medalla de San Benito: inmediatamente cesó la opresión en que vivía, y desde entonces nunca más violó en sus conversaciones las reglas de la moral cristiana. 

Una mujer atacada de fiebre eruptiva después de un parto, y otra en peligro de muerte a causa de una hidropesía de pecho, se curaron empleando ese mismo método, o sea, tomando una bebida en la que se había sumergido una medalla de San Benito. , que los socorros de la medicina   eran impotentes para aliviarlo. Llegado a ese extremo, manifestó deseos de beber un poco del agua en que había estado sumergida por algunos momentos la medalla, y en poco tiempo  recobró una perfecta salud.  

En febrero de 1861, una colonia de benedictinos, enviada por la misma abadía de San Pablo de Roma, fue a establecerse cerca de la ciudad de Cléves, en la Prusia Renana. Un mes más tarde fue necesario construir una cerca alrededor del pequeño jardín del monasterio. Un obrero, que trabajaba en la iglesia regida por los benedictinos, se ofreció para ir a comprar la madera necesaria y con esc objetivo se dirigió al lugar  donde se coitaban las maderas de propiedad del gobierno. Cargó en su carreta gran cantidad de gruesos troncos, y se dispuso a emprender el regreso al monasterio. En el momento en que la carreta empezaba a moverse, todavía se encontraba detrás de ella, y no alcanzó a retirarse a tiempo cuando uno de los troncos, mal agarrado, rodó por tierra, aplastándole la pierna  derecha. 


El herido fue transportado a su casa. El Prior del monasterio, al tomar  conocimiento de la triste noticia, exclamó: “Sí se hirió) mientras servía a San Benito, pues entonces San Benito ha de  curarlo". Uno de los religiosos contó estas palabras al enfermo, quien ya había pensado en valerse de la medalla que nunca abandonaba. La colocó   sobre la pierna horriblemente herida, y la ató. Poco después, se dormía profundamente. Al despertarse al día siguiente, ya tarde, se levantó sin  ninguna dificultad y la pierna no presentaba más señales del terrible accidente de la víspera. 

En 1861, en la casa llamada San Benito, en Chambéry, una hermana sentía desde hacía tres meses fuertísimos dolores en las piernas, consecuencia de un golpe de aire y de un agotamiento extraordinario. No se decidía a revelar sus padecimientos y hasta entonces no había tomado ningún remedio. Se le ocurrió hacer una novena en honor a San Benito, empleando la medalla con el fin de alcanzar la protección del santo Patriarca. Durante la novena, aplicaba la medalla sucesivamente en una y otra pierna, invocando el socorro de San Benito; y en cada oportunidad sus dolores se calmaban. Al mismo   tiempo, continuaba desempeñando en la casa el trabajo muy pesado que estaba a su cargo. Como con la primera novena sólo había conseguido alivios intermitentes, resolvió comenzar una segunda, que fue coronada con todo éxito. Haciendo desaparecer totalmente la enfermedad. Esa misma hermana, en otra ocasión en que padecía una     oftalmía, recurrió al medio que tan buen resultado le diera, y después de lavarse los ojos con agua en la que había sumergido la medalla, se le    calmó la inflamación, y en poco tiempo recuperó la visión normal. 

En una localidad de Saboya, más o menos por la misma época, una niña de seis años estaba atormentada con agudísimos dolores.  Sus nervios se habían contraído a tal punto que no podía tocársela con la punta del dedo sin que sintiera dolores fuertísimos. 

En ese estado, ya no podía tolerar ningún tipo de comida o bebida. Agotada la ciencia de los médicos, los padres de la pequeña habían perdido totalmente la esperanza de conseguir su curación. 

Dos hermanas de la casa de San Benito de la que acabamos de hablar, fueron a visitar a la niña, para llevar algún consuelo a la madre. A la vuelta, se acordaron de la medalla de San Benito. Al instante le enviaron una, recomendando que la colocaran en el cuello de la niña, y que  intentasen hacerle tragar algún líquido en que se hubiera sumergido la medalla. La madre de la niña cumplió fielmente la piadosa prescripción e inmediatamente la pequeña comenzó a sentirse notablemente aliviada. Al   cabo de algunos días se levantaba perfectamente curada.                 

 Un año antes, en la misma región, una mujer atacada de fiebre eruptiva después de un parto, y otra en peligro de muerte a causa de una hidropesía de pecho, se curaron empleando ese mismo método, o sea, tomando una bebida en la que se había sumergido una medalla de San Benito. 

En Montauban, en 1865, una señora enferma estaba en cama sin poder moverse desde hacía dos años y medio, y todo llevaba a creer que quedaría paralítica para el resto de la vida. Un día en que le habían llevado la Sagrada Comunión, una Hermana de la Caridad  que estaba de visita, le colocó con dificultad la medalla de San Benito entre los dedos, y consiguió con grandes esfuerzos llevar la mano de la   enferma al pecho, esperando que el contacto con ese objeto sagrado  pudiera producir algún efecto 

benéfico. De inmediato la enferma sintió una viva conmoción en todo su   ser, comenzó a transpirar abundantemente, y dejó escapar de sus labios estas palabras: "Estoy curada". Enseguida volvió el movimiento a sus  miembros, se levantó con presteza, quitándose las frazadas que durante  tanto tiempo la habían envuelto, y se vistió con la ropa que usaba antes de caer enferma. Al día siguiente se dirigió a la iglesia a fin de  agradecer a Dios la cura repentina.


Gracias espirituales 


En nuestros días, la gran mayoría de las gracias obtenidas por intermedio de la medalla de San Benito se refiere a la conversión súbita de pecadores que habían resistido todas las tentativas anteriores. Citaremos aquí solamente algunos casos. 


Un antiguo administrador vivía en una ciudad del interior, bastante      confortablemente. Su hermana, viuda y piadosa, lo cuidaba con desvelo constante durante las muchas enfermedades que lo afectaban, y al mismo tiempo estaba preocupada, preguntándose cómo hacer para llevar a aquel a quien tanto quería, a pensar en la vida eterna. Todos los esfuerzos eran inútiles. Cada intento, aun indirecto, en ese sentido, era rechazado con este refrán: ‘'Si me hablas de sacerdote, me matas La hermana confiaba su aflicción a un amigo, quien siempre le repetía: “No debe importarte su obstinación.  Si con tu silencio dejas que tu hermano caiga en el infierno, eso sí     seguro jamás te lo perdonará”. Y así pasaron muchos años. En diciembre de 1846, después de una breve enfermedad, se desató una gangrena; los médicos reconocieron su aparición, y constatando la inutilidad de una operación, manifestaron que en menos de dos días el hombre moriría. En el   ínterin, apareció en la casa del enfermo la persona que había aconsejado no considerar definitiva su obstinación. La hermana, afligidísima confesó que  ni siquiera en ese peligro extremo había sentido coraje para abordar el  tema. ‘Pues bien, le respondió el otro, aquí tienes dos medallas de San    Benito; guarda una contigo, para que el demonio no te impida actuar, y      coloca la otra debajo de la almohada de tu hermano Ella ejecutó fielmente el doble consejo. Cinco minutos después se producía el siguiente diálogo: ''¡Hermana mía llamó el enfermo. '‘¿Qué pasa, hermano?''  ‘‘¿No piensas   mandar buscar un sacerdote?" 

Se llama al sacerdote, que llega rápidamente para gran alegría del enfermo, quien recibe los socorros de la Iglesia. Dos días   más tarde, expiraba con los más vivos sentimientos de piedad.

En 1859, una pobre mujer fue a comunicar sus penas a una persona que conocía las virtudes de la medalla de San Benito. 

El marido de esa mujer, aunque trabajador honesto, tenía sin embargo la  pésima costumbre de beber descontroladamente. Apenas llegaban al fin de  semana con lo que ambos ganaban, y reinaba en aquel hogar una extrema    miseria. La persona de quien acabamos de hablar dio a la pobre mujer una medalla de San Benito y le aconsejó tocar con ella la jarra de vino que  ponía en la mesa junto a su marido, y beber solamente agua pura. La mujer siguió estas instrucciones. El marido, apenas acabó de beber, exclamó: “¡Qué vino horroroso! ¡Prefiero tomar agua! Pero ya voy a arreglar  esto’'. En efecto, se levantó de la mesa, pidió dinero y fue enseguida a la taberna vecina, de donde acostumbraba regresar a altas horas de la  noche, siempre ebrio. Pero quince minutos después volvió, diciendo a su  mujer: ''Parece una conjuración contra mí; el vino de la taberna es todavía peor que el nuestro Esa noche la pasó tranquilo. Al día siguiente y en adelante, el pobre alcoholizado empezó a tomar agua como bebida habitual. La mujer, que era una buena cristiana, consiguió en poco tiempo que su marido pasara a cumplir sus   deberes religiosos. 

Protección contra las celadas de los demonios 


Puede decirse que la acción de la medalla de San Benito contra las celadas del demonio es el fin principal que la Bondad divina tuvo en vista cuando hizo aquel don a los fieles. Reunimos aquí algunos episodios que podrán esclarecer a nuestros lectores y guiarlos en ciertas circunstancias hoy en día aún más frecuentes que en el pasado. 

En 1859, un hipnotizador famoso que acababa de recorrer con éxito muchas ciudades de Francia, llegó a T..., con la intención de realizar algunas sesiones públicas. Llevaba consigo una Joven sonámbula, con quien lucraba mucho en sus exhibiciones. La primera sesión se realizó en una iglesia antigua y amplia, profanada hacía mucho tiempo. Una inmensa multitud, atraída por el anuncio, concurrió a la sesión; pero sus esperanzas quedaron  frustradas, porque ese día el hipnotizador no pudo obtener nada de la pobre sonámbula, y se vio forzado a restituir el dinero de la entrada a  los espectadores quejosos. Nuevos carteles anunciaron otra sesión que se realizaría en la prefectura; pero también ese día la decepción fue completa. El hipnotizador, que había debido soportar todos los gastos, partió rápidamente del lugar, dejando a los diarios locales la tarea de  polemizar sin fin acerca de las causas del malogro, tales como el  excesivo calor, o el brillo excesivo en la iluminación de gas, etc. 


En realidad, había pasado lo siguiente: una religiosa tomó conocimiento del proyecto en cuestión, y sabiendo que la Iglesia condena la práctica del hipnotismo, Juzgó conveniente combatir las operaciones   del hipnotizador en lo que podían tener de diabólico. Se limitó a colgar la medalla de San Benito en la ventana de su celda, recomendando el caso al santo Patriarca. La victoria no podía dejar de darse, y el príncipe de las potencias del aire, como dice San Pablo, fue vencido.

Capítulo X 

Preservación en los peligros 


Entre los efectos de la medalla de San Benito, usada con fe viva y simple, siempre se señaló la preservación eficaz de los peligros. 


A continuación, narraremos algunos hechos recientes que servirán para probar que la virtud que recibió de Dios a tal efecto está lejos de haberse agotado. 


En el mes de julio de 1847, cuatro hermanos de las Escuelas Cristianas   viajaban, junto con otros dos pasajeros, en una diligencia de Lyon a París. Acababan de salir de Orléans. Uno de los viajeros, que había hablado sobre la medalla de San Benito, ofreció una a cada uno de sus acompañantes. 


Todavía estaba explicando el sentido de las letras de la medalla, cuando, súbitamente, los caballos se dispararon a todo galope y, desobedeciendo al conductor, arrastraron al vehículo hacia un rumbo fatal. La ruta estaba empedrada hasta la mitad y los obreros habían apilado las piedras que serían utilizadas en el nuevo pavimento, a lo largo de la parte ya descalzada, formando una especie de muro. Los caballos traspusieron el obstáculo y precipitaron la diligencia hacia el otro lado. El vehículo se inclinó de modo asustador, pero no llegó a darse vuelta; surcó por algunos   minutos la arena y en seguida, en un abrir y cerrar de ojos, se ubicó  nuevamente en el camino, parando en el momento en que la brida se cortó a causa de la violencia de los golpes. Este hecho ocurrió cerca de Cháteauneuf (Loiret), aldea situada a unas dos leguas de Saint-Benoít-sur-Loire. Los habitantes del lugar, que habían presenciado tan milagrosa protección, gritaban: "¡Milagro! Ese coche aunque hubiera estado vacío, debería haber volcado 


Algunos años antes, en junio de 1843, cerca de Ecommoy, en la ruta de Mans a Tours, dos caballos que tiraban una diligencia se detuvieron de repente en medio de una escarpada ladera y empezaron a retroceder con una rapidez aterradora. Dos de los viajeros abrieron la puerta y saltaron al camino; el tercero, en vez de saltar, apretó una medalla de San Benito que tenía consigo; en ese momento la diligencia paró repentinamente y los caballos, que se habían precipitado hacia el costado de la carretera, volvieron al medio del camino. 


Un día de verano, en 1858, en París, hacia las cinco de la tarde, una carreta llena de numerosos paquetes estaba parada frente al N° 4-6 de la calle Royale-Saint-Honoré. Ocupaba la mitad de la calzada y el movimiento de sus briosos caballos interrumpía la circulación y llamaba la atención de los transeúntes y moradores. 

Una de las riendas que sujetaba al caballo de adelante se aflojó o se cortó, y éste, retrocediendo con violencia, empinaba las patas traseras, cayendo con todo su peso sobre el otro caballo y dándole tremendas dentelladas; sólo largaba a su presa para empinarse nuevamente y recomenzar los mismos movimientos. Todos los esfuerzos del conductor, que tiraba de las riendas y golpeaba la cabeza del animal con el mango del látigo, sólo conseguían alterarlo cada vez   más y la escena amenazaba prolongarse indefinidamente, a pesar de la     presencia de un policía y de los consejos, que en ocasiones como esa mucha gente se pone a dar. 

Un piadoso católico que asistía a tan terrible situación sabía por propia experiencia cuán poderosa es la intervención de San Benito y tuvo la idea de recurrir secretamente a la medalla, invocando al santo Patriarca. No había acabado de pronunciar la fórmula  de la invocación, cuando el animal, todavía sin aliento, pasaba del paroxismo del furor a la más perfecta calma y se dejaba enganchar nuevamente.                                                            

  En 1859, una comunidad religiosa, consagrada a la educación de las niñas, acababa de mandar construir en París un gran edifico destinado a servir  de dormitorio para las alumnas. Ya concluidas las obras, el dormitorio   estaba listo para ser habitado; los padres, que utilizaban los locutorios  establecidos en la planta baja y las alumnas, que apreciaban las excelentes condiciones del nuevo edificio, aplaudían la feliz iniciativa de la construcción; pero inesperadamente, se comienzan a oír, en todo el edificio, ciertas rajaduras que producen seria inquietud. Al principio se las atribuyó a la obra de carpintería, pero las cosas llegaron a tal punto que los padres, aterrados ante el peligro que podían correr sus hijas, hablaban de retirarlas del establecimiento. Para calmarlos, se llamó un ingeniero; pero nada lograba tranquilizarlos. A fin de no exasperarlos todavía más, las religiosas tuvieron que comprometerse a no instalar a las niñas en el dormitorio nuevo y a tomar todas las medidas necesarias    para evitar cualquier accidente. Se trataba, nada más ni nada menos, que de hacer una nueva construcción; pero los recursos disponibles de la     comunidad estaban agotados. Un amigo de la casa, a quien dos de las  religiosas comunicaron las dificultades por las que estaban pasando, les aconsejó que recurriesen a San Benito. Sugirió que colocaran, en cada    piso del nuevo edificio, una medalla del santo Patriarca y que enterraran otras en los cimientos, en los cuatro puntos cardinales, y rezaran cinco Gloria Patri en honra de la Pasión, tres Ave Marías en honor de la  Santísima Virgen y otros tres Gloria Patri a San Benito. El consejo fue  seguido y a partir de los días siguientes no se oyeron más aquellos ruidos y la comunidad sólo tuvo que dar gracias a Dios, a la Virgen y a San Benito por la protección tan visiblemente alcanzada.