La Iglesia abre hoy el septenario que precede a la Vigilia de Navidad, días célebres en la Liturgia, con el nombre de Ferias mayores. El Oficio ordinario de Adviento vuélvese más solemne; en Laudes y en las Horas del día las Antífonas son propias del tiempo y relacionadas directamente con el gran acontecimiento. En Vísperas, se canta todos los días una solemne Antífona que es un suspiro por el Mesías, en la cual se le da diariamente uno de los títulos que le atribuye la sagrada Escritura. En la Iglesia Romana, estas Antífonas, a las que vulgarmente se les da el nombre de Antífonas O, porque así comienzan, son siete, una para cada día de las Ferias mayores, y se dirigen todas a Jesucristo.
En la Edad Media, algunas Iglesias añadieron otras dos, una a la Santísima Virgen, ¡O Virgo Virginum! y otra al Arcángel Gabriel, ¡O Gabriel! o también a Santo Tomás, cuya fiesta cae durante estas Ferias mayores, y que comienza así: O Thomas Didyme Hubo Iglesias que tuvieron hasta doce grandes Antífonas, añadiendo otras tres a las ya mencionadas, es decir: una a Cristo, O Rex pacifice! otra a la Santísima Virgen, O mundi Domina! y finalmente la última, dirigida a modo de apóstroíe, a Jerusalén, O Jerusalem!
El momento escogido para dirigir esta sublime llamada a la caridad del Hijo de Dios, son las Vísperas, porque fué al atardecer del mundo, vergente mundi vespere cuando vino el Mesías. Son cantadas antes del Magníficat, para indicar que el Salvador esperado nos ha de llegar por María. Se las repite dos veces, una antes y otra después del Cántico, para mayor solemnidad, lo mismo que en las fiestas Dobles; algunas antiguas Iglesias las cantaban incluso tres veces, a saber: antes del Cántico, antes del Gloria Patri, y después del Sicut erat. Finalmente, estas admirables Antífonas, que contienen toda la medula de la Liturgia de Adviento, llevan un canto armonioso y solemne; y todas las Iglesias las acompañaron de particular pompa, cuyas demostraciones, siempre expresivas, variaron según los lugares. Entremos en el espíritu de la Iglesia, y recojámonos a fln de unirnos a ella con todo nuestro corazón, cuando dirija a su Esposo esas últimas y tiernas invitaciones a las que habrá de ceder finalmente.
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