LA IMPORTANCIA DE ESTE DÍA. — Este día es grande en los anales de la humanidad, aún en los ojos de Dios: pues es el aniversario del acontecimiento más solemne que se haya cumplido en el tiempo. El Verbo divino, por el cual el Padre creó al mundo, se hizo carne en el seno de una virgen y habitó entre nosotros ‘. Adoremos la grandeza del Hijo de Dios que se humilló; demos gracias al Padre “que amó al mundo hasta darle su Hijo único 2 y al Espíritu Santo cuya virtud todopoderosa obró tan profundo misterio.” En este tiempo tenemos aquí un preludio de las alegrías de Navidad; dentro de nueve meses el Emmanuel concebido en este día, nacerá en Belén y los conciertos de los ángeles nos convidarán a celebrar este nacimiento.
1 Juan, I, 14. 2 Ibíd., III, 16.
LA PROMESA DEL REDENTOR. — Durante la semana de Septuagésima contemplamos la caída de nuestros primeros padres y oímos la voz de Dios pronunciando la triple sentencia contra la serpiente, contra la mujer y en último lugar contra el hombre. Sin embargo de eso una esperanza se ha cobijado en nuestra alma; entre los anatemas ha brillado una promesa divina, como aurora de la salvación. ¡El Señor irritado dijo a la serpiente infernal que un día su cabeza orgullosa será aplastada por el pie de una mujer.
Su CUMPLIMIENTO. — Llegó por el momento en que el Señor va a cumplir su antigua promesa. Durante miles de años el mundo estuvo esperando y a pesar de sus crímenes y maldades, esta esperanza no se apagó nunca. En el curso de los siglos la misericordia divina multiplicó los milagros, las profecías y las figuras para recordar el contrato que se dignó hacer con el hombre. La sangre del Mesías pasó de Adán a Noé; de Sem a Abrahán, Isaac y Jacob; de David y Salomón a Joaquín; ahora corre por las venas de María, hija de Joaquín. María es la mujer por la cual debe ser levantada la maldición que pesa sobre nuestra raza. Al crearla el Señor inmaculada, constituyó con esto una enemistad irreconciliable entre ella y la serpiente y, en este día, esta hija de Eva va a reparar la caída de su madre; a levantar a su sexo de la humillación en que se ha visto hundido, y cooperar directa y eficazmente a la victoria que el Hijo de Dios ha obtenido en persona sobre el enemigo de su gloria y de todo el género humano.
LA ANUNCIACIÓN. — La tradición y luego la Iglesia, señaló el 25 de Marzo como el día en que se va a cumplir el misterio María, sola, en el recogimiento de la oración, ve aparecer delante de ella al [Arcángel bajado del cielo, que viene a recibir su consentimiento, en nombre de la Santísima Trinidad. Asistamos a la entrevista del Angel con María y retrasemos al mismo tiempo nuestro pensamiento a los primeros días del mundo. San Ireneo, obispo mártir del siglo n, fiel eco de la doctrina de los Apóstoles, nos enseñó a comparar esta tan sublime escena con la que tuvo lugar en el paraíso terrenal2.
EN EL PARAÍSO TERRENAL. — En el jardín de las delicias hay una virgen que se encuentra en presencia de un ángel y un coloquio se establece entre ellos. En Nazaret una virgen es igualmente interpelada por un ángel y se entabla entre ellos un diálogo; mas el ángel del paraíso terrenal es un ángel de las tinieblas y el de Nazaret un espíritu celestial. En los dos encuentros es el ángel el que toma la palabra. “¿Por qué, dice el espíritu maldito a la primera mujer, Dios os ha mandado no comáis de todos los árboles de este jardín?” En esta pregunta repentina se siente ya la provocación al mal, el desprecio, el odio contra la débil criatura en la cual Satanás va persiguiendo a Dios.
i S. A/justín1, La Trinidad, I. IV, c. V. 1 “contra las herejías” I. V, c. XIX.
EN NAZARET. — Ved al contrario al ángel de la luz. ¡Con qué dulzura, con qué paz se acerca a la nueva Eva! ¡Con qué respeto se inclina ante esta hija de los hombres! “Salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres.” ¡Quién no reconoce el acento celestial en estas palabras donde todo respira dignidad y paz! Mas continuemos el paralelismo.
EVA. — La mujer del Edén, imprudente, escucha la palabra del seductor y se apresura a responder. La curiosidad la mete en una conversación con aquel que la invita a escudriñar los decretos de Dios. Ella no tiene desconfianza delante de la serpiente que la está hablando; más tarde desconfiará del mismo Dios.
MARÍA. — María ha oído la palabra de Gabriel; mas esta virgen, muy prudente, como la llama la Escritura, permanece silenciosa. Se pregunta de donde pueden venir estos elogios hechos a su persona. La más pura, la más humilde de las vírgenes, tiene miedo de la alabanza; y el enviado celestial no obtendrá de ella una palabra hasta que él no haya aclarado su misión. “No temas, oh María, dice el ángel a la nueva Eva, pues has encontrado gracia delante del señor. He aquí que concebirás y darás a luz un hijo a quien llamarás Jesús. Será grande y será llamado el Hijo del Altísimo y el Señor le dará el trono de David su Padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reinado no tendrá fin.” ¡Qué magníficas promesas bajadas del cielo por parte de Dios! ¡Qué objeto más digno de la ambición de una hija de Judá, que conoce la gloria de que debe estar rodeada la madre del Mesías! Sin embargo, María no es tentada por tanto honor. Consagró su virginidad para siempre a Dios, a fin de estarle más unida con el amor. El destino, que ella no podría alcanzar más que violando este pacto sagrado, no puede conmover su alma. ¿Cómo puede suceder esto, responde ella, ya que he prometido guardar virginidad?
EVA. — La primera mujer no manifiesta por el contrario esa calma, ese desinterés; apenas el ángel perverso la aseguró que puede violar el mandato de su divino bienhechor, sin llegar con todo a morir, y que el premio de su desobediencia será entrar en posesión de la ciencia divina, cuando ella queda subyugada. El amor propio la ha hecho olvidar en un momento el deber y el reconocimiento; se siente feliz de verse libre lo más pronto posible de ese lazo que la tiene aprisionada.
MARÍA. — Tal fué el modo de obrar de la mujer que nos perdió; mas ¡cuán diferente aparece esta otra mujer que debía salvarnos! La primera, cruel para con su posteridad, no se preocupa más que de sí misma; la segunda, por el contrario, se olvida de sí misma, para no pensar más que en los derechos que Dios tiene sobre ella. El ángel, admirado de tanta fidelidad, termina por revelarla por completo el, plan divino. “El espíritu Santo, la dice, descenderá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y por eso el que de ti va a nacer será llamado Hijo de Dios. Isabel tu prima ha concebido ya un hijo a pesar de su vejez; y este es el sexto mes para ella la llamada estéril, pues para Dios no hay nada imposible.” El ángel interrumpe aquí su discurso y espera, en el silencio, la resolución de la Virgen de Nazaret.
LA DESOBEDIENCIA DE EVA. — Volvamos ahora nuestras miradas a la virgen del Edén. Apenas ha dejado de hablar el espíritu infernal, cuando ella ya ha echado una mirada codiciosa sobre el fruto prohibido; aspira a la independencia cuya posesión le va a conceder este fruto tan deleitable. Su mano desobediente se va alargando para atraparlo; lo coge, lo lleva ávidamente a su boca, y, en el mismo momento, la muerte toma posesión de ella; muerte del alma por el pecado, que apaga la luz del alma; muerte del cuerpo que, privado del don de la inmortalidad, se convierte ahora en un objeto de vergüenza y de confusión, mientras espera el momento en que se convertirá en polvo.
LA OBEDIENCIA DE MARÍA. — Retiremos los ojos de este triste espectáculo y volvamos a Nazaret. María ha recogido las últimas palabras del ángel; la voluntad del cielo es ahora bien clara para ella. Esta le asegura que le está reservada la dicha de sentirse Madre de Dios, mientras su virginidad permanece intacta. Entonces María se somete con obediencia perfecta y dice al enviado celestial: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra.” De este modo la obediencia de la segunda Eva repara la desobediencia de la primera, pues tan pronto como la virgen de Nazaret dijo: que se haga en mí, FIAT, el Hijo eterno de Dios, que, según el decreto divino, esperaba esta palabra, se hace presente por obra del Espíritu Santo, en el seno de María y comienza allí una vida humana. Una virgen llega a ser madre y Madre de Dios. El consentimiento de esta virgen a la voluntad soberana la hace fecunda por la virtud del Espíritu Santo. ¡Misterio sublime que establece las relaciones de hijo y de madre entre el Verbo Eterno y una criatura, y proporciona al Todopoderoso un medio digno de asegurarla el triunfo contra el espíritu maligno cuya audacia y perfidia parecían haber prevalecido hasta entonces contra el plan divino!
LA DERROTA DE SATANÁS. — Jamás ha habido derrota tan humillante y completa como la que sufrió Satanás en este día. El pie de la mujer, de quien se creía una victoria tan fácil, pesa ahora con toda su fuerza sobre su cabeza orgullosa ya aplastada. Eva se levanta en su hija para aplastar a la serpiente. Dios no ha querido escoger al hombre para esta venganza; la humillación de Satanás no hubiera sido tan vergonzosa. Es la primera presa del infierno, su víctima más débil, la más desarmada, la que el Señor dirige contra este enemigo. Por el precio de un triunfo tan alto la mujer dominará desde ahora no solamente los ángeles rebeldes sino también sobre toda la raza humana; aún más sobre todas las jerarquías de espíritus celestiales, desde lo alto de su trono, María Madre de Dios domina sobre toda la creación. En el fondo de los infiernos Satanás rugirá con eterna desesperación, pensando en la desdicha de haber dirigido sus primeros ataques contra un ser frágil y crédulo a quien Dios vengó tan magníficamente; y en lo alto de los cielos los Serafines y Querubines levantarán sus miradas hacia María, ambicionarán una sonrisa y se sentirán felices de cumplir los menores deseos de la Madre de Dios y de los hombres.
SALVACIÓN DE LA HUMANIDAD. — Por esto nosotros, hijos de la raza humana, arrancados de los dientes de la serpiente por la obediencia de María, saludamos hoy la aurora de nuestra libertad. Tomando las palabras del cántico de Débora, donde ésta, tipo de María victoriosa, canta sus triunfos sobre los enemigos del pueblo santo, nosotros decimos: “La raza de los fuertes había desaparecido de Israel hasta el día en que se levantó Débora, hasta el día en que apareció ella, la madre de Israel. El señor inauguró un nuevo género de combate, fuerza las puertas de sus enemigos'”. Prestemos oído y escuchemos también a través de los siglos a Judit, esta otra mujer victoriosa: “Alabad al Señor, nuestro Dios que no abandona a los que esperan en El; antes por la mano de su sierva ha cumplido la misericordia prometida a Israel; por mi mano inmoló esta noche al enemigo de su pueblo. El Señor omnipotente los aniquiló por la mano de una mujer”2.
MISA
La Santa Iglesia toma la mayor parte de los cantos del santo Sacrificio del Salmo LIV que celebra la unión del Esposo con la Esposa. En el Introito saluda a María como a reina del género humano, delante de la cual debe inclinarse toda criatura. La virginidad ha preparado en María a la Madre de un Dios; esta virtud será imitada en la Iglesia y todos los siglos verán a numerosas vírgenes seguir los pasos de la que es su madre y modelo.
1 Jueces, V, 7. 8. 2 Judit, XIII, 17, 18; XVI, 7,
INTROITO Implorarán tu favor todos los ricos del pueblo: serán presentadas al Rey las vírgenes después de ella: sus compañeras serán presentadas^ con alegría y con júbilo. (T. P. Aleluya, aleluya.) —Salmo: Brota de mi corazón una palabra buena: dedico mis obras al Rey. y. Gloria al Padre.
En la Colecta la Iglesia se gloría de su fe en la maternidad divina y reclama, por este título, la intercesión todopoderosa de María cerca de Dios. Este dogma es la base de nuestras creencias, el fundamento del misterio de la Encarnación.
COLECTA Oh Dios, que, al anuncio del Angel, quisiste que tu Verbo tomase carne en el seno de la Bienaventurada Virgen María: concédenos, a los que te suplicamos, la gracia de que, ya que la creemos a ella verdadera Madre de Dios seamos ‘ayudados ante ti por su intercesión. Por el mismo Señor.
EPISTOLA Lección del Profeta Isaías. En aquellos días habló el Señor a Ácaz, diciendo: Pide para ti una señal del Señor, tu Dios, ya del profundo del infierno, ya de lo más alto de los cielos. Y respondió Acaz: No la pediré, y no tentaré al Señor. Dijo entonces (Isaías): Oíd, pues, ahora, casa de David:¿Os parece poco el ser molestos a los hombres, que también queréis serlo a mi Dios? Por eso, el mismo Señor os dará una señal: He aquí que una virgen concebirá, y parirá un hijo, y(será su nombre Emmanuel. Comerá manteca y miel, para que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno. La plenitud de los tiempos ha llegado; una antigua tradición ha dado la vuelta al mundo: que una, virgen llegaría a ser madre. En este día en que se cumplió este misterio, reverenciemos el poder del Señor y su fidelidad a sus promesas. El autor, de las leyes de la naturaleza las suspende para obrar por sí mismo; la virginidad y la maternidad se unen en una , misma criatura. Una virgen no podría dar a luz más que a un Dios: y el hijo de María se llamará Emmanuel, Dios con nosotros.
DIOS CON NOSOTROS. — Adoremos, en su debilidad ¿voluntaria, al creador del mundo visible e invisible; quiere en adelante que toda criatura confiese, no solamente su grandeza infinita sino también la verdad de esta naturaleza humana que se dignó tornar para salvarnos. A partir de este momento se le puede llamar con propiedad el Hijo del hombre; nueve meses permanece(en el Seno materno como las demás criaturas; cómo ellas ,después de su nacimiento tomará leche y miel y santificará todos los estados, <de la humanidad; pues es el hombre nuevo que se, dignó bajar del cielo para suplantar al antiguo. Sin perder nada de su dignidad viene a soportar todas las condiciones de nuestra naturaleza enferma y limita con el fin de hacernos a su vez participantes de la naturaleza divina’. En el gradual la Iglesia canta la hermosura del Emmanuel, su reino y el poder de su brazo; pues viene humilde para levantarse en la gloria: desciende para combatir y triunfar.
GRADUAL La gracia está pintada en tus labios: por eso te bendijo Dios para siempre. 7. Reina con verdad, y con mansedumbre, y con justicia: y tu diestra obrará maravillas.
La Iglesia continúa empleando el mismo cántico en el Tracto para cantar las grandezas de María Virgen y Madre. El Espíritu Santo la amó por su belleza incomparable, la cubre con su sombra y ella concibe de un modo divino. ¿Qué gloria es comparable a la de María en quien se complace la Trinidad entera? En el orden de la creación el poder de Dios no producirá nada más elevado que una Madre de Dios. David nos muestra su lejana descendencia recibiendo los homenajes de los grandes de la tierra y rodeada de una corte compuesta por entero de vírgenes, cuyo modelo y reina es ella. Este día es también el triunfo de la virginidad que se ve elevada hasta la maternidad divina; en este día María libra a su sexo de la esclavitud y le abre el camino hacia todas las grandezas.
1 S. Pedro, I, 4.
TRACTO Oye, hija, y mira, e inclina tu oído: porque el Rey se ha prendado de tu belleza. 7. Implorarán tu favor todos los ricos del pueblo: las hijas de los reyes serán tu cortejo. 7. Serán presentadas al Rey las vírgenes después de ella: sus compañeras serán presentadas a ti. 7. Serán presentadas con alegría y con júbilo: serán llevadas al palacio del Rey.
EVANGELIO Continuación del santo Evangelio según S. Lucas. En aquel tiempo el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un varón, llamado José, de la casa de David: y el nombre de la Virgen era María. Y, entrando a ella el Angel, dijo: Salve, llena de gracia: el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le oyó, se turbó de sus palabras, y pensaba qué saludo fuese aquél. Entonces le dijo el Angel: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: he aquí que concebirás en tu seno, y darás a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David, su padre, y reinará eternamente en la casa de Jacob, y su reinado no tendrá fin. Dijo entonces María al Angel: ¿Cómo sucederá eso? Porque no conozco varón. Y, respondiendo el Angel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra y, por eso, lo Santo, que nacerá de ti, se llamará Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu parienta, ha concebido también en su vejez un hijo, y, la que se llamaba estéril, está ya en el sexto mes. Porque para Dios no hay nada imposible. Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra.
ACCIÓN DE GRACIAS. — Con estas últimas palabras, oh María, nuestra suerte está determinada. Tú consentiste al deseo del cielo; y tu consentimiento asegura nuestra salvación. ¡Oh Virgen! ¡Oh Madre! Bendita entre las mujeres, recibe con los homenajes de los ángeles las acciones de gracias del género humano. Has reparado nuestra ruina, has levantado nuestra naturaleza pues eres el trofeo de la victoria del hombre sobre su enemigo. “Alégrate, padre Adán; y tú, madre Eva, salta de júbilo, porque así como fuisteis padres de todos, así fuisteis de todos homicidas, y, lo que es peor, primero homicidas que padres; consolaos con esta hija, y tal hija; pero alégrese Eva sobre todo, pues de ella primero nació el mal, pasando su oprobio a todas las mujeres. Porque ya se acerca el tiempo en que se quitará el oprobio y no podrá ya quejarse el hombre de la mujer. Aquél pretendiendo excusarse imprudentemente a sí mismo, no dudó acusarla con dureza diciendo: La mujer que me diste dióme del fruto del árbol y comí. Por tanto, corre Eva a María; corre a tu Hija. Ella responderá por ti, levantará tu oprobio, satisfará al Padre por su madre; pues ha dispuesto Dios que, ya que el hombre no cayó sino por la mujer, tampoco sea levantado sino por la mujer. ¿Qué es lo que decías, Adán? La mujer que me diste dióme del fruto del árbol y comí. Palabras maliciosas son éstas, que acrecientan tu culpa en vez de borrarla. Mas la Sabiduría ha vencido a la malicia, pues, aunque malograste la ocasión que Dios quería darte para el perdón de tu pecado cuando te preguntó, ha hallado en el tesoro de su inagotable piedad medios para borrar tu culpa. Te da otra mujer por ésa mujer, una prudente por esa fatua, una humilde por esa soberbia; la cual, en vez del árbol de la muerte, te dará el alimento de la vida; en vez de aquel venenoso y amargo bocado, te traerá la dulzura del fruto eterno. Por tanto, muda las palabras de la injusta acusación en alabanzas y acción de gracias a Dios y dile: “Señor, la mujer que me diste, dióme del fruto del árbol de la vida y comí; y ha sido más dulce que la miel para mi paladar, porque en él me has dado la vida'”. En el Ofertorio saludamos a María con las palabras del ángel unidas a las de Isabel cuando esta se inclina delante de la Madre de Dios.
OFERTORIO Salve, María, llena de gracia: el Señor es contigo: bendita tu entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. La Iglesia rinde nuevo homenaje en la Secreta al dogma de la Encarnación, confesando la realidad de las dos naturalezas, divina y humana, en Jesucristo Hijo de Dios e Hijo de María.
i San Bernardo, 2.» Homilía sobre Missus est.
SECRETA Suplicárnoste, Señor, confirmes en nuestras almas los Sacramentos de la verdadera fe: para que, los que confesamos verdadero Dios y hombre al concebido de la Virgen, por el poder de su salvadora resurrección, merezcamos conseguir la eterna alegría. Por el mismo Señor.
La solemnidad de la fiesta obliga hoy a la Iglesia a suspender el Prefacio de Cuaresma, substituyéndole por el que se emplea en las Misas de la Santísima Virgen.
PREFACIO Es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable que, siempre y en todas partes, te demos gracias a ti, Señor santo, Padre omnipotente, eterno Dios. Y que te alabemos, bendigamos y prediquemos en la (Anunciación) de la Bienaventurada siempre Virgen María. La cual concibió a tu Unigénito por virtud del Espíritu Santo: y, permaneciendo (en ella) la gloria de la virginidad, dió al mundo la Luz eterna, a Jesucristo, nuestro Señor. Por quien a tu majestad alaban los Angeles, la adoran las Dominaciones, la temen las Potestades. Los cielos, y las Virtudes de los cielos, y los santos Serafines la celebran con igual exultación. Con los cuales, te suplicamos, admitas también nuestras voces, diciendo con humilde confesión: Santo, Santo, Santo, etc.
La antífona de la Comunión reproduce las palabras del oráculo diving, ya leídas en. la Epístola. Una virgen ha concebido y dado a luz al Pan vivo descendido del cielo por el cual Dios está con nosotros y en nosotros.
COMUNION He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo: y se llamará su nombre Emmanuel. En la Poscomunión la Iglesia recuerda en acción de gracias todos los misterios que por nuestra salvación son la derivación del gran suceso de este día. Después de la Encarnación, donde tuvo lugar la unión del Hijo de Dios con la naturaleza humana, hemos celebrado la Pasión de este divino Redentor seguida a sú vez de su Resurrección, por medio de la cual triunfó de la muerte, nuestra enemiga.
POSCOMUNION Suplicárnoste, Señor, infundas tu gracia en nuestras almas: para que, los que, por el anuncio del Angel, conocimos la encarnación de tu Hijo, lleguemos, por su pasión y cruz, a la gloria de la resurrección. Por el mismo Señor.
EL ANGELUS. — No podemos terminar esta jornada sin recordar y recomendar la piadosa y saludable institución que la cristiandad solemniza cada día en todo el mundo católico, en honor del misterio de la Encarnación y de la divina Maternidad de María. Tres veces al día, por la mañana, por el mediodía y por la tarde, se oye la campana para que los fieles se unan al ángel Gabriel que saluda a María, y celebra el momento en que el propio Hijo de Dios se dignó encarnarse en ella. Desde la Encarnación del Señor, su nombre ha resonado en el mundo entero; es grande desde el Oriente hasta el Occidente; grande es también el de su Madre. De aquí se ha originado la necesidad de formar una oración que sirviera de acción de gracias ordinaria para con el misterio de la Encarnación que ha dado al Hijo de Dios a los hombres. Encontramos las huellas de esta costumbre en el siglo xrv cuando Juan XXII abre el tesoro de las .indulgencias en favor de los fieles que reciten el Ave María, por la tarde, al oír el sonido de la campana destinada a dirigir sus pensamientos hacia la Madre de Dios. En el siglo xv vemos en la SUMA de San Antonino que este toque de campana tenía ya lugar en Toscana, Hay que esperar hasta principio del siglo xvi para encontrar en un documento francés, citado por Mabillón, que el sonido de mediodía venía a unirse al que ya se hacía a la salida y puerta del sol. En esta forma aprobó León X esta devoción en 1513 para la abadía de San Germán de los Prados en París. Desde entonces la cristiandad entera la aceptó con todas sus adiciones; los papas multiplicaron las indulgencias; además de las que dieron Juan XXII y León X, el siglo XVIII vió publicar las de Benedicto XIII; y tan grande pareció la importancia de esta práctica que Roma determinó que durante el año del jubileo, en el que cesaban todas las indulgencias, excepto aquellas que se ganaban por la peregrinación a Roma, las tres salutaciones recitadas en honor de la Virgen continuasen exhortando a los fieles a seguir unidos en la glorificación del Verbo hecho carne. En cuanto a María parece como que el Espíritu Santo había ya indicado de antemano los tres términos de esta práctica invitándonos a celebrarla dulce “como la aurora”, al levantarse, resplandeciente “como el sol” por el mediodía, y bella “como la luna” al anochecer.
PLEGARIA AL EMMANUEL. — ¡ Oh Emmanuel, Dios con nosotros “Te propusiste el rescate del hombre; con este fin descendiste al seno de una virgen para tomar en él nuestra naturaleza.” El género humano saluda hoy tu advenimiento. Verbo eterno del Padre, no ha sido bastante para Ti el haber sacado al hombre de la nada por tu poder; tu inagotable bondad viene siguiéndole hasta en el abismo de la degradación donde se sumergió. Por el pecado el hombre había caído por debajo de sí mismo; y con el fin de hacerle remontar a los destinos divinos, para los cuales le habías creado, has venido en persona a revestirte de su substancia y a volver a elevar hasta Ti. En Ti, hoy y por siempre, Dios se hace hombre y el hombre Dios. Cumpliendo las promesas del cántico, te uniste a la naturaleza humana, y fué en el seno virginal de la hija de David donde celebraste tus desposorios. ¡Oh abajamiento incomprensible, oh gloria inenarrable!; el anonadamiento 1 está reservado para el Hijo de Dios; la gloria para el hijo del hombre. De este modo es como nos amas, oh Verbo Divino* y como tu amor triunfó de nuestra miseria. Dejaste a los ángeles rebeldes en el abismo abierto por su orgullo; mientras tu piedad se posó sobre nosotros. Mas no es por una de tus miradas como nos has salvado; ha sido viniendo a esta tierra manchada a tomar la naturaleza de esclavo * y comenzar una vida de humillación y de dolores. Verbo hecho carne, que descendistes del cielo para salvar y no para juzgar \ Te adoramos, Te damos gracias, Te amamos, haznos dignos de todo aquello que tu amor Te ha hecho emprender por nosotros.
1 Filipenses, II, 7. 2 Ibíd. 3 S. Juan, XII, 47.
PLEGARIA A MARÍA. — Te saludamos, oh María, llena de gracia en este día en que gozas del honor que te estaba destinado. Por tu incomparable pureza has atraído las miradas del soberano Creador de todas las cosas, y por tu humildad le has atraído a tu seno; su presencia en ti acrecienta más todavía la santidad de tu alma y la pureza de tu cuerpo. ¡Con qué delicias sentiste a este Hijo de Dios vivir de tu vida, sacar de tu substancia ese nuevo ser que El viene a tomar por nuestro amor! Ya se ha formado entre ti y El ese lazo que tú sola has conocido; El es tu Hijo y tú eres su Madre. Que toda rodilla se incline delante de ti ¡oh Madre!, pues El es el Dios del cielo y de la tierra; aún más, que toda criatura se posterne delante de ti; pues tú le llevaste en tu seno, tú le amamantaste. Sola tú entre todos los seres puedes decirle como el Padre celestial: “¡Hijo mío!” Oh mujer incomparable, eres el supremo esfuerzo del poder divino; recibe la humilde sumisión de la raza humana. Ella se glorifica aún en presencia de los ángeles: su sangre es la tuya, y tu naturaleza-la suya. ¡Nueva Eva, hija de la antigua, más inmaculada! Por tu obediencia para con los decretos divinos, has salvado a tu madre y a toda su raza; has establecido en la inocencia primitiva a nuestro padre y a toda su familia. El Salvador que llevaste nos asegura todos estos bienes; por ti El viene a nosotros; sin El permaneceríamos en la muerte, sin ti El no podía rescatarnos; El saca de ti esa sangre preciosa que será nuestra Redención. (Su poder protegió su pureza en el momento de tu Concepción inmaculada y llega a ser la sangre de un Dios por la unión que se lleva a cabo en ti de la naturaleza divina con la humana. Hoy se cumple, ¡Oh María! el oráculo del Señor que emitió con ocasión de la caída: “Estableceré enemistad entre la mujer y la serpiente.” Hasta aquí el género humano temblaba ante el demonio; en su extravío le erigía altares por doquier; pero tu brazo temible viene hoy a derribar a nuestro enemigo. Por la humildad, por la caridad, por la obediencia, le abatiste para siempre; ya no seducirá más a las naciones. Por medio de ti, libertadora de los hombres, fuimos arrancados de su poder; solamente nuestra perversidad y nuestra ingratitud podrían atarnos de nuevo a su yugo. No lo permitas, oh María, ven en nuestra ayuda; y si, en este día de reparación, prosternados a tus pies reconocemos que hemos abusado de la gracia celestial, cuyo canal fuiste, en esta fiesta de tu Anunciación, oh Madre de los vivientes, devuélvenos la vida por tu todopoderosa intercesión ante aquel que hoy se hace tu hijo para siempre. Hija de los hombres, oh hermana nuestra amada, por el saludo de Gabriel, por tu turbación virginal, por tu fidelidad al Señor, por tu prudente humildad, por tu consentimiento salvador te suplicamos que conviertas nuestros corazones, vuélvenos penitentes sinceros, y prepáranos a los grandes misterios que vamos a celebrar. ¡Qué dolorosos serán para ti! ¡Oh María! ¡Qué rápido va a ser el tránsito entre las alegrías de la Anunciación y las tristezas de la Pasión! Mas tú quieres que nuestra alma se regocije pensando en la dicha que embargó tu corazón en el momento en que el Espíritu divino te cubrió con su sombra y el Hijo de Dios llegó a ser el tuyo; nosotros permanecemos pues todo este día cerca de ti en tu humilde morada de Nazaret. Nueve meses más tarde Belén nos verá postrados con los pastores y los Magos delante del Niño Dios que nacerá para tu alegría y nuestra salud y entonces diremos con los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas del cielo y sobre la tierra paz a los hombres de buena voluntad.”
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