jueves, 14 de septiembre de 2023

Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

 

SENTIDO DE LA FIESTA DE LA CRUZ. —- “Hermanos, temed en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús: el cual, poseyendo la forma de Dios, no creyó que era una rapiña el ser igual a Dios, sino que se anonadó tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres, y mostrándose en lo exterior como hombre. Se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Estas palabras del Apóstol, que leemos en la Epístola de la Misa, nos dan el sentido de la fiesta que celebramos hoy. Los términos de siervo y de cruz, cierto que son para nosotros palabras corrientes: han perdido el sentido infamante que en el mundo antiguo, antes de la era cristiana, tenían: los destinatarios de San Pablo debieron comprender, mejor que nosotros, todo su horror y en consecuencia, apreciar también mejor hasta qué abismos se había bajado Cristo en su encarnación y su muerte de Cruz.

EL SUPLICIO DE LA CRUZ. — Los antiguos ¿no consideraban a la Cruz “como el suplicio más infamante y más terrible”? Con frecuencia se veía a un ladrón o a un esclavo clavado en la cruz; lo que podemos conocer nosotros de un modo indirecto sobre ese suplicio, nos permite apreciar un poco mejor todo su horror. El crucificado agonizaba lentamente; la asfixia producida por la extensión de los brazos en alto le ahogaba, y era atormentado por las calambres de sus nervios en tensión.

EL CULTO DE LA CRUZ. — Cristo padeció este suplicio espantoso por cada uno de nosotros. Con un amor infinito ofreció al Padre el sacrificio de su cuerpo extendido en la Cruz. Este instrumento de suplicio, objeto de infamia hasta entonces, se convierte en gloria para los cristianos: San Pablo sólo se gloría en la cruz del Señor, en la que está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección, la cual nos ha hecho libres y salvos.

El culto de la Cruz, como instrumento de nuestra redención, logró una gran extensión en la Iglesia cristiana. La Cruz es adorada y recibe homenajes que ninguna otra reliquia recibe; además las fiestas de la Santa Cruz revisten especial esplendor. El acontecimiento feliz del hallazgo de la Cruz ya fué festejado el 3 de mayo (Invención de la Santa Cruz): hoy celebra la Iglesia la fiesta de la Exaltación de la Cruz, cuyo origen es bastante complejo, pero su historia nos facilitará precisar el objeto.

ORÍGENES DE LA FIESTA DE ESTE DÍA. — El 14 de septiembre es la fecha del aniversario de una dedicación que en la historia eclesiástica ha dejado un gran recuerdo.

El 14 de septiembre de 335 una multitud de curiosos, de peregrinos, de monjes, de clérigos y de prelados llegados de todas las provincias del Imperio, se juntaban en Jerusalén con motivo de la Dedicación del santuario magníficamente restaurado por el emperador Constantino, en el mismo sitio en que el Señor padeció y fué sepultado.

En años sucesivos el aniversario continuó celebrándose con no menos pompa. La peregrina española Eteria, que al fin del siglo iv fué a Jerusalén, nos refiere que más de cincuenta obispos asistían todos los años a las solemnidades del 14 de septiembre. La Dedicación tenía la husma categoría que la Pascua o la Epifanía, duraba ocho días y atraía una gran afluencia de peregrinos.

DOBLE OBJETO DE LA FIESTA. — El aniversario de la Dedicación se celebraba además con otros fines. Era el primero el recordar la antigua fiesta judía de los tabernáculos con que se ponía fin a las faenas de la vendimia. Se cree que caía en el día 14 de septiembre y la fiesta cristiana de la Dedicación debía reemplazarla. Pero hay otro recuerdo específicamente cristiano que ya desde fines del siglo iv estaba ligado a la fiesta del 14 de septiembre: la Invención del sagrado madero de la Cruz. Una ceremonia litúrgica, que lleva por nombre la Elevación o la Exaltación (hypsosis) 1 de la Cruz, conmemoraba todos los años este feliz descubrimiento. El punto mismo donde había sido fijada la Santa Cruz se consideraba como el centro del mundo. Y por eso un sacerdote levantaba el lefio sagrado de la Cruz hacia las diversas partes del mundo. Como recuerdo de la ceremonia, los peregrinos se llevaban una pequeña redoma con aceite que había tocado a la Cruz.

PROPAGACIÓN DE LA FIESTA. — Esta ceremonia fué tomando cada vez mayor importancia, de modo que en el siglo vi los recuerdos de la Invención de la Cruz y de la Dedicación del Gólgota quedaron en segundo plano.

Los fragmentos del sagrado madero se iban repartiendo por el mundo y a la vez se extendía por las Iglesias cristianas la ceremonia de la Exaltación. Constantinopla aceptó la fiesta en 612, en tiempo del emperador Heraclio. En Roma se introdujo la fiesta a lo largo del siglo VII. Por los días del Papa Sergio (t 701), el 14 de septiembre se renovaba en Letrán la adoración de la Cruz que se hacía el Viernes Santo. Para esta ceremonia, los antiguos Sacramentarlos han conservado una oración “ad crucem salutandam”. Pero este efímero rito desapareció luego de los usos romanos; la oración es lo único que se ha conservado en las colecciones de devoción privada. En nuestros días, la adoración de la Cruz del 14 de septiembre ya no se practica más que en los monasterios y en algunas Iglesias.

NUEVO ESPLENDOR DE LA FIESTA. — En el correr de los siglos, un acontecimiento realzó de modo singular el esplendor de la fiesta de la Exaltación. El 614 los Persas tomaron Jerusalén y la pasaron a sangre y fuego. A continuación de las victorias del piadoso emperador Heraclio, se restauró la Ciudad Santa y Heraclio consignó la restitución de la Santa Cruz que los invasores habían llevado a Tesifonte. El 21 de marzo de 630, la Cruz fué nuevamente erigida en la Iglesia del Santo Sepulcro 2 y el 14 de septiembre siguiente se volvió a continuar conHa ceremonia de la Exaltación.

NUEVO CARÁCTER DE LA FIESTA. — Queda uno sorprendido al ver en la restauración de la antigua ceremonia un carácter nuevo de tristeza y de penitencia. Quizá contribuyesen las desgracias del imperio a hacer de esta ceremonia de adoración, un oficio de intercesión en el que no se cesa de repetir una y otra vez el Kyrie eleison. El ayuno es de rigor este día, al menos entre los monjes.

Este carácter de intercesión se nota en los textos litúrgicos propios de la fiesta de este día. Así el Ofertorio y la Poscomunión imploran protección y ayuda, mientras que el Evangelio recuerda la Exaltación del Hijo del Hombre en la Cruz, prefigurada por la serpiente de bronce.

Ya que un rito de la fiesta de este día fué largo tiempo la adoración de la Cruz, transcribiremos la oración que San Anselmo compuso para la ceremonia del Viernes Santo:

¡Oh Cruz Santa, cuya vista nos recuerda aquella otra Cruz sobre la cual Nuestro Señor Jesucristo, con su propia muerte, nos libró de la muerte eterna, a la que miserablemente nos lanzábamos, y por la cual nos resucitó a la vida eterna que habíamos perdido por el pecado; adoro, venero y glorifico en ti aquella Cruz que representas y, en ella, al Señor misericordioso que por medio de ella realizó su obra de misericordia! ¡Oh Cruz amable, donde están nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección! ¡Oh madero precioso por quien fuimos libertados y salvados! ¡Oh símbolo con que fuimos sellados para Dios! ¡Oh Cruz gloriosa en quien únicamente debemos gloriarnos!

Y ¿cómo te alabaremos? ¿De qué modo te ensalzaremos? ¿Con qué corazón te rogaremos? ¿Con qué gusto me gloriaré en ti? Por ti se vacia el infierno; queda cerrado para todos los que fueron rescatados por ti. Los demonios por ti están amedrentados, reprimidos, vencidos, aplastados. El mundo por ti se renueva y hermosea, gracias a la verdad que brilla con esplendidez y a la justicia que en El reina. Por ti es justificada la naturaleza humana, pecadora; condenada, se salva; esclava del pecado y del infierno, consigue la libertad; muerta, vuelve a la vida. Por ti se restaura y perfecciona esta ciudad bienaventurada del cielo. Por ti Dios, el Hijo de Dios, quiso ser obediente a su Padre hasta la muerte para bien nuestro; por eso, puesto en la cruz, recibió un nombre que está por encima de todo nombre. Por ti preparó su trono y restableció su reino.

En ti esté y de ti proceda mi gloria, por ti y en ti esté mi verdadera esperanza. Por ti queden borrados mis pecados; muera por ti mi alma a la vida vieja y resucite a una nueva vida de justicia. Concédeme, te ruego, que, lavado ya en el bautismo de los pecados en que fui concebido y naci, me purifiques de nuevo de los que he contraído después de nacer a esta segunda vida; de esa manera llegaré por ti a los bienes para los que fué creado el hombre, gracias al mismo Jesucristo, Nuestro Señor, el cual sea bendito por todos los siglos. Así sea.

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