“Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”.
Fiesta de Precepto
La Solemnidad del Corpus Christi tradicionalmente se celebra el Jueves, después de la Solemnidad Santísima Trinidad.
Tercer Mandamiento de la Ley de Dios: Santificarás las fiestas.
Corpus Christi es la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, de la presencia de Jesucristo en la Eucaristía. La razón bíblica Cristo céntricas y el significado teológico por la que la Tradición de la Iglesia lo celebra el día Jueves: El día del Corpus Christi recordamos la institución de la Eucaristía que se llevó a cabo el Jueves Santo durante la Última Cena.El Papa Urbano IV, en agradecimiento al milagro Eucarístico de Bolsena/Orvieto instituyó la Fiesta en honor a la Santa Eucaristía.
Las procesiones son a modo de públicas manifestaciones de fe; y por eso la Iglesia las fomenta y favorece hasta con indulgencias. Pero la más solemne de todas las procesiones es la de Corpus Christi.
Cuantas veces comeréis este pan y beberéis este cáliz, otras tantas anunciaréis la muerte del Señor hasta que venga. Por tanto, cualquiera que coma este pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y sangre del Señor, aleluya (De la Comunión de la Misa; I Cor. 11:26-27).
El Concilio de Trento declaró que fuese introducida en la Santa Iglesia la costumbre de que todos los años se celebrase este Sacramento con singular veneración y solemnidad.
"Después de la Consagración del pan y del vino se contiene en el saludable Sacramento de la Santa Eucaristía, verdadera, real y sustancialmente Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo las especies de aquellas cosas sensibles..."
"...por la consagración del pan y del vino se convierte toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, y toda la sustancia del vino en la sustancia de su Sangre, cuya conversión ha llamado oportuna y propiamente transubstanciación la Santa Iglesia Católica"
"...que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este Santísimo Sacramento, y prestarle el culto de latría que se debe al mismo Dios"
(Sacrosanto Concilio de Trento, Sesión XIII)
San Agustín, ut supra
Mas como ellos se enorgullecían hablando del maná, añade: "Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron". Y por esto, vuestros padres eran como vosotros. Murmuradores eran los padres de los hijos murmuradores, porque se dice que en nada ofendió tanto aquel pueblo a Dios, como murmurando contra Dios. Y por esta razón murieron, porque creyeron sólo lo que veían y no creían ni entendían lo que no veían.
San Agustín, ut supra
El maná prefiguró a este pan y el altar del Señor también. Tanto en éste como en aquél se prefiguran los sacramentos. En las figuras hay diferencia, mas en la cosa que se figura hay paridad. Oigamos al Apóstol ( 1Cor 10,3): "Todos comieron la misma comida espiritual".
San Agustín, ut supra
También el maná bajó del cielo, pero el maná era sombra y este pan es la realidad.
Alcuino
Mi vida es la que vivifica. Por esto sigue: "Si alguno comiere de este pan, vivirá", no sólo en la vida presente por medio de la fe y de la santidad, sino "vivirá eternamente. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo".
San Agustín advierte contra el sacrilegio eucarístico que cometen los herejes y pecadores impenitentes
San Agustín De civ. Dei. 22, 19
Hay algunos que, por lo que dice aquí, ofrecen la salvación a los hombres purificados por el bautismo de Jesucristo, con tal que participen de su cuerpo (aunque vivan de cualquier modo). Pero les contradice el Apóstol, diciendo: "son bien conocidas las acciones de la carne, como son la fornicación, la inmundicia" ( Gál 5,19), etc. Acerca de lo que os predico, como ya os llevo dicho, que los que así obran, no alcanzarán el reino de Dios. Por esta razón se pregunta con fundamento cómo debe entenderse lo que aquí dice. El que vive unido con su cuerpo -esto es, en unión con los miembros cristianos, de cuyo cuerpo suelen participar todos los fieles que se acercan al altar-, ése puede propiamente decirse que come el cuerpo y bebe la sangre de Jesucristo. Por esto los herejes y los cismáticos, que están separados de la unidad del cuerpo, pueden recibir este sacramento, pero no les aprovecha, antes al contrario, les perjudica, porque son considerados como más pecadores y hay más dificultad para perdonarlos. Y ellos no deben considerarse como seguros por sus costumbres malas y depravadas, porque por la maldad de su vida abandonaron la misma santidad de la vida, que es Jesucristo, ya fornicando, o ya haciendo otras cosas por el estilo. Y no puede decirse que éstos coman el cuerpo de Jesucristo, porque ni aun deben contarse entre los miembros de Jesucristo. Y pasando otras cosas en silencio, no pueden ser a la vez miembros de Jesucristo y miembros de una mujer impúdica.
San Agustín In Ioannem tract., 26.
Quiere
que se entienda por esta comida y esta bebida la unión que hay entre su
cuerpo y sus miembros, como es la Iglesia en sus predestinados, en los
llamados, en los justificados, en los santos glorificados y en sus
fieles. Este sacramento (esto es, la unidad del cuerpo y la sangre de
Jesucristo), que en algunos lugares se prepara todos los días en la mesa
del Señor y en otros, sólo de tiempo en tiempo y se recibe de la mesa
del Señor, para unos es vida, para otros condenación. Pero la
entidad de aquello que constituye el sacramento, da vida a todo hombre, y
a ninguno sirve de condenación, cualquiera que sea el que de ella
participa. Y para que no creyesen que por medio de esta comida y esta
bebida se ofrecía la vida eterna de tal modo que aquéllos que la
recibiesen ya no morirían ni aun en cuanto al cuerpo, saliendo al
encuentro de esta idea, continuó diciendo: "Y yo le resucitaré en el
último día", con el fin de que tenga entre tanto la vida eterna, según
el espíritu, en el descanso donde se encuentran las almas de los justos.
Mas en cuanto al cuerpo, ni aun éste carecerá de vida eterna, porque en
la resurrección de los muertos, cuando llegue el último día, la tendrá.
Advertencia al que peca deliberadamente
26 sino antes bien una horrenda expectación del juicio y del fuego abrasador, que ha de devorar a los enemigos de Dios.
27
Uno que prevarique contra la ley de Moisés, y se haga idólatra,
siéndole probado con dos o tres testigos es condenado sin remisión a
muerte.
28
Pues ahora, ¿cuánto más acerbos suplicios, si lo pensáis, merecerá
aquel que hollare al Hijo de Dios, y tuviese por vil e inmunda la sangre
divina del Testamento, por la cual fue santificado, y ultrajare al
Espíritu Santo autor de la gracia?
29
Pues bien conocemos quién es el que dijo: A mí está reservada la
venganza, y yo soy el que la ha de tomar. Y también: El Señor ha de
juzgar a su pueblo.
30 Horrenda cosa es por cierto caer en manos del Dios vivo.
♱
Oración del Ángel a los pastores de Fátima:
Dios mío yo creo, adoro, espero y os amo , os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman. Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el precioso Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, que se encuentra presente en todos los Sagrarios de la tierra, y os lo ofrezco, Dios mío en reparación por los abusos, sacrilegios e indiferencias con que Él es ofendido. Amén.
♱♱♱
Himno Adóro te devote
Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.
Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.
En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.
No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.
¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.
Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.
Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén.
Santo Tomas de Aquino
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