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En su afán de inventar una nueva “Iglesia” sinodal-bergogliana, el obispo de Roma muestra cada vez, no solo menos respeto por el Señor Jesús, sino la habilidad que tiene para deformar y profanar las Sagradas Escrituras, con tal de imponer su delirante ideología de una “Iglesia sinodal” que solamente existe en su imaginación, como si la Iglesia una, santa, católica y apostólica no hubiera practicado el caminar juntos durante dos mil años, hasta que llego el “faraón” Bergoglio, con los poderes divinos del Nuevo Orden Mundial, a inaugurar la Nueva Era del cristianismo.
El domingo 26 de noviembre ppdo. la Iglesia celebró la solemnidad de Cristo Rey, en el ultimo domingo del año litúrgico, previo al comienzo del Adviento. Los textos bíblicos que se leen en este día, todos los años, son los de Ezequiel 34, 11-17, 1Cor 15, 20-28 y Mt 25, 31-46.
El texto veterotestamentario habla de Yahvé pastor que vela por su rebaño y lo cuida, mientras que el texto paulino habla de Cristo resucitado y de la resurrección de todos los fieles, de la derrota de sus enemigos y de la muerte, para poner todo en las manos de Dios Padre. Entre ambos textos se intercala el Salmo 23, en el que el poeta [David-Israel] proclama el amor que Dios le brinda: “Yahvé es mi pastor”.
El texto evangélico, por su parte, habla de la venida definitiva del Hijo del hombre [Jesucristo] al final de los tiempos, la congregación de todos los pueblos y naciones en torno a Él, y el juicio definitivo que lleva a cabo, separando a unos y otros como el pastor separa a las ovejas de los machos cabríos.
Y dice el texto que a las ovejas las pone a su derecha (“benditos de mi Padre”) y a los machos cabríos a su izquierda (“malditos, destinados al fuego eterno al igual que el Diablo y sus ángeles”) para juzgarlos. El amor, la compasión y la misericordia que mostraron las ovejas con los mas necesitados y desamparados es lo que define su justificación y su ingreso a la vida eterna, mientras que la falta de amor, de compasión y de misericordia es lo que define la condenación y su destino a un castigo eterno.
El mensaje que se deduce de las lecturas es clarísimo: Dios es un Pastor amoroso que cuida a sus ovejas, pero al mismo tiempo es un Juez celoso que premia el bien y castiga el mal. La bondad sola, sin la justicia, es estúpida, sonsa, mientras que la justicia, sin amor, compasión y ternura es crueldad. En Dios ambas virtudes están inseparablemente unidas.
En el comentario a este texto que hace el papa Bergoglio en el Angelus de ese día[1], elaboradas por un colaborador del pontífice -monseñor Paolo Braida- encontramos que las palabras del Evangelio son modificadas, de tal forma que los bendecidos por Dios son “amigos” del Rey, cuando en realidad el texto no dice nada de eso al respecto.
Sí es cierto que el Señor, el Rey, se identifica con los pobres y necesitados como sus hermanos, y quien los atiende y consuela se hace acreedor a la bendición del Padre del rey, no a hacerse amigo. Pero este recurso a la “amistad” con el Rey es lo que permite al papa Bergoglio y a su escritor suprimir y dejar de lado lo que el texto dice con total y absoluta claridad: que hay un Juicio definitivo en el que Jesucristo premia a los buenos y condena eternamente a los malos.
Este Jesús del evangelio dice todo lo contrario de lo que habitualmente parlotea el pontífice: no dice “todos, todos, todos adentro”, por el contrario, dice que hay salvados y condenados, justificados y perdidos para toda la eternidad.
Evidentemente, Nuestro Señor Jesucristo, el Resucitado, no ha leído el “magisterio” de Bergoglio ni se conduce por la “caridad pastoral” como criterio último de evangelización, como alardea el (i)rresponsable del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Es un horror, este Jesús del evangelio “juzga y condena”, “no tiene misericordia”, como si la tiene el “Jesús” de Bergoglio, ya que no es inclusivo, sino todo lo contrario.
Según las pautas y criterios del homoafectivo Víctor “Tucho” Fernández, a Jesús le falta misericordia, ternura, no ha leído a don Jorge Mario Bergoglio, quien es el único que tiene hoy “el carisma único y especial de salvaguardar el depósito de la fe, como don vivo y activo”[2].
En la conclusión de la meditación papal se ve con toda claridad la trampa: como las palabras de Jesús contradicen a Bergoglio –“no se salvan todos, todos, todos-, se deja de lado y se ignora el Juicio final, con sus premiados y condenados para toda la eternidad, para hacer un planteo “piadoso” e intimista: “¿creemos que la verdadera realeza consiste en la misericordia? ¿Creemos en el poder del amor? […] ¿Soy yo amigo del Rey, es decir, me siento personalmente implicado en las necesidades de las personas que sufren y que encuentro en mi camino?”.
En este pontificado tan “sinodal”, no solo se persigue y cancela a sacerdotes, obispos y cardenales fieles a Nuestro Señor Jesucristo y a su Iglesia, sino que el mismo Redentor y Señor es tergiversado, malinterpretado y deformado, para que se pueda imponer el “programa sinodal de Bergoglio”, como ha dicho el baboso cardenal nuncio en Estados Unidos, Christopher Pierre, para justificar el golpe de Estado contra el obispo Joseph Edward Strickland por parte de la (ex) Santa Sede, que de santa ya le queda muy poco y nada.
José Arturo Quarracino
1 de diciembre de 2023
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