martes, 1 de noviembre de 2022

1 de noviembre: Fiesta de todos los Santos

 LA FIESTA DE LA IGLESIA TRIUNFANTE. — Vi tilla gran muchedumbre, que nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con palmas en sus manos y clamaban con voz poderosa: ¡Salud a nuestro Dios!

Ha pasado el tiempo; es todo el linaje humano ya redimido el que se presenta ante los ojos del profeta de Patmos. La vida militante y miserable de este mundo tendrá su fin un día. Nuestra raza tanto tiempo perdida reforzará los coros de los espíritus puros que disminuyó antaño la rebelión de Satanás; los ángeles fieles, uniéndose al agradecimiento de los rescatados por el Cordero, exclamarán con nosotros: La acción de gracias, el honor, el poderlo y la fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos.

Y esto será el fin, como dice el Apóstol: el fin de la muerte y del sufrimiento; el fin de la historia y de sus revoluciones, que en lo sucesivo comprenderemos. El antiguo enemigo, arrojado al abismo con sus partidarios, sólo existirá para ser testigo de su eterna derrota. El Hijo del Hombre, libertador del mundo, habrá entregado el mando a Dios, su Padre, término supremo de toda la creación y de toda redención: Dios será todo en todas las cosas. Mucho antes que San Juan, cantaba Isaías: He visto al Señor sentado sobre un trono elevado y sublime; las franjas de su vestido llenaban el templo y los Serafines clamaban uno a otro: Santo, Santo, Santo el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.

Las franjas del vestido divino significan aquí los elegidos, convertidos en ornamento del Verbo, esplendor del Padre, pues, siendo cabeza de todo el género humano desde el momento en que se desposó con nuestra naturaleza, esta esposa es su gloria, como El es la de Dios. Las virtudes de los santos son el único adorno de nuestra naturaleza; ornato maravilloso que, cuando reciba la última mano, será indicio de que llega el fin de los siglos. Esta fiesta es el anuncio más apremiante de las bodas de la eternidad; cada año celebramos en ella el progreso que en sus preparativos hace la esposa.

CONFIANZA. — ¡Dichosos los invitados a las bodas del Cordero! Y ¡felices también nosotros, que recibimos en el bautismo la veste nupcial de la santa caridad como un título para el banquete de los cielos! Preparémonos, con nuestra Madre la Iglesia, al destino inefable que nos reserva el amor. A este fin tienden nuestros afanes de este mundo: trabajos, luchas, padecimientos sufridos por amor de Dios realzan con franjas inestimables el vestido de la gracia que hace a los elegidos. ¡Bienaventurados los que lloran!


Lloraban aquellos a quienes el salmista nos presenta abriendo antes que nosotros el surco de su carrera mortal; su alegría triunfante llega ahora hasta nosotros, lanzando como un rayo de gloria anticipada sobre este valle de lágrimas. Sin esperar a la muerte, la solemnidad que hemos comenzado nos da entrada por medio de una santa esperanza en la mansión de la luz, a donde siguieron a Jesús nuestros padres. ¡Qué pruebas no nos parecerán livianas ante el espectáculo de la eterna felicidad en que terminan las espinas de un día! Lágrimas derramadas sobre los sepulcros recién abiertos, ¿cómo es posible que la felicidad de los seres queridos que desaparecieron no mezcle con vuestra tristeza un placer celestial? Escuchemos los cantos de liberación de aquellos cuya separación momentánea nos hace llorar; pequeños o grandes, ésta es su fiesta, como pronto lo será nuestra. En esta estación en que abundan las escarchas y las noches son más largas, la naturaleza, deshaciéndose de sus últimas galas, se diría que prepara al mundo para su éxodo hacia la patria eterna.


Cantemos, pues, nosotros también con el salmo: “Me he alegrado de lo que se me ha dicho: iremos a la casa del Señor. Nuestro pies sólo pisan aún en tus atrios, pero vemos que no cesas en tu crecimiento, Jerusalén, ciudad de paz, que te edificas en la concordia y en el amor. La subida hacia ti de las tribus santas se continúa en la alabanza; los tronos tuyos que aún están vacíos, se llenan. Sean todos los bienes, oh Jerusalén, para los que te aman; el poder y la abundancia reinen en tu afortunado recinto. A causa de mis amigos y de mis hermanos que ya son habitantes tuyos, puse en ti mis complacencias; por el Señor nuestro Dios, cuya mansión eres, coloqué en ti todo mi deseo”.


HISTORIA DE LA FIESTA.—En Oriente encontramos los primeros vestigios de una fiesta en honor de los Mártires. San Juan Crisóstomo pronunció una homilía en honra suya en el siglo iv y, en el anterior, celebraba San Gregorio Niseno solemnidades junto a sus sepulcros. En 411, el calendario siríaco nos señala la Conmemoración de los Confesores el sexto día de la semana de Pascua, y en 359, el 13 de mayo, en Edesa, se hace “memoria de los mártires de todo el mundo”.


En Occidente, los Sacramentarios de los siglos v y vi contienen muchas misas en honor de los santos mártires que se celebran sin día fijo. El 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el templo pagano del Panteón, trasladó a él muchas reliquias y quiso se llamase en lo sucesivo Sancta Maria ad Martyres. El aniversario de esta dedicación continuó festejándose con la intención de honrar en él a todos los mártires en general. Gregorio III consagraría en el siglo siguiente un oratorio “al Salvador, a su santa Madre, a todos los apóstoles, mártires, confesores y demás justos fenecidos en el mundo”.


En 835 Gregorio IV, deseando que la fiesta romana del 13 de mayo se extendiese a toda la Iglesia, pidió al emperador Ludovico Pío que promulgase un edicto con ese fin y la fijase en el día primero de noviembre. Pronto tuvo su vigilia y Sixto IV, en el siglo xv, la daba también una Octava para toda la Iglesia.

MISA

“En las calendas de noviembre hay el mismo fervor que en Navidad para asistir al Sacrificio en honor de los Santos”, dicen los antiguos documentos relativos a este día. Por general que fuese la fiesta y aun por razón de su universalidad, ¿no era ésta motivo de especial alegría para todos y también un honor para las familias cristianas? Santamente orgullosas de aquellos cuyas virtudes se iban transmitiendo de generación en generación, la gloria que estos antepasados, desconocidos del mundo, tenían en el cielo, las daba a su parecer más nobleza que cualquier honra mundana. Pero la fe viva de aquellos tiempos veía además en esta fiesta una ocasión para reparar las negligencias voluntarias o forzosas que se habían tenido durante el año en el culto de los bienaventurados inscritos en el calendario público.

La antífona del Introito canta el triunfo de los Santos y nos invita a la alegría. ¡Alegría, pues, en la tierra, que sigue dando tan magníficamente su fruto! ¡Alegría entre los Angeles, que ven llenarse los vacíos de sus coros! ¡Alegría, dice el versículo, a todos los bienaventurados, a quienes dirigen sus cantos la tierra y el cielo!

INTROITO

Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de todos los Santos: de cuya solemnidad se alegran los Angeles, y alaban juntos al Hijo de Dios. — Salmo: alegraos, justos, en el Señor: a los rectos conviene la alabanza. ℣. Gloria al Padre.

Los pecadores, los que estamos siempre en el destierro debemos ante todo, en cualquier circunstancia y en todas las fiestas, ser solícitos de la misericordia de Dios. Tengamos hoy una firme esperanza, ya que hoy la piden por nosotros tantos intercesores. Si la oración de un habitante del cielo es poderosa, ¿qué no alcanzará todo el cielo?

COLECTA

Omnipotente y sempiterno Dios, que nos has concedido venerar los méritos de todos tus Santos en una misma festividad: suplicárnoste que, multiplicados los intercesores, nos concedas la ansiada abundancia de tu propiciación. Por Nuestro Señor Jesucristo.


EPISTOLA

Lección del Libro del Apocalipsis del Ap. San Juan (Apoc., VII, 2-12).

En aquellos días he aquí que yo, Juan, vi subir del nacimiento del sol a otro Angel, que tenía el sello del Dios vivo: y clamó con gran voz a los cuatro Angeles a quienes se había ordenado dañar a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que señalemos a los siervos de Dios en sus frentes. Y oí el número de los señalados: ciento cuarenta y cuatro mil señalados de todas las tribus de los hijos de Israel. De la tribu de Judá, doce mil señalados. De la tribu de Rubén, doce mil señalados. De la tribu de Gad, doce mil señalados, De la tribu de Aser, doce mil señalados. De la tribu Neftalí, doce mil señalados. De la tribu de Manasés, doce mil señalados. De la tribu de Simeón, doce mil señalados, “e la tribu de Leví, doce mil señalados. De la tribu de Isacar, doce mil señalados. De la tribu de Zabutón, doce mil señalados. De la tribu de José, doce mil señalados. De la tribu de Benjamín, doce mil señalados. Después de éstos, vi una gran muchedumbre, que nadie podía contar, de todas las gentes y tribus y pueblos y lenguas, que estaban ante el trono y en presencia del Cordero, vestidos con blancas ropas, y con palmas en sus manos: y clamaban con gran voz, diciendo: Salud a nuestro Dios, que se sienta sobre el trono, y al Cordero. Y todos los Angeles estaban en torno del trono y de los ancianos y de los cuatro animales: y cayeron delante del trono sobre sus rostros, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. Bendición y claridad y sabiduría y acción de gracias y poder y fortaleza a nuestro Dios por los siglos de los siglos.j Amén.

LOS DOS EMPADRONAMIENTOS.—El Hombre-Dios, sirviéndose para ello de César Augusto, empadronó al mundo una vez por los días de su primera venida; era conveniente que al principio de la redención se hiciese de modo oficial un recuento del estado del mundo. Ahora ha llegado el tiempo de otro recuento que tiene que hacer constar en el libro de la vida el resultado de las obras ordenadas a la salvación.

San Gregorio se pregunta en una de las homilías de Navidad: “¿Para qué se hace este empadronamiento del mundo cuando nace el Señor, sino para hacernos comprender que venía vestido de la carne el que tenía que empadronar en la eternidad a los elegidos? Pero, al quedar por su culpa muchos fuera del beneficio del primer empadronamiento, que se extendía a todos los hombres por la redención del Salvador, se necesitaba otro definitivo, que separase de la universalidad del precedente a los culpables. Sean borrados del libro de los vivos; su lugar no está entre los justos; así habla el rey profeta y lo recuerda en el mismo lugar el santo Papa.

Aunque entregada completamente a la alegría, la Iglesia en este día sólo piensa en los escogidos; y únicamente de ellos se trata en el recuento solemne en el que, según acabamos de ver, irán a parar los anales del linaje humano. De hecho, ante Dios, ellos solos cuentan; los reprobos no son más que el deshecho de un mundo en el que sólo la santidad responde a los designios del Creador, al precio del amor infinito. Aprendamos a adaptar nuestras almas al molde divino que las tiene que hacer conformes a la imagen del Unigénito y sellarnos para el tesoro de Dios. Ninguno que esquive la impronta sagrada, evitará la de la bestia; el día que los Angeles cierren las cuentas eternas, cualquier moneda que no pueda ponerse en el activo divino, irá por sí misma a la hornaza, donde arderán eternamente las escorias.

Vivamos, por consiguiente, en el temor que nos recomienda el Gradual: no el del esclavo que sólo teme el castigo, sino el temor filial que nada teme tanto como desagradar a Aquel de quien nos vienen todos los bienes y que merece por su bondad todo nuestro amor. Sin perder nada de su felicidad, sin menguar su amor, las potestades angélicas y todos los bienaventurados se postran en el cielo con un santo temblor, delante de la augusta y tremenda Majestad.

GRADUAL

Temed al Señor, todos sus Santos: porque nada falta a los que le temen. ℣. Y a los que busquen al Señor no les faltará ningún bien.

Aleluya, aleluya. ℣. Venid a mí, todos los que tra-bajáis y estáis cargados: y yo os aliviaré. Aleluya.

EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo (Mt. V, 1-12).

En aquel tiempo, viendo Jesús a las turbas, subió a un monte y, habiéndose sentado, se acercaron a El sus discípulos, y, abriendo su boca, les enseñó, diciendo: Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. Bienaven turados los que han hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos. Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos: porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis vosotros, cuando os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren contra vosotros todo mal, mintiendo, por mí: alegraos y gózaos, porque vuestra recompensa será muy grande en los cielos.

LAS BIENAVENTURANZAS.—Hoy está tan cerca la tierra del cielo, que un mismo pensamiento de felicidad llena los corazones. El Amigo, el Esposo, viene a sentarse en medio de los suyos y a hablar de su dicha. Venid, a mi todos cuantos andáis fatigados y agobiados, cantaba hace un momento el versículo del Aleluya, eco feliz de la patria, si bien nos recordaba nuestro destierro. E inmediatamente en el Evangelio se muestra la gracia y la benignidad de nuestro Dios y Salvador. Escuchémosle cómo nos enseña los caminos de la santa esperanza, las delicias dignas, garantía y anticipo de la dicha total de los cielos.

Dios, en el Sinaí, manteniendo al judío a distancia, sólo tenía para él preceptos y amenazas de muerte. ¡De qué modo tan distinto se promulga la ley de amor en la cumbre de esa otra montaña, donde se sentó el Hijo de Dios! Las ocho Bienaventuranzas han ocupado al principio del Nuevo Testamento el lugar que ocupaba, como prólogo del Antiguo, el Decálogo grabado en piedra.

No es que las Bienaventuranzas supriman los mandamientos; pero su justicia superabundante va más allá que todas las prescripciones. Las hizo Jesús de su Corazón para imprimirlas en el corazón de su pueblo y no en la roca. Son todo un retrato del Hijo del Hombre, el resumen de su vida redentora. Mira, pues, y obra conforme al modelo que se te ha puesto delante en el monte.

La pobreza fué ciertamente la primera nota del Dios de Belén; y ¿quién se presentó más manso que el Hijo de María? ¿Quién lloró por causas más nobles en el pesebre donde ya expiaba nuestros pecados y aplacaba a su Padre? Los que tienen hambre de la justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los pacíficos ¿dónde encontrarán, sino en El, el ejemplar incomparable, nunca logrado, siempre imitable? Aun la muerte, que hace de El el augusto capitán de los perseguidos por la justicia es en este mundo la bienaventuranza suprema; en ella se complace la Sabiduría encarnada más que en otra ninguna, de ella habla con insistencia, la describe con pormenores, hasta terminar hoy con ella como en un canto de éxtasis.

La Iglesia no tuvo otro ideal; siguiendo al Esposo, su historia en las diversas épocas no fué más que el eco prolongado de las Bienaventuranzas. Entendámoslo también nosotros; para la felicidad de nuestra vida en la tierra esperando la del cielo, sigamos al Señor y a la Iglesia.

Las Bienaventuranzas evangélicas logran que el hombre supere los tormentos y hasta la misma muerte, que no quita la paz a los justos, antes la consuma. Esto precisamente es lo que canta el Ofertorio, sacado del libro de la Sabiduría.

OFERTORIO

Las almas de los justos están en la mano de Dios, y no los tocará el tormento de la malicia: a los ojos de los necios pareció que morían: pero ellos están en la paz, aleluya.

El Sacrificio al que tenemos la dicha de asistir, dice la Secreta que da gloria a Dios, honra a los Santos y nos granjea a nosotros el favor divino.

SECRESTA

Ofrecérnoste, Señor, estos dones de nuestra devoción: los cuales te sean gratos a ti en honor de todos los Justos y, por tu misericordia, sean saludables a nosotros. Por Nuestro Señor Jesucristo.

La Antífona de la Comunión es un eco de la lección evangélica, pero, no pudiendo enumerar otra vez la serie completa de las Bienaventuranzas, recuerda las tres últimas y justamente relaciona a todas con el Sacramento divino de que se nutren.

COMUNION

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios: bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios: bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

La Iglesia pide en la Poscomunión que esta fiesta de todos los Santos tenga por resultado hacer que sus Irjos los honren asiduamente, para beneficiarse también siempre de su poder cerca de Dios.

POSCOMUNION

Suplicárnoste, Señor, concedas a tus pueblos fieles la gracia de alegrarse siempre con la veneración de todos los Santos: y la de ser protegidos con su perpetua intercesión. Por Nuestro Señor Jesucristo.

LA TARDE

LAS VISPERAS DE LOS DIFUNTOS

De la última Antífona, que cierra la solemnidad de los Santos, se desprende un sentimiento, de inefable dulzura y de deseo resignado. Pero el día no ha terminado aún para la Iglesia. Casi no ha despedido a sus hijos gloriosos, que con túnicas blancas van desapareciendo en pos del Cordero y ya la multitud innumerable de las almas pacientes la rodea en las puertas de la gloria; sólo piensa en cederles su voz y su corazón. El aderezo resplandeciente que la recordaba el blanco vestido de los bienaventurados, se ha trocado en los colores de luto; han desaparecido sus ornamentos y las flores de sus altares; el órgano guarda silencio; el toque de las campanas parece lamento de los muertos. A las Vísperas de todos los Santos suceden sin transición las Vísperas de los Difuntos.

No hay elocuencia ni ciencia que puedan alcanzar la profundidad de doctrina y la fuerza de súplica que predominan en el oficio de los Difuntos. Sólo la Iglesia conoce en este punto los secretos de la otra vida, los caminos del Corazón de Cristo; sólo la Madre posee ese tino que la permite aliviar la purificación dolorosa de los que han salido ya de este mundo y consolar a la vez a los huérfanos, a los desamparados, a los que dejaron en la tierra envueltos en lágrimas.

PRIMER SALMO. — DILEXI: el primer canto del purgatorio es un canto de amor, como el último del cielo en esta fiesta memorable ha sido el CREDIDI, salmo que recordaba la fe y las pruebas por que pasaron los elegidos. Vínculo común del alma paciente y del alma triunfante, la caridad es para las dos su dignidad y su inamisible tesoro; pero, como la visión que sigue a la fe no deja en la una más que un gozarse en el amor, así este mismo amor se convierte para la otra, en la sombra donde la retienen sus faltas no expiadas todavía, en una fuente inefable de tormentos. Con todo, ya se acabaron las angustias de este mundo, los peligros del infierno; confirmada en gracia, el alma ya no vuelve a pecar; no tiene más que agradecimiento para la misericordia divina que la ha salvado y para la justicia que la purifica y hace digna de Dios. Y; es tal su estado de aquiescencia absoluta, de esperanza resignada, que la Iglesia le llama: “un sueño de paz”.

¡Llegar un día a agradar a Dios sin restricción! Separada ya del cuerpo que la distraía y, la entorpecía con mil cuidados inútiles, el alma queda absorta en esta única aspiración; a satisfacerla, tienden todas sus energías, todos los tormentos por los cuales da gracias al cielo, que la ayuda en su flaqueza. ¡Bendito crisol en que. se consumen las reliquias del pecado y de modo tan completo se paga toda la deuda! Borradas ya totalmente las antiguas manchas, de sus liamas bienhechoras volará el alma al Esposo, considerándose verdaderamente feliz y segura de que las complacencias del Amado no encontrarán en ella obstáculo alguno.

SEGUNDO SALMO. — Mas su destierro se prolonga harto dolorosamente. Si por la caridad está en comunión con los habitantes del cielo, el fuego que la castiga no difiere en su materialidad del de los infiernos. Su morada está junto a la de los malditos; tiene que aguantar la vecindad del Cedar infernal, de los advesarios de toda paz, de los demonios que la persiguieron en su vida mortal con asaltos y asechanzas y que en el tribunal de Dios seguían acusándola con bocas mentirosas. “De la puerta del infierno, líbrala”, va a suplicar pronto la Iglesia.

TERCER SALMO.—El alma, con todo, no desfallece; levantando sus ojos a los montes, sabe que puede contar con el Señor, que no la han desamparado ni el cielo, que la espera, ni la Iglesia, de quien es hija. Por muy cerca que se encuentre de la región de los llantos eternos, no es inaccesible a los Angeles el purgatorio, donde la justicia y la paz se dan el abrazo. A las comunicaciones divinas con que estos mensajeros augustos la llevan un alivio, se junta el eco de la oración de los bienaventurados, de los sufragios de la tierra. El alma está sumamente segura de que el único mal que merece ese nombre, el pecado, no puede hacerla ya daño ninguno.


SALMO CUARTO. — El uso del pueblo cristiano ha hecho del salmo 129 una oración especial por los difuntos; es un grito de angustia, pero también de esperanza.

La aflicción de las almas en la mansión de la expiación es a propósito para conmover nuestros corazones. Sin estar en el cielo ni pertenecer a la tierra, perdieron los privilegios que por disposición divina compensan en nosotros los peligros del viaje en este mundo de prueba. Por perfectos que sean todos sus actos de amor, de esperanza y de fe resignada, no pueden merecer ya; y son esas almas tan aceptas a Dios, que sus indecibles tormentos nos merecerían a nosotros la recompensa de millares de mártires; en cambio, tratándose de la eternidad, nada ponen en el activo de esas almas; sólo valen para dejar arreglada una cuenta examinada en otro tiempo por sentencia del Juez.

Ni pueden merecer, ni tampoco pueden satisfacer, como nosotros, a la justicia por actos equivalentes aceptados de Dios. Su impotencia para valerse por sí mismas es más radical aún; que la del paralítico de Betsaida; la piscina de salvación, con el augusto sacrificio, los Sacramentos y el uso de las llaves que se confiaron a la Iglesia, es algo que pertenece a este mundo.

La Iglesia, pues, no tiene ya jurisdicción sobre ellas, las ama, en cambio, con la misma ternura de Madre, y se sirve, en favor de ellas, de su poder de intercesión cerca del Esposo, poder, que es siempre grande. La Iglesia hace suya la oración del Esposo; y, abriendo el tesoro recibido de la copiosa redención del Señor, ofrece al Señor, que lo formó para ella, su fondo dotal, con el fin de obtener la liberación de esas almas o el alivio de sus penas; y así sucede que, sin lesionar otros derechos, la misericordia penetra y se desborda en los abismos en que sólo reinaba la inexorable justicia.

SALMO QUINTO. — Te alabaré porque me has escuchado. La Iglesia nunca ruega en vano. El último salmo canta su agradecimiento y el de las almas que habrán salido de los abismos o se han acercado a los cielos por el oficio que va a terminar. Gracias a él más de una, que esta mañana permanecía aún cautiva, hace su entrada en la luz al crepúsculo de esta fiesta de todos los Santos, cuya gloria y alegría se aumenta de ese modo en el último momento. Sigamos con el corazón y el pensamiento a las nuevas elegidas, las cuales, sonriéndonos y dándonos gracias a nosotros, hermanos suyos o hijos, se levantan radiantes de la región de las sombras y cantan: Señor, te glorificaré en presencia de los Angeles; te adoraré, pues, en tu santo templo. No, el Señor no desprecia las obras de sus manos.

EL MAGNÍFICAT.—Y así como toda gracia de Cristo nos viene en esta vida por María, así también por medio de ella se obra, después de esta vida mortal, toda liberación y se consigue cualquier beneficio. En cualquier parte a donde llegue la redención del Hijo, allí ejerce su imperio la Madre. Por eso, las visiones de los Santos nos la presentan como verdadera Reina del purgatorio, ya se haga representar en él benignamente por los Angeles de su corte, ya, penetrando en aquellas sombrías bóvedas como aurora del día eterno, se digne derramar con abundancia el rocío matutino. ¿Faltará por ventura alguna vez, dice el Espíritu Santo, la nieve del Líbano a la piedra del desierto? Y ¿quién podrá impedir a las aguas frescas caminar al valle? Comprendamos, pues, el cántico del Magníficat en el oficio de Difuntos: es el homenaje de las almas que llegan a los cielos; y es también la dulce esperanza de las que aún permanecen en la mansión de la expiación.

CONCLUSIÓN. — Día grande y bello es en verdad este día. La tierra, colocada entre el purgatorio y el cielo, los ha aproximado a los dos. El augusto misterio de la comunión de los Santos se muestra en toda su amplitud. La inmensa familia de los hijos de Dios se nos ofrece a la vista, una por el amor y distinta en sus tres estados de felicidad, de prueba y de expiación puriflcadora; la expiación y la prueba durarán sólo algún tiempo; la felicidad no tendrá fin. Es el digno coronamiento de las enseñanzas de la liturgia. Irá creciendo la luz cada día de la octava.

Pero en este momento todas las almas se recogen en el culto de sus seres más queridos, de sus recuerdos más nobles. Al dejar la casa de Dios, tengamos piadosamente nuestro pensamiento en el que a ello tiene derecho. Es la fiesta de nuestros carísimos difuntos. Escuchenaos atentamente su voz, que de campanario en campanario, a través del mundo cristiano, resuena tan dulce y tan suplicante desde las primeras horas de esta noche de noviembre. Esta tarde o mañana debemos visitar la tumba donde descansan en paz sus restos mortales. Roguemos por ellos y también pidámosles por nosotros; no temamos hablarles continuamente de los intereses que les fueron queridos en la presencia de Dios. Porque Dios los ama y por una especie de satisfacción concedida a su bondad, los escucha mucho más cuando piden para otros, ya que su justicia los mantiene en un estado de la más absoluta impotencia de lo que a ellos se refiere.

domingo, 30 de octubre de 2022

Aprendamos a Persignarnos en latín

Persignarse es Primero signarse y luego santiguarse


SIGNARSE:
  
Per signum ✠ Sanctæ Crucis. De inimícis ✠ nostris. Líbera nos, ✠Dómine, Deus noster.
SANTIGUARSE:                   

In nómine Patris, et † Fílii, et Spíritus Sancti. Amen.

viernes, 28 de octubre de 2022

Oración a San Judas Tadeo en momentos de Grave aflicción

                    



 Porque para Dios no hay nada imposible.
Lucas 1:37


¡Oh San Judas Tadeo, pariente de Jesucristo, glorioso apóstol y mártir, célebre por tus virtudes y milagros, fiel y rápido intercesor de todos los que te honran y confían en ti! Eres un poderoso protector y ayudante en las graves aflicciones.

Vengo a ti y te suplico desde lo más profundo de mi corazón, ven en mi ayuda con tu poderosa intercesión, ya que has recibido de Dios el privilegio de ayudar con tu notable socorro a aquellos que casi desesperan de toda esperanza. Dirige hacia mi tu mirada; mi vida es una vida de cruces, mis días son días de tribulación y mi corazón es un océano de amargura. Todos mis caminos están sembrados de espinas y apenas pasa un momento que no sea testigo de mis lágrimas y suspiros. Y además, mi alma está envuelta en tristezas; la inquietud, el desánimo, la desconfianza, sí, a veces hasta una especie de desesperación se apodera de mi alma. La Divina Providencia parece perdida de vista y la fe parece flaquear en mi corazón. Abrumado por estos pensamientos, me veo rodeado por una nube oscura. No puedes abandonarme en esta triste situación. No me apartaré de ti hasta que me hayas escuchado. ¡Oh! apresúrate en mi ayuda. Te estaré agradecido toda mi vida. Te honraré como mi patrón especial, agradeceré a Dios por las gracias que te han otorgado y propagaré tu honor de acuerdo con mi poder. Amén.


Alabanza y Acción de Gracias
(Se le reveló a Santa Gertrudis que es una fuente de gran gozo para los santos cuando alabamos y agradecemos a Dios por las gracias y privilegios que les ha otorgado. Los devotos de San Judas deben recitar el siguiente acto de acción de gracias con frecuencia.)
Oh dulcísimo Señor Jesucristo, en unión con la inefable alabanza celestial con que se ensalza la Santísima Trinidad y que de allí fluye sobre tu Sagrada Humanidad, sobre María, sobre todos los ángeles y santos, te alabo, te glorifico y te bendigo por todas las gracias y privilegios que le has otorgado a tu apóstol escogido e íntimo amigo, Judas Tadeo. Te ruego por sus méritos, concédeme tu gracia, y por su intercesión ven en mi auxilio en todas mis necesidades, pero especialmente en la hora de mi muerte dignaos de fortalecerme contra la ira de mis enemigos. Amén.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre, tres veces.

San Simón y San Judas Tadeo, Apóstoles de Jesús


 LOS TRABAJOS DE LA IGLESIA.—En lugar de vuestros -padres, os nacieron hijos. La Iglesia desechada por Israel ensalza de este modo en sus cantos la fecundidad apostólica que tendrá hasta el fin de los tiempos. Esperaba ya desde ayer, adelantándose unas horas, que los bienaventurados Apóstoles San Simón y San Judas se anticiparían a la misma solemnidad con sus bendiciones para ella. Tal es, en efecto, la condición de su existencia en el mundo, que no puede permanecer en él sin procurar incesantemente hijos al Señor. Y por eso la Misa del 27 de octubre nos hacía leer el texto evangélico en que se dice: “Yo soy la viña y mi Padre es el viñador; cortará las ramas que no den fruto en mí; y la rama que dé fruto, la podará para que dé más todavía”.

Poda costosa, como lo testificaba ayer la Epístola de la Misa de la vigilia. En nombre de los otros sarmientos que como él honran la elección divina, el Apóstol hablaba allí de los trabajos, padecimientos de toda clase, persecuciones, maldiciones y negaciones, con cuyo precio se adquiere el derecho de llamar hijos a los hombres engendrados según el Evangelio en Jesucristo8. San Pablo lo dice más de una vez y sobre todo en la Epístola de la fiesta: el fin de esta generación sobrenatural de los santos sólo tiende a la reproducción mística del Hijo de Dios, que pasa otra vez, en los predestinados, de la niñez a la medida del hombre perfecto.

GLORIA DE SAN SIMÓN Y SAN JUDAS. — Aunque la historia se muestra excesivamente sobria en particularidades respecto a los gloriosos Apóstoles a quienes celebramos en este día, conocemos lo mucho que contribuyeron a esa gran obra de la generación de los hijos de Dios, que nos recuerda su corta leyenda. Ellos edificaron el cuerpo de Cristo en su parte correspondiente, de modo infatigable y hasta derramar su sangre. Y la Iglesia, agradecida, dice hoy al Señor: Oh Dios, que por tus bienaventurados apóstoles Simón y judas, nos has dado el llegar al conocimiento de tu nombre; concédenos el celebrar su gloria inmortal progresando en la gracia, y adelantar en la virtud cada vez que la celebramos”.

A San Simón se le da como atributo la sierra, que recuerda su martirio. La escuadra de San Judas nos indica que es el arquitecto de la casa de Dios: de igual modo se llamaba San Pablo a sí mismo; y en la séptima de las epístolas católicas, que tiene por autor a San Judas, posee también él un título especial a contarse entre los primeros en la gran familia de los maestros obreros del Señor. Mas para nuestro apóstol había otra nobleza que excedía a todas las de la tierra: por Cleofás o por Alfeo, su padre, era sobrino de San José, legalmente primo del Hombre-Dios; San Judas era uno de los llamados por sus compatriotas hermanos del hijo del carpintero.

EN EL CENÁCULO. — Recojamos de San Juan una circunstancia preciosa. En la conversación que siguió a la Cena, el Hombre-Dios acababa de decir: “El que me ama a mí, será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él.” Entonces Judas, tomando la palabra, preguntó: “Señor, ¿qué ha sucedido para que hayas de manifestarte a nosotros y no al mundo?” Jesús le respondió: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada. Pero el que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que oís, no es mía, sino del Padre, que me ha enviado”.

DOMICIANO Y LOS DESCENDIENTES DE DAVID.— Por la historia eclesiástica sabemos que Domiciano, al fin de su reinado y cuando arreciaba la persecución que él mismo había desencadenado, hizo traer desde el Oriente, para comparecer ante sí, a dos nietos del Apóstol San Judas. La política del César estaba un poco intranquila con respecto a estos descendientes de una raza real, la de David, que por la sangre representaban al mismo Cristo, ensalzado por sus discípulos como rey supremo del mundo. Domiciano pudo darse cuenta por sí mismo de que estos dos sencillos judíos no podían constituir un peligro para el Imperio, y que si consideraban a Cristo como al depositario del poder soberano, se trataba de un poder que no se iba a ejercer visiblemente hasta el fin de los siglos. El lenguaje sencillo y valiente de estos dos hombres impresionó a Domiciano, y según el historiador Hegesipo, de quien Eusebio toma los hechos que acabamos de referir, dió órdenes de suspender la persecución.

VIDA. — Refiere una tradición antigua que los dos Apóstoles fueron a evangelizar a Armenia y Persia y sufrieron el martirio el año 47 en la ciudad de Suanir.

A Simón le apellidaban Zelotes, acaso por haber pertenecido antiguamente al partido nacionalista de los Zelotes que no consentían admitir el yugo extranjero en Palestina.

San Judas, por parte de su madre, era pariente del Señor. Escribió una breve Epístola para combatir la herejía gnóstica, que estaba entonces en sus comienzos.

Las reliquias de los dos Apóstoles se trasladaron en 1605 a la basílica vaticana y se colocaron en un altar que la tradición sitúa en lugar próximo a aquel en que fué clavada la cruz de San Pedro. San Saturnino de Tolosa debe de poseer también algunas reliquias suyas.

Os escogí para dar un fruto permanente. Esta palabra os dirigía el Hombre-Dios como a los doce, la misma que recordaba la Iglesia en vuestro honor en el oficio de Maitines. Y, con todo, ¿qué queda del fruto de vuestro trabajo en Egipto, en Mesopotamia, en Persia? ¿Será que el Señor o la Iglesia pueden equivocarse en sus palabras o en sus apreciaciones? No por cierto; y la prueba está en que, por encima de la región de los sentidos y fuera del dominio de la historia, la virtud que se derramó sobre los doce no cesa de correr a través de las edades y tiene su parte en todo nacimiento sobrenatural que contribuye al desarrollo del cuerpo místico del Señor y al aumento de la Iglesia. Con más razón que Tobías, somos hijos de santos; ya no estamos sin familia, más bien pertenecemos a la casa de Dios, apoyados en los Apóstoles y Profetas que Jesucristo une como piedra angular. Benditos vosotros que nos ganasteis con lágrimas y trabajos ese bien; conservad en nosotros el título y los derechos de una filiación tan preciosa.

Mucho es el mal que nos rodea; ¿puede quedar alguna esperanza en la tierra? Pero la confianza de los que os ruegan, nos dice, oh Judas, que para ti no existe causa desesperada; y ¿cuándo mejor que ahora, oh Simón Zelotes, podrías justificar tu apellido glorioso? Dignaos atender a la Iglesia y ayudarla con todo vuestro poder apostólico a reavivar la fe, a inflamar la caridad, a salvar al mundo.



Oración pidiendo protección en las Tentaciones por los méritos y la intercesión de San Judas Tadeo

lunes, 24 de octubre de 2022

Novena por las Almas del Purgatorio

 





Por la señal ✠ de la Santa Cruz, 

de nuestros ✠ enemigos, 

líbranos Señor ✠ Dios nuestro. 

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén. 


DÍA PRIMERO

Señor mío Jesucristo, que quieres que tengamos suma delicadeza de conciencia y santidad perfecta: te rogamos nos la concedas a nosotros; y a los que por no haberla tenido se están purificando en el purgatorio, te dignes aplicar nuestros sufragios y llevarlos pronto de aquellas penas al cielo. Te lo pedimos por la intercesión de tu Madre purísima y de San José.


Terminar con la oración final y el responso.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS


Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.

Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.

V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.

Padrenuestro.

V. De la puerta del infierno
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a ti mi clamor.

Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y luzca para ellos la luz perpetua.
V. Descansen en paz.

R. Amén.


__________

DÍA SEGUNDO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, que eres cabeza de todos tus fieles cristianos que en ti nos unimos como miembros de un mismo cuerpo que es la Iglesia: te suplicamos nos unas más y más contigo y que nuestras oraciones y sufragios de buenas obras aprovechen a las ánimas de nuestros hermanos del purgatorio, para que lleguen pronto a unirse a sus hermanos del cielo.


Terminar con la oración final y el responso.


__________

DÍA TERCERO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, que a los que pecan castigas con justicia en esta vida o en la otra: concédenos la gracia de nunca pecar y ten misericordia de los que, habiendo pecado, no pudieron, por falta de tiempo, o no quisieron, por falta de voluntad y por amor del regalo, satisfacer en esta vida y están padeciendo ahora sus penas en el purgatorio; y a ellos y a todos llévalos pronto a su descanso.


Terminar con la oración final y el responso.


__________

DÍA CUARTO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, que exiges la penitencia aun de los pecados veniales en este mundo o en el otro: danos temor santo de los pecados veniales y en misericordia de los que, por haberlos cometido, están ahora purificándose en el purgatorio y líbralos a ellos y a todos los pecadores de sus penas, llevándoles a la gloria eterna.


Terminar con la oración final y el responso.


__________

DÍA QUINTO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, que a los regalados en esta vida, que no pagaron por su culpa o no tuvieron bastante caridad con el pobre, castigas en la otra con la penitencia que aquí no hicieron: concédenos las virtudes de la mortificación y de la caridad y acepta misericordioso nuestra caridad y sufragios, para que por ellos lleguen pronto a su descanso eterno.


Terminar con la oración final y el responso.


__________

DÍA SEXTO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, que quisiste que honrásemos a nuestros padres y parientes y distinguiésemos a nuestros amigos: te rogamos por todas las ánimas del purgatorio, pero especialmente por los padres, parientes y amigos de cuantos hacemos está novena, para que logren el descanso eterno.


Terminar con la oración final y el responso.


__________

DÍA SÉPTIMO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, que a los que no se preparan a tiempo para la muerte, recibiendo bien los últimos sacramentos y purificándose de los residuos de la mala vida pasada, los purificas en el purgatorio con terribles tormentos: te suplicamos, Señor, por los que murieron sin prepararse y por todos los demás, rogándote que les concedas a todos ellos la gloria y a nosotros recibir bien los últimos sacramentos.


Terminar con la oración final y el responso.


__________

DÍA OCTAVO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, que a los que vivieron en este mundo demasiado aficionados a los bienes terrenales y olvidados de la gloria, los retienes apartados del premio, para que se purifiquen de su negligencia en desearlo: calma, Señor misericordioso, sus ansias y colma sus deseos, para que gocen pronto de tu presencia, y a nosotros concédenos amar de tal manera los bienes celestiales, que no deseemos desordenadamente los

terrenos.


Terminar con la oración final y el responso.

__________

DÍA NOVENO [Ir al principio de esta página]

Por la señal, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.


Señor mío Jesucristo, cuyos méritos son infinitos y cuya bondad es inmensa: mira propicio a tus hijos que gimen en el purgatorio anhelando la hora de ver tu faz, de recibir tu abrazo, de descansar a tu lado y; mirándolos, compadécete de sus penas y perdona lo que les falta para pagar por sus culpas. Nosotros te ofrecemos nuestras obras y sufragios, los de tus Santos y Santas; los de tu Madre y tus méritos; haz que pronto salgan de su cárcel y reciban de tus manos su libertad y la gloria eterna.


Terminar con la oración final y el responso.

San Rafael Arcángel Año Litúrgico: 24 de octubre

 

SAN RAFAEL, ARCANGEL

La proximidad del día grande y solemne que pronto hará converger en nosotros los esplendores del cielo, infunde a la Iglesia un recogimiento profundo.

Si se exceptúa el homenaje que tiene que tributar en su fecha a los gloriosos apóstoles San Simón y Sán Judas, apenas se encuentran unas fiestas diseminadas de rito simple, que vienen a romper el silencio de estos últimos días de octubre. Es conveniente adaptar nuestras almas a las disposiciones de la Iglesia. Mas no anulamos esta ley dedicando un recuerdo rápido al arcángel a quien celebra la Iglesia en este día.

MINISTERIO DE SAN RAFAEL. — El ministerio Que cumplen los espíritus celestes cerca de nosotros, se encuentra maravillosamente expresado en las graciosas escenas que hacen la historia de Tobías sumamente agradable. Recordando i0s buenos oficios del guía y del amigo, como todavía llama a su hermano Azarías, Tobías el joven dice a su padre: “¿Cómo agradecerle sus beneficios? Me ha guiado y conducido sano y salvo. Ha cobrado también el dinero que nos debia Gabaelo. A él debo el haber hallado la esposa que me estaba preparada, de cuyo cuerpo arrojó al demonio, a la vez que llenaba de alegría a sus padres de ella. A mí me salvó del pez que me iba a tragar y a ti te ha hecho finalmente ver la luz del cielo y nos ha llenado de todos los bienés”.

Y, queriendo padre e hijo mostrar su gratitud al modo como lo hacen los hombres, a quien tanto lo merecía, el ángel se da a conocer entonces para enderezar todo el agradecimiento al bienhechor supremo: “Bendecid al Dios del cielo, y glorificadle ante todo ser viviente, pues ha hecho brillar su misericordia sobre vosotros… Cuando orabas con lágrimas y enterrabas a los muertos…, presentaba yo tu oración al Señor. Y porque fuiste acepto a Dios, era necesario que te probase con la tentación. Y ahora el Señor me envió para curarte y librar del demonio a Sara, esposa de tu hijo. Yo soy el ángel Rafael, uno de los siete que estamos ante el Señor… La paz sea con vosotros, no temáis… bendecid a Dios”

CONFIANZA. — También nosotros celebramos ¡os beneficios del cielo. Sabemos por la fe que el ángel del Señor nos acompaña desde la cuna al sepulcro; lo sabemos con tanta certeza como la que tenía Tobías viendo con sus ojos al arcángel Rafael. Tengamos en nuestro santo ángel una confianza igual y, entonces, el camino de la vida, más sembrado de peligros que la tierra de los medos, no los tendrá para nosotros; cuanto halláremos en él, todo será bueno, como preparado por el Señor; y, nuestro ángel hará que la bendición, cual resplandor anticipado de la patria, se extienda desde nosotros a todos nuestros prójimos.

ALABANZA.—Tomamos del Breviario Ambrosiáno este himno en honor del glorioso arcángel:

HIMNO

Rafael, guía divino, recibe bondadosamente el himno sagrado que nuestras voces suplicantes y gozosas te dedican.
Guíanos por la carrera de la salvación, vigila nuestros pasos; haz que no caminemos nunca a la ventura, Por haber perdido la senda del cielo.
Míranos desde el cielo; llena a nuestras almas del esplendor brillante que desciende del Padre santo de las luces.
Da la salud a los enfermos, pon fln a la noche de los ciegos; al curar los cuerpos, fortifica los corazones. Tú, que te hallas ante el soberano Juez, aboga por la causa de nuestros crímenes; aplaca la cólera vengadora del Omnipotente tú, a quien confiamos nuestros ruegos.
Confunde a nuestro soberbio enemigo tú, que vuelves a empezar el gran combate; para triunfar de los espíritus de la rebelión, danos la fuerza, aumenta en nosotros la gracia.
Gloria sea a Dios Padre, como a su único Hijo, con el Espíritu Consolador ahora y siempre. Amén.