San Benito: el santo protector contra el mal
Vida de San Benito Abad Libro II de los Diálogos, de San Gregorio Magno.
MONTE CASINO
El fuerte llamado Casino está situado en la ladera de una alta montaña, que le acoge en su falda como un gran seno, y luego continúa elevándose hasta tres millas de altura, levantando su cumbre hacia el cielo. Hubo allí un templo antiquísimo, en el que según las costumbres de los antiguos paganos, el pueblo necio e ignorante daba culto a Apolo. A su alrededor había también bosques consagrados al culto de los demonios, donde todavía en aquel tiempo una multitud enloquecida de paganos ofrecía sacrificios sacrílegos. Cuando llegó allí el hombre de Dios, destrozó el ídolo, echó por tierra el ara y taló los bosques. Y en el mismo templo de Apolo construyó un oratorio en honor de san Martín, y donde había estado el altar de Apolo edificó un oratorio a san Juan. Además, con su predicación atraía a la fe a las gentes que habitaban en las cercanías.
San Benito Patrono de Europa
«Hubo un varón de vida venerable, bendito por gracia y por nombre», escribió de él su discípulo y biógrafo, el papa San Gregorio Magno.
Del Año Litúrgico de Dom Prospero Guéranger
Sí, la posteridad tenía derecho a conocer la vida y las virtudes de un hombre cuya saludable influencia en la Iglesia y la sociedad ha sido tan observable a lo largo de los siglos de la era cristiana. Para describir la influencia ejercida por el espíritu de san Benito, sería necesario transcribir los anales de todas las naciones de la Iglesia occidental, desde el siglo VII hasta nuestros días. Benito es el padre de Europa; es quien, por medio de sus hijos, numerosos como las estrellas del cielo y las arenas del mar, levantó las ruinas de la sociedad romana, aplastada por los bárbaros; presidió el establecimiento de las leyes públicas y privadas de esas naciones, que surgieron de las ruinas del Imperio Romano; quien llevó el Evangelio y la civilización a Inglaterra y a Alemania, a los países del Norte y hasta los pueblos eslavos; quien enseñó la agricultura y destruyó la esclavitud; y finalmente salvó el precioso depósito de las artes y las ciencias de la tormenta que las barrería del mundo y dejaría a la humanidad en una ignorancia sombría y fatal.
Plegaria a San Benito por Europa. —
¡Oh Padre de tantos pueblos! ¡Mira tu herencia y bendice una vez más a esta Europa ingrata, que te debe todo y casi ha olvidado tu nombre!
La luz que tus Hijos le impartieron se ha oscurecido; el calor que vivificaron a las sociedades que fundaron y civilizaron por la Cruz, se ha enfriado; los espinos han cubierto una gran parte del suelo en el que sembraron la semilla de la salvación.
Ven en socorro de tu obra y por tus oraciones sostén la vida de Europa que amenaza extinguirse. Da firmeza a lo que ha sido sacudido. Que surja una nueva Europa, una Europa católica en lugar de la que han formado la herejía y las falsas doctrinas. Amén
PLEGARIA POR LA IGLESIA. — Sostén, oh Benito, la santa Iglesia con tu poderosa intercesión. Asiste a la Sede Apostólica, con tanta frecuencia ocupada por tus hijos (*y hoy tristemente usurpada por un destructor). Padre de tantos pastores de pueblos, alcánzanos Obispos semejantes a los que ha formado tu Regla. Padre de tantos Apóstoles, demanda para los países infieles heraldos evangélicos que triunfen por la sangre y la palabra como todos los que salieron de tus claustros. Padre de tantos doctores, ruega a fin de que la ciencia de las sagradas letras renazca como una ayuda para la Iglesia y como confusión del error. Padre de tantos ascetas, activa el celo de la perfección cristiana que languidece en tantos cristianos modernos. Patriarca de la religión de Occidente, vivifica a todas las Órdenes religiosas que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia; todas te miran con respeto como a padre venerable; derrama sobre toda ella la influencia de tu caridad paternal.
PLEGARIA POR SU ORDEN. — ¡Oh Patriarca de los Servidores de Dios! mira desde lo alto del cielo la viña que tus manos plantaron y cómo ha venido a menos. En otro tiempo tu nombre era hoy bendecido, como el de un padre, en más de treinta mil monasterios, desde las orillas del Báltico hasta las riberas de Siria, desde la verde Erín hasta las estepas de Polonia; ahora tan sólo se deja oír el raro y débil concierto que sube hasta ti desde el seno de esta inmensa heredad que la fe y el reconocimiento te habían consagrado. El viento ardiente de la herejía ha consumido parte de tus casas, la codicia se ha apoderado del resto y la expoliación no ha cesado durante siglos, apoyada muchas veces en la política y recurriendo otras a la violencia abierta. Has sido desposeído, oh Benito, de numerosos santuarios, que fueron durante tanto tiempo para los pueblos el principal foco de vida y de luz, y la raza de tus hijos casi se ha extinguido. Vela, oh Padre, sobre sus últimos brotes. Según una antigua tradición, el Señor te reveló un día que tu Orden debía perseverar hasta los últimos tiempos, que tus hijos combatirían por la Iglesia y que confirmarían a muchos en las pruebas supremas. Dígnate, con tu brazo poderoso, proteger los últimos restos de esta familia que todavía te invoca como padre. Elévala, multiplícala, santifícala; haz florecer en ella el espíritu depositado en tu santa Regla y muestra con tus obras que eres también ahora el bendecido del Señor’.
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