Oh, Inmaculado Corazón de María, Virgen Purísima, consciente de los terribles peligros morales que amenazan por todos lados, y consciente de mi propia debilidad humana, me pongo voluntariamente, en cuerpo y alma, hoy y siempre, bajo tu amoroso cuidado maternal y protección. Te consagro mi cuerpo, con todos sus miembros, pidiéndote que me ayudes a nunca usarlo como ocasión de pecado para otros. Ayúdame a recordar que mi cuerpo es "El Templo del Espíritu Santo", y a usarlo de acuerdo a la Santa Voluntad de Dios, para mi propia salvación personal y la salvación de los demás. Te consagro mi alma, pidiéndote que la cuides y la lleves a salvo a ti y a Jesús en el Cielo por toda la eternidad. Oh María, Madre mía, todo lo que soy, todo lo que tengo es tuyo. Ampárame y guárdame bajo tu manto de misericordia como tu propiedad y posesión personal. "¡Jesús, María, os amo, salvad las almas!"
Imprimatur: Obispo Albert Zuroweste Belleville, Illinois
La fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la intercesión de María "la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes".
Del texto de la consagración de Pío XII:
“Ante tu trono nos postramos suplicantes, seguros de alcanzar misericordia, de recibir gracias y el auxilio oportuno... Obtén paz y libertad completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio del neopaganismo; fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, para que los que sirven a Dios aumenten en mérito y número”
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La sabiduría no entra en un alma perversa,
ni vive en un cuerpo entregado al pecado.
Sabiduría 1:4
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“Nuestro Señor preservó el alma y el cuerpo de la Bendita Virgen en su pureza, para recibir en su vientre a Dios mismo. Porque, como Dios es Santo, Él solo reposa en lugares santos”. —•San Juan Damasceno
Para ser un verdadero devoto de la Virgen María debemos:
Principalmente evitar el pecado e imitar sus virtudes.
Lo que más desagrada a la Virgen María es el pecado.
“Por eso, cada uno debe estar persuadido de que, si la piedad que declara hacia la Santísima Virgen no le aparta del pecado o no le estimula a la decisión de enmendar las malas costumbres, su piedad es artificial y falsa, por cuanto carece de su fruto propio y genuino”
(Papa San Pío X)
“¿En qué consiste la verdadera devoción a María Santísima?” –contesta San Antonio María Claret -: “En abstenerse de todo pecado, imitar sus virtudes, tributarle algunos obsequios, frecuentar los Santos Sacramentos, y hacer bien, con agrado y perseverancia, las oraciones y demás cosas de su servicio”.
Debemos tratar de imitar a la Virgen María especialmente en su pureza y castidad, su humildad, su caridad y su perfecta obediencia a la Ley de Dios.
Cita del Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María San Luis María Grignion de Montfort)
El demonio, como falso acuñador de moneda y ladrón astuto y experimentado, ha engañado y hecho caer ya a muchas almas por medio de falsas devociones a la Santísima Virgen y cada día utiliza su experiencia diabólica para engañar a muchas otras, entreteniéndolas y adormeciéndolas en el pecado, so pretexto de algunas oraciones mal recitadas y de algunas prácticas exteriores inspiradas por él.
Como un falsificador de moneda no falsifica ordinariamente sino el oro y la plata muy rara vez los otros metales, porque no valen la pena, así el espíritu maligno no falsifica las otras devociones tanto como las de Jesús y María, la devoción a la Santísima Comunión y la devoción a la Virgen, porque son entre las devociones, lo que el oro y la plata entre los metales.
San Ambrosio: Sírvanos la vida de María de modelo de virginidad, cual imagen que se hubiera trasladado a un lienzo; en ella, como en espejo, brilla la hermosura de la castidad y la belleza de toda virtud. Virgen no sólo en la carne, sino también en su alma, sin que la menor doblez de malicia corrompiese la pureza de sus afectos; humilde en su corazón, prudente en las palabras, madura en el consejo, parca en su conversación [...] solícita en sus labores. A nadie hizo mal, quiso bien a todos, respetó a los mayores, fue amable para con los iguales [...]. He aquí la imagen de la verdadera virginidad. Esta fue María, cuya vida pasó a ser norma para todas las vírgenes (Trat. sobre las vírgenes, 2).
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